viernes, 18 de octubre de 2013

El cráneo que lo cambia todo: los primeros Homo podrían ser de la misma especie


 
El estudio de un cráneo de 1,8 millones de años podría cambiar lo que sabemos de los primeros humanos.
 
Los restos atribuidos a Homo erectus y Homo habilis podrían ser del mismo linaje.
 
Arsuaga y Bermúdez de Castro consideran arriesgadas estas conclusiones. 
 


El análisis del cráneo número 5 hallado en Dmanisi, Georgia, puede dar un vuelco a la historia de la paleoantropología. O al menos eso pretenden sus autores. Se trata de un cráneo completo y una mandíbula, con una antigüedad aproximada de 1,8 millones de años, que no se parece a casi nada, pero cuyo análisis lleva a David Lordkipanidze y su equipo a sugerir en la revista Science que los primeros miembros del género Homo, las dos líneas que poblaron África y Asia simultáneamente durante miles de años (Homo habilis y Homo erectus), pertenecían en realidad a la misma especie.
 
Para comprender el bombazo que la noticia supone para la paleontología hace falta tomar un poco de perspectiva. Desde hace más de un siglo los paleontólogos intentan recomponer el puzle de la evolución humana con los fósiles que van encontrando. Desde el descubrimiento de Mary y Louis Leakey en los años 60 en la garganta de Olduvai, en Tanzania, se tenía más o menos claro que Homo habilis pobló África durante miles de años y convivió con otras especies como Homo erectus, que se movió paralelamente por Asia y tenía características diferentes, y Homo ergaster, que se consideraba por algunos como una suerte de paso intermedio entre poblaciones.
 
Pero en el año 1991, a unos 85 km al sudoeste de Tiblisi, la capital de Georgia, aparecieron cerca de una iglesia bizantina los restos fósiles de una mandíbula que pasaría a ser considerada como el resto de un humano más antiguo hallado fuera de África. En los siguientes años, los hallazgos se fueron sucediendo en este yacimiento de Dmanisi y aparecieron  nuevos restos atribuidos en principio a Homo ergaster y clasificados más tarde, a falta de referencias, con su propia etiqueta como Homo georgicus. El día de su cumpleaños, el 5 de agosto de 2005, Lordkipanidze encontró en este lugar algo tan raro y primitivo que uno de los miembros del equipo bromeó y pidió que lo volvieran a enterrar. Se trataba del cráneo número 5, un fósil perfectamente conservado que, como se descubrió después, encajaba con una mandíbula  hallada en el año 2000 a dos metros de distancia. Estaban ante una pieza única que ofrecía el valor añadido de que estaba junto a otros cuatro cráneos que por la disposición y la datación, habían convivido en épocas parecidas y presumiblemente pertenecieron al mismo grupo.
 
 
Historia de cinco cráneos
 
Durante los últimos ocho años el equipo de Lordkipanidze ha trabajado en el estudio del cráneo 5 y ha llegado el momento de su presentación en sociedad. Sus características ya son los suficientemente llamativas para haber ocupado grandes titulares:  posee una capacidad craneal sorprendentemente pequeña (546 centímetros cúbicos), el rostro alargado y una mandíbula enorme, características que no habían sido observadas juntas en ningún fósil de Homo hasta ahora y que recuerdan incluso a los australopitecos más primitivos. En otras palabras, es un bicho raro.
 
Antonio Martínez Ron    
jueves, 17/10/13 - 20:00                  

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