martes, 5 de noviembre de 2013

¿Nos hace más egoístas estudiar economía?

 
 
 
El estudio de la conducta humana puede ser como un perro tratando de morderse la cola. A medida que aprendemos más sobre nosotros mismos, nuestras nuevas creencias cambian la forma en que nos comportamos.
 
La investigación sobre los estudiantes de Economía lo demostró en la vida real: los textos que describen hechos y teorías sobre el comportamiento humano pueden afectar a las personas que los estudian.
 
A menudo, los modelos económicos se basan en un personaje imaginario llamado "el actor racional", que, sin un mundo interior desordenado y complejo, persigue incansablemente un conjunto de anhelos organizados de acuerdo a los costos y beneficios.
Esos actores racionales ayudan a crear modelos simples de economías y sociedades.
 

Juegos para explorar a la humanidad

Según la teoría de la elección (o acción) racional, algunas de las predicciones que gobiernan esos mundos hipotéticos son de sentido común: la gente tiende a preferir más que menos, las empresas sólo deberían hacer las cosas que les reportan ganancias y, si el precio es correcto, la gente está dispuesta a renunciar a cualquier cosa que le pertenezca.
Otra herramienta que se utiliza para entender nuestras motivaciones y acciones es la teoría de juegos, que examina cómo uno toma decisiones cuando los resultados se ven afectados por las decisiones de otros.
La teoría del actor racional asume que los otros jugadores quieren el mejor resultado para sí mismos y que van a suponer lo mismo de usted.
Para determinar cuál de una serie de opciones escoger, usted necesita tener una teoría acerca de lo que la otra persona va a hacer, teniendo en cuenta que ella también está adivinando lo que usted va a hacer, y así sucesivamente.
Suena confuso, así que lo mejor es ilustrarlo con ayuda del juego más famoso en la teoría de juegos: el "dilema del prisionero".
 

¡A jugar!

Usted es uno de un par de delincuentes que fueron detenidos y están recluidos en celdas separadas.
La policía les hace esta oferta:
  • si usted da información sobre su compañero y él no dice nada, puede quedar libre
  • si ambos dan información sobre el otro, ambos pasarán unos pocos años de cárcel
Alternativamente, usted puede guardar silencio, en cuyo caso:
  • si su socio también guarda silencio, ambos pasarían unos pocos años en la cárcel
  • si el otro habla, usted tendría que pagar una larga condena.
Su socio, por supuesto, enfrenta exactamente la misma elección.
 
Si usted es un actor racional, es una decisión fácil. Lo que debería hacer es traicionar a su compañero pues si él no habla, usted queda libre; si lo traiciona también, ambos van a la cárcel, pero la sentencia será o igual de larga o más corta que si se hubiera quedado callado.
Extrañamente, eso no es lo que sucede cuando gente de carne y hueso juega al dilema del prisionero.
En todo el mundo, en la mayoría de las sociedades, la mayoría de la gente mantiene el pacto de silencio de los delincuentes.
A las excepciones que optan por actuar únicamente en interés propio se les conoce en economía como "free riders" o aprovechados: individuos a los que les gusta tener todos los beneficios pero no responder por los costos.
El dilema del prisionero es un instrumento teórico, pero hay un montón de opciones paralelas -y de oportunistas- en el mundo real.
Hay quienes siempre llegan tarde a las citas así no tienen que darse prisa o esperar a los demás, mientras que otros utilizan las carreteras y los hospitales sin pagar sus impuestos.
 

El grupo egoísta

Hay un grupo que, según varias investigaciones, es más aprovechado que otros: el de la gente que ha estudiado Economía.
En un estudio publicado en 1993, Robert Frank y sus colegas de la Universidad de Cornell en Ítaca, Estados Unidos, puso a prueba esta idea con una versión del juego del dilema del prisionero.
Los estudiantes de Economía delataban a los otros jugadores el 60% de las veces, lo que contrasta con el 39% de quienes estudiaban otras asignaturas.
Previamente se había notado que los hombres tienden a ser más egoístas en este tipo de exámenes, y hay más hombres que estudian economía que mujeres. Sin embargo, incluso después de tomar en cuenta esta diferencia por género, Frank encontró que los estudiantes de Economía eran 17% más propensos a escoger la opción egocentrista.
El equipo descubrió además que entre más tiempo pasaban los estudiantes en la universidad, más altas eran las tasas de su cooperación. En otras palabras, la educación superior (o simplemente crecer) parecía hacer que la gente tuviera más fe en la cooperación humana.
Una vez más, los economistas probaron ser la excepción. Para ellos, esos años adicionales de educación no hacían nada para socavar su racionalidad egoísta.
Eso era cierto particularmente entre aquellos que tenían un tutor que les había enseñado la teoría de juegos y que se había centrado en los conceptos del imperativo de la supervivencia militando en contra de la cooperación.
 

Quizás no tanto

Estudios posteriores han puesto en duda las conclusiones de esa tesis, señalando que lo cierto es más bien que las personas egoístas son más propensas a estudiar Economía, y que los juegos y las encuestas de Frank nos dicen poco acerca del comportamiento moral en el mundo real.
Es cierto que lo que las personas hacen en las condiciones altamente artificiales de ser presentadas con el dilema del prisionero no nos dice necesariamente cómo se comportarían en situaciones más complejas del mundo real.
En un trabajo relacionado, Eric Schwitzgebel, de la Universidad de California Riverside, demostró que los estudiantes y profesores de Ética no parecen comportarse más éticamente cuando su conducta es evaluada utilizando variables del mundo real.
Tal vez, dice Schwitzgebel, no debería sorprendernos que estudiantes de Economía a los que les han enseñado sobre el dilema del prisionero, actúen de acuerdo con lo que han aprendido cuando los ponen a prueba en un aula.
 

No obstante

Las lecciones de lo que la gente hace en las pruebas y los juegos son limitadas debido a que las complejidades al tomar decisiones morales en la vida real tienen consecuencias verdaderas y significativas.
Sin embargo, dudo en desestimar los resultados de esos experimentos.
Si le decimos a los estudiantes que tiene sentido ver el mundo a través de los ojos del actor racional egoísta, sospecho que son propensos a hacerlo.
Muchos factores influyen en nuestro comportamiento, y la educación formal es sólo uno.
Pero lo que los estudios a los que me referí demuestran, en una pequeña medida al menos, es que lo que nos enseñan acerca de la conducta humana puede alterarla.

Tom Stafford  Columnista, BBC Future   Última actualización: Sábado, 2 de noviembre de 2013

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