Con el acuerdo obtenido con Irán, Obama acaricia el mayor éxito en política exterior de su presidencia. O todo lo contrario.
Con el acuerdo temporal obtenido con Irán en Ginebra, Barack Obama acaricia el mayor éxito de política exterior de su presidencia y Estados Unidos la mejor oportunidad de un rediseño de la geopolítica mundial desde la caída del Muro de Berlín. O todo lo contrario.
Las enormes repercusiones de la posible reconciliación con Irán son comparables con el tamaño de los obstáculos que se interponen aún en su consolidación. EE UU y particularmente Obama, que encabezó este proceso con su conversación en septiembre con el presidente iraní, Hasan Rohaní, tienen por delante una tarea titánica para ratificar en los próximos meses el éxito inicial alcanzado este fin de semana.
“Hoy la diplomacia ha abierto un nuevo camino hacia un mundo más seguro”, manifestó Obama en una comparencia nocturna, pocos minutos después de que se anunciase el compromiso en la ciudad suiza. “Aunque esto es solo un primer paso, se alcanza un gran acuerdo. Por primera vez en una década, hemos detenido el programa nuclear iraní y se postergan algunas partes importantes de ese programa”.
Ahora hay seis meses por delante para convertir ese acuerdo provisional en uno definitivo que acabe con el peligro de armas atómicas en Irán, ponga fin a las sanciones que aíslan a ese país y arruinan su economía y, en última instancia, permita la reincorporación de Irán a la comunidad de naciones civilizadas. Eso significa nuevas opciones de negocio con Irán, que China y Europa esperan ansiosamente, y, sobre todo, la colaboración de ese histórico poder regional en la pacificación y el reordenamiento de la región más explosiva del mundo.
Para EE UU, que desde hace más de tres décadas identificó a Irán como su mayor enemigo internacional desde la desaparición de la Unión Soviética, esta es una oportunidad de reivindicar su autoridad en Oriente Medio en un momento en que es puesta constantemente en duda. Después de todo, así como la presión económica acabó rindiendo a la URSS, Washington podrá reclamar que fue su persistencia en las sanciones lo que terminó doblegando a los ayatolas.
Las primeras reacciones demuestran, sin embargo, lo difícil que va a ser para Obama conseguir que, tanto el Congreso como los aliados estratégicos de EE UU en el área, todos ellos imprescindibles para que este acuerdo provisional llegue a buen puerto, compartan esa visión optimista. En el Congreso, la mayoría de los republicanos ven este acuerdo más bien como una derrota, una concesión inadmisible. Y los aliados, especialmente Israel y Arabia Saudí, lo han recibido como una amenaza, no como un motivo de regocijo.
“Irán utilizará este acuerdo para obtener la capacidad de fabricar armas nucleares”, ha declarado el senador Marco Rubio, resumiendo el espíritu de sus compañeros de partido. En las filas demócratas, aunque por ahora domina la cautela, la situación no es mucho más favorable. Varios de los habituales y más fieles aliados de Obama en el Senado son también amigos y defensores de Israel.
Obama ya tuvo que reunirse en vísperas del inicio de las conversaciones de Ginebra con los senadores para evitar que aprobasen un nuevo paquete de sanciones contra Irán. Esa gestión retrasó la iniciativa por unos días, pero no se sabe por cuánto tiempo más. Los enemigos del acuerdo, entre ellos el propio Israel, van a utilizar todos sus recursos en el Senado para hacer descarrilar este proceso.
Pese a todo eso, Obama tiene argumentos para defender un compromiso que le puede dar el oxígeno y el brillo que su presidencia necesita urgentemente. El control real y prolongado del programa nuclear iraní es, a largo plazo, una mejor garantía para la seguridad de Israel que un ataque militar de efectos y consecuencias imprevisibles. En todo caso, este es un momento para medir la estatura de Obama y su capacidad para imponer su política.
Con ese propósito, la Administración explota la comparación con las negociaciones que condujeron al desmantelamiento de la Unión Soviética. “Como se decía de Gorbachov y Reagan, confía pero verifica. La verificación es la clave. El presidente Obama y yo siempre hemos dicho desde el principio que no vamos solo a confiar y verificar, vamos a verificar, verificar y verificar”, declaró este domingo el secretario de Estado, John Kerry, en una de sus entrevistas en televisión.
Efectivamente, este proceso puede darle a Obama un triunfo similar al de Reagan. Pero Irán, que ya fue la tumba de Jimmy Carter, puede ser también el golpe de gracia para el presidente si las promesas de hoy se convierten en burla y las expectativas actuales concluyen en un gran fiasco.
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