miércoles, 13 de noviembre de 2013

El oro asesino de Darfur

 
 
La zona de Jabel Amer, en Darfur occidental, Sudán, puede parecer uno de los rincones más perdidos, pobres e inhóspitos del planeta con sus caminos de tierra y sus chozas de barro. Sin embargo, en su subsuelo encierra grandes yacimientos de oro. Y este recurso natural, como ocurre en tantas otras partes de África, se ha convertido en la maldición de la zona.
 
Desde hace un año, más o menos, este metal ha comenzado a alterar la naturaleza del viejo conflicto de Darfur, transformándolo de una lucha étnica y política en otro que, al menos en parte, tiene que ver con el mineral.
 
Los choques internos entre miembros de la tribu árabe de los Abbalas y entre estos y los de la de Beni Hussein han causado más de 800 muertos y desplazado a más de 150.000 personas desde el pasado enero.
 
Fue entonces cuando las tribus árabes de la zona, que en el pasado fueron armadas por el gobierno de Jartum para suprimir a los insurgentes, empezaron a utilizar esas armas para controlar las minas. Los grupos rebeldes que se oponen al gobierno también quieren el metal.
 
Hasta el año pasado, el conflicto de Darfur enfrentó al gobierno de Jartum y sus aliados, las milicias árabes, contra tres grupos rebeldes. Ahora, las cosas han cambiado y las tribus árabes aparecen divididas y luchando unas contra otras.
 
Este conflicto por el control de las minas de oro ya ha causado más víctimas que la guerra mantenida entre el ejército sudanés, los rebeldes y las tribus rivales que tuvo lugar en 2012 en la región, según recoge el informe presentado por el Secretario General de Naciones Unidas, Ban Kin-moon, al Consejo de Seguridad.
 
Naciones Unidas tiene  pruebas de que el gobierno de Sudán es cómplice de la violencia desatada en la zona para controlar las minas, aunque, evidentemente, este lo niega.
 
El conflicto de Darfur comenzó como una lucha entre los pueblos negros pastoralistas y los grupos árabes nómadas poseedores de cabezas de ganado sobre el acceso a la tierra. Poco a poco, creció hasta lo que el Departamento de Estado Norteamericano denominó como genocidio una vez que el gobierno sudanés empezó a apoyar a  las milicias árabes para terminar con la insurgencia rebelde.
 
Desde el año 2003, en este conflicto han muerto más de 200.000 personas y unos 2 millones se han visto forzados a abandonar sus hogares. En 2009, la Corte Penal Internacional imputó al Presidente sudanés, Omar Hassan al-Bashir, por crímenes de guerra por el papel jugado en Darfur.
 
Según un informe editado por Simon Robinson y Richard Woods, el actual repunte de violencia en la región se debe, en gran parte, a la secesión de Sudán del Sur en 2001; acontecimiento que llevó a que Sudán perdiera gran parte de su producción de petróleo y que su economía sufriera grandemente.
 
Según el Banco Mundial, como consecuencia de esto el PIB de Sudán se contrajo un 10% en 2012. Para compensar la pérdida de beneficios generados por el petróleo, Jartum ha animado a sus ciudadanos a buscar oro. Ahora, medio millón de excavadores recorre Darfur y el norte del país con detectores de metales y picos, según el ministro de minas.
 
Esta fiebre del oro ha ayudado a aumentar la producción de este metal en un 50%, consiguiendo más de 50 toneladas, con lo que Sudán se ha transformado en el tercer productor de oro africano, por detrás de Sudáfrica y Ghana e igualándose con Malí.
 
Las exportaciones de oro se han convertido en el salvavidas de Sudán, brindando al gobierno unos 2.200 millones de dólares el año pasado, lo que representa más del 60% de todas las exportaciones del país.
 
Pero, alrededor de un cuarto de la producción anual de oro de Sudán sale de contrabando del país, lo cual supondría unos 700 millones de dólares, que el gobierno habría perdido el año pasado.
Con este episodio se pone de manifiesto, una vez más, como algunos políticos y gobernantes africanos son capaces de cualquier cosa, hasta de enfrentar y masacrar a sus propios ciudadanos, para enriquecerse.
 
 
Por: | 12 de noviembre de 2013

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