El estudio de la conducta humana puede ser como un perro
tratando de morderse la cola. A medida que aprendemos más sobre nosotros mismos,
nuestras nuevas creencias cambian la forma en que nos comportamos.
La investigación sobre los estudiantes de Economía lo demostró en la vida
real: los textos que describen hechos y teorías sobre el comportamiento humano
pueden afectar a las personas que los estudian.
A menudo, los modelos económicos se basan en un personaje imaginario llamado
"el actor racional", que, sin un mundo interior desordenado y complejo, persigue
incansablemente un conjunto de anhelos organizados de acuerdo a los costos y
beneficios.
Esos actores racionales ayudan a crear modelos simples de economías y
sociedades.
Juegos para explorar a la humanidad
Según la teoría de la elección (o acción) racional, algunas de las
predicciones que gobiernan esos mundos hipotéticos son de sentido común: la
gente tiende a preferir más que menos, las empresas sólo deberían hacer las
cosas que les reportan ganancias y, si el precio es correcto, la gente está
dispuesta a renunciar a cualquier cosa que le pertenezca.
Otra herramienta que se utiliza para entender nuestras motivaciones y
acciones es la teoría de juegos, que examina cómo uno toma decisiones cuando los
resultados se ven afectados por las decisiones de otros.
La teoría del actor racional asume que los otros jugadores quieren el mejor
resultado para sí mismos y que van a suponer lo mismo de usted.
Para determinar cuál de una serie de opciones escoger, usted necesita tener
una teoría acerca de lo que la otra persona va a hacer, teniendo en cuenta que
ella también está adivinando lo que usted va a hacer, y así sucesivamente.
Suena confuso, así que lo mejor es ilustrarlo con ayuda del juego más famoso
en la teoría de juegos: el "dilema del prisionero".
¡A jugar!
Usted es uno de un par de delincuentes que fueron detenidos y están recluidos
en celdas separadas.
La policía les hace esta oferta:
- si usted da información sobre su compañero y él no dice nada, puede quedar libre
- si ambos dan información sobre el otro, ambos pasarán unos pocos años de cárcel
Alternativamente, usted puede guardar silencio, en cuyo caso:
- si su socio también guarda silencio, ambos pasarían unos pocos años en la cárcel
- si el otro habla, usted tendría que pagar una larga condena.
Su socio, por supuesto, enfrenta exactamente la misma elección.
Si usted es un actor racional, es una decisión fácil. Lo que debería hacer es
traicionar a su compañero pues si él no habla, usted queda libre; si lo
traiciona también, ambos van a la cárcel, pero la sentencia será o igual de
larga o más corta que si se hubiera quedado callado.
Extrañamente, eso no es lo que sucede cuando gente de carne y hueso juega al
dilema del prisionero.
En todo el mundo, en la mayoría de las sociedades, la mayoría de la gente
mantiene el pacto de silencio de los delincuentes.
A las excepciones que optan por actuar únicamente en interés propio se les
conoce en economía como "free riders" o aprovechados: individuos a los que les
gusta tener todos los beneficios pero no responder por los costos.
El dilema del prisionero es un instrumento teórico, pero hay un montón de
opciones paralelas -y de oportunistas- en el mundo real.
Hay quienes siempre llegan tarde a las citas así no tienen que darse prisa o
esperar a los demás, mientras que otros utilizan las carreteras y los hospitales
sin pagar sus impuestos.
El grupo egoísta
Hay un grupo que, según varias investigaciones, es más aprovechado que otros:
el de la gente que ha estudiado Economía.
En un estudio publicado en 1993, Robert Frank y sus colegas de la Universidad
de Cornell en Ítaca, Estados Unidos, puso a prueba esta idea con una versión del
juego del dilema del prisionero.
Los estudiantes de Economía delataban a los otros jugadores el 60% de las
veces, lo que contrasta con el 39% de quienes estudiaban otras asignaturas.
Previamente se había notado que los hombres tienden a ser más egoístas en
este tipo de exámenes, y hay más hombres que estudian economía que mujeres. Sin
embargo, incluso después de tomar en cuenta esta diferencia por género, Frank
encontró que los estudiantes de Economía eran 17% más propensos a escoger la
opción egocentrista.
El equipo descubrió además que entre más tiempo pasaban los estudiantes en la
universidad, más altas eran las tasas de su cooperación. En otras palabras, la
educación superior (o simplemente crecer) parecía hacer que la gente tuviera más
fe en la cooperación humana.
Una vez más, los economistas probaron ser la excepción. Para ellos, esos años
adicionales de educación no hacían nada para socavar su racionalidad
egoísta.
Eso era cierto particularmente entre aquellos que tenían un tutor que les
había enseñado la teoría de juegos y que se había centrado en los conceptos del
imperativo de la supervivencia militando en contra de la cooperación.
Quizás no tanto
Estudios posteriores han puesto en duda las conclusiones de esa tesis,
señalando que lo cierto es más bien que las personas egoístas son más propensas
a estudiar Economía, y que los juegos y las encuestas de Frank nos dicen poco
acerca del comportamiento moral en el mundo real.
Es cierto que lo que las personas hacen en las condiciones altamente
artificiales de ser presentadas con el dilema del prisionero no nos dice
necesariamente cómo se comportarían en situaciones más complejas del mundo
real.
En un trabajo relacionado, Eric Schwitzgebel, de la Universidad de California
Riverside, demostró que los estudiantes y profesores de Ética no parecen
comportarse más éticamente cuando su conducta es evaluada utilizando variables
del mundo real.
Tal vez, dice Schwitzgebel, no debería sorprendernos que estudiantes de
Economía a los que les han enseñado sobre el dilema del prisionero, actúen de
acuerdo con lo que han aprendido cuando los ponen a prueba en un aula.
No obstante
Las lecciones de lo que la gente hace en las pruebas y los juegos son
limitadas debido a que las complejidades al tomar decisiones morales en la vida
real tienen consecuencias verdaderas y significativas.
Sin embargo, dudo en desestimar los resultados de esos experimentos.
Si le decimos a los estudiantes que tiene sentido ver el mundo a través de
los ojos del actor racional egoísta, sospecho que son propensos a hacerlo.
Muchos factores influyen en nuestro comportamiento, y la educación formal es
sólo uno.
Pero lo que los estudios a los que me referí demuestran, en una pequeña
medida al menos, es que lo que nos enseñan acerca de la conducta humana puede
alterarla.
Tom Stafford Columnista, BBC Future Última actualización: Sábado, 2 de noviembre de 2013
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