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El danés Martin Lindstrom pasa revista a las estrategias que siguen las diversas compañías para que adquiramos sus productos, en su libro en 'Así se manipula al consumidor. Cómo las empresas consiguen lavarnos el cerebro y que compremos sus marcas'. Utilizan a nuestros hijos pequeños, juegan con nuestros miedos, la culpa o el sexo para que nos sintamos atraídos por lo que nos ofrecen.
Las empresas empiezan su labor de marketing desde el útero para asegurarse nuestra fidelidad a sus productos durante el resto de nuestra vida. Esa es una de las conclusiones de Así se manipula al consumidor. Cómo las empresas consiguen lavarnos el cerebro y que compremos sus marcas, el nuevo libro de Martin Lindstrom. El escritor danés y experto en branding sabe de lo que habla, pues ha trabajado para campañas publicitarias de compañías como PepsiCo, Nokia y American Express.
Desde la concepción
Este especialista en marcas asegura que las compañías aprovechan desde el primer minuto de nuestra existencia para ganar clientes potenciales. Resulta curioso, por ejemplo, que una empresa asiática de supermercados obtuviera unos inesperados resultados cuando decidió ganarse a las embarazadas que compraban en sus establecimientos.
La franquicia usó música relajante, roció con polvos de talco la sección de ropa e impregnó de aroma de cereza las zonas dedicadas a la venta de comida para que las futuras mamás se encontraran más cómodas durante sus compras.
Lo que no esperaban era que esta táctica afectaría también a los futuros niños que llevaban en su interior. Según muchas progenitoras, sus retoños se encontraban especialmente tranquilos cada vez que entraban a un supermercado de la cadena.
Es sólo un caso de cómo las marcas intentan ganarnos como clientes cuando todavía no tenemos capacidad para adquirir sus productos. Las compañías lo saben, como nos recuerda Lindstrom, y no pierden su oportunidad de hacer una inversión de futuro.
No es por tanto extraño que la petroquímica Shell intente que su logotipo aparezca dentro de los juegos de construcción LEGO o que Apple haya desarrollado numerosas aplicaciones destinadas al público infantil. Al fin y al cabo, el iPhone, uno de sus productos estrella, es uno de los elementos con los que muchos padres intentan calmar a sus pequeños cuando están inquietos.
Comerciar con el miedo
Las empresas no dudan en fomentar el temor si con ello consiguen que compremos sus artículos. El autor de Así se manipula al consumidor nos pone el ejemplo del boom del gel para las manos que se produjo en Estados Unidos después del estallido del SARS, síndrome respiratorio agudo severo.
Las compañías aprovecharon el miedo al contagio de esta enfermedad para vender unos productos desinfectantes que no garantizaban que previnieran la afección. Sin embargo, los fabricantes no hicieron otra cosa que promover la idea que estos jabones líquidos eran imprescindibles para evitar cualquier tipo de contagio.
Las marcas tampoco se echan atrás a la hora de mezclar el temor y la culpa para conseguir que sus artículos se vendan. Como nos muestra Lindstrom, el ejemplo más claro de este peculiar cóctel de miedo y remordimiento son las madres con bebés, especialmente si son primerizas.
La industria de los productos para niños aprovecha el desasosiego que produce en toda mamá la mínima posibilidad que su pequeño caiga enfermo o sufra una desgracia para vender pomadas, humidificadores, monitores digitales para bebés, termómetros de baño o protectores de seguridad infantil para grifos, entre otros artículos.
Vender sexo
Además del miedo y la culpa, las empresas utilizan también otra estratagema para convencernos: el deseo y el sexo. El ejemplo más claro, según el especialista en branding danés, lo tenemos en los desodorantes Axe.
Los responsables de la marca no dudaron ni un segundo en promocionarse con el sueño húmedo de todo varón heterosexual: ser deseado por varias mujeres a la vez. La campaña basada en esta íntima aspiración provocó el despegue de la famosa compañía de antitranspirantes.
No obstante, su propia estratagema se volvió contra en poco tiempo. Axe se terminó convirtiendo en la marca de aquellos que no tenían suerte con las mujeres o de los adolescentes que querían tener sus primeras relaciones con chicas. El resto de los hombres comenzaron a rechazarlos al ver que el uso de este producto se identificaba con estos sectores de población.
Más curiosa es la utilización de ciertas referencias sexuales en películas y series para toda la familia como Shrek, Toy Story o Los Simpson. En este sentido, los creadores utilizan un doble lenguaje para que estos productos audiovisuales atractivos tanto para niños como para mayores.
En el caso de la serie creada por Matt Groening, los pequeños se divierten con las patochadas de Hommer y Bart, mientras los adultos pueden reírse entre dientes con la tensión casi homoerótica que existe entre Smithers y el Sr. Burns.
Desde la concepción
Este especialista en marcas asegura que las compañías aprovechan desde el primer minuto de nuestra existencia para ganar clientes potenciales. Resulta curioso, por ejemplo, que una empresa asiática de supermercados obtuviera unos inesperados resultados cuando decidió ganarse a las embarazadas que compraban en sus establecimientos.
La franquicia usó música relajante, roció con polvos de talco la sección de ropa e impregnó de aroma de cereza las zonas dedicadas a la venta de comida para que las futuras mamás se encontraran más cómodas durante sus compras.
Lo que no esperaban era que esta táctica afectaría también a los futuros niños que llevaban en su interior. Según muchas progenitoras, sus retoños se encontraban especialmente tranquilos cada vez que entraban a un supermercado de la cadena.
Es sólo un caso de cómo las marcas intentan ganarnos como clientes cuando todavía no tenemos capacidad para adquirir sus productos. Las compañías lo saben, como nos recuerda Lindstrom, y no pierden su oportunidad de hacer una inversión de futuro.
No es por tanto extraño que la petroquímica Shell intente que su logotipo aparezca dentro de los juegos de construcción LEGO o que Apple haya desarrollado numerosas aplicaciones destinadas al público infantil. Al fin y al cabo, el iPhone, uno de sus productos estrella, es uno de los elementos con los que muchos padres intentan calmar a sus pequeños cuando están inquietos.
Comerciar con el miedo
Las empresas no dudan en fomentar el temor si con ello consiguen que compremos sus artículos. El autor de Así se manipula al consumidor nos pone el ejemplo del boom del gel para las manos que se produjo en Estados Unidos después del estallido del SARS, síndrome respiratorio agudo severo.
Las compañías aprovecharon el miedo al contagio de esta enfermedad para vender unos productos desinfectantes que no garantizaban que previnieran la afección. Sin embargo, los fabricantes no hicieron otra cosa que promover la idea que estos jabones líquidos eran imprescindibles para evitar cualquier tipo de contagio.
Las marcas tampoco se echan atrás a la hora de mezclar el temor y la culpa para conseguir que sus artículos se vendan. Como nos muestra Lindstrom, el ejemplo más claro de este peculiar cóctel de miedo y remordimiento son las madres con bebés, especialmente si son primerizas.
La industria de los productos para niños aprovecha el desasosiego que produce en toda mamá la mínima posibilidad que su pequeño caiga enfermo o sufra una desgracia para vender pomadas, humidificadores, monitores digitales para bebés, termómetros de baño o protectores de seguridad infantil para grifos, entre otros artículos.
Vender sexo
Además del miedo y la culpa, las empresas utilizan también otra estratagema para convencernos: el deseo y el sexo. El ejemplo más claro, según el especialista en branding danés, lo tenemos en los desodorantes Axe.
Los responsables de la marca no dudaron ni un segundo en promocionarse con el sueño húmedo de todo varón heterosexual: ser deseado por varias mujeres a la vez. La campaña basada en esta íntima aspiración provocó el despegue de la famosa compañía de antitranspirantes.
No obstante, su propia estratagema se volvió contra en poco tiempo. Axe se terminó convirtiendo en la marca de aquellos que no tenían suerte con las mujeres o de los adolescentes que querían tener sus primeras relaciones con chicas. El resto de los hombres comenzaron a rechazarlos al ver que el uso de este producto se identificaba con estos sectores de población.
Más curiosa es la utilización de ciertas referencias sexuales en películas y series para toda la familia como Shrek, Toy Story o Los Simpson. En este sentido, los creadores utilizan un doble lenguaje para que estos productos audiovisuales atractivos tanto para niños como para mayores.
En el caso de la serie creada por Matt Groening, los pequeños se divierten con las patochadas de Hommer y Bart, mientras los adultos pueden reírse entre dientes con la tensión casi homoerótica que existe entre Smithers y el Sr. Burns.
Por Julio Vallejo | aviondepapel.tv from lainformacion.com 29/12/2011
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