domingo, 22 de diciembre de 2013

“Alquilo occidental para hacer negocios. Mejor si es rubio y no habla chino”

 
 
Se necesita occidental. Mejor si es rubio, de ojos claros y mayor de 30 años. Imprescindible acudir de traje y corbata”. Si encajas en la descripción, en China puedes convertirte en ingeniero, director de empresa o jefe de ventas. Y ello sin haber pasado por la universidad. El truco se encuentra en una práctica frecuente entre las empresas chinas: la de contratar a extranjeros para que acudan a eventos, reuniones y encuentros con clientes.
 
En un país donde todavía hay pocos occidentales (y menos todavía trabajando para empresas chinas), el contar con un empleado extranjero se interpreta como una muestra de profesionalismo e internacionalización. El abanico de posibilidades es infinito: puedes hacerte pasar por controlador de alimentos, profesor universitario, director ejecutivo de una multinacional, socio fundador o inversor. El trabajo suele durar tan sólo unas horas, aunque se puede extender durante varios días o incluso semanas.
 
“Las empresas chinas alquilan extranjeros para intentar engañar a las compañías locales, al Gobierno o a empresas foráneas”, asegura a El Confidencial Dan Harris, fundador de la consultora legal Harris & Moure. “Intentan hacerles creer que son capaces de operar internacionalmente o de que ya lo están haciendo”, explica este experto en hacer negocios en el país asiático. 
 
En esta situación se encontró hace dos semanas un estudio de arquitectura de Pekín. Cuando faltaban escasas horas para presentar un importante proyecto ante una constructora, la firma se dio cuenta de que necesitaba contar con dos extranjeros para poder acudir a la reunión con más garantías. Después de preguntar a varios conocidos, dio a parar con este periodista.
 
 
Alquilado: de periodista español a “arquitecto alemán”
 
“Es mejor que no hables chino”, me explicó Yu Ji, el director del estudio de arquitectura. “Si alguien te pregunta, tú sólo tienes que decir que eres un arquitecto alemán”. Una vez en su despacho, ubicado en la vigésima quinta planta de una de las modernas torres del Distrito Financiero de Pekín, Yu Ji me entregó una tarjeta de visita con mi nuevo nombre: el señor Niels.
 
Durante la reunión, Yu Ji explicó las características del proyecto ante la nutrida comitiva de la constructora. Se trataba de una urbanización de chalets de lujo a las afueras de Pekín. Las casas de tres plantas iban de los 400 a los 700 metros cuadrados; las había de estilo italiano, francés e inglés. En las imágenes que proyectó Yu Ji sobre la pantalla, se podía ver un pequeño jardín con un Ferrari de color rojo aparcado a la puerta.
 
Mi presencia a lo largo de los 40 minutos que duró la reunión fue puramente testimonial. En este tipo de trabajos, a los occidentales se les paga por ser occidentales. 'De esta forma das más confianza', explicó otro arquitecto de la compañía también presente en la reunión. 'Es como para dar prestigio a la oficina'”.

Los candidatos ideales son aquellos que rondan los 40 años, ya que se acercan más a la imagen de profesional extranjero con experiencia que buscan proyectar las compañías chinas. La realidad es que la mayoría de los trabajos son tomados por jóvenes actores, freelance de todo tipo, profesores de idiomas, curiosos y estudiantes de chino. La recompensa suele ser generosa: en mi caso, cuando salgo del coche, Yu Ji me entrega 500 yuanes (61 euros) después de seis horas de trabajo, una remuneración considerable teniendo en cuenta los sueldos locales (el salario mínimo en Pekín son 1.400 yuanes). 
 
 
Pagar a un occidental para que se siente ante una ventana
 
En algunos casos, estas prácticas de alquilar laowais (como se conoce en China a los extranjeros) son mucho más ambiciosas. El trabajo puede implicar viajes de avión, coches con chófer, discursos en inglés alabando a la empresa y noches en hoteles de cinco estrellas. Se ha informado también de extranjeros a los que se paga por sentarse junto a los grandes ventanales de las oficinas, con la única intención de que los viandantes los puedan ver al pasar. Algunos incluso se han hecho pasar por personal de la embajada de Estados Unidos.
 
También se puede poner en marcha un engaño colectivo. A mediados de octubre, un autobús cargado con unos 40 extranjeros partió de Shanghai con destino a Yiwu, una ciudad china conocida por sus ferias comerciales y su gran mercado de productos al por menor. Todos ellos habían sido alquilados para hacerse pasar por empresarios occidentales.
 
Como en cualquier evento de estas características en China, los supuestos ejecutivos extranjeros tenían que contar con sus propias tarjetas de visita. Los organizadores no dejaron nada al azar y se aseguraron de que los 40 occidentales tenían la suya, con su nombre y el de la empresa a la que representaban.
 
 
“Ninguna de las empresas a las que ‘pertenecíamos’ existía”
 
“Algunos de mis compañeros eran presidentes, otros directores generales y otros fundadores”, dice a El Confidencial Sergio Rodríguez, un estudiante de la Shanghai Normal University que formó parte de la comitiva. “Después, todos buscamos el nombre de las empresas en internet, y resultó que ninguna existía”, dice. En su caso, este joven español se convirtió durante un par de horas en jefe de recursos de la empresa Rioha Ltd.
 
El trabajo de estos jóvenes occidentales consistió en pasear por los distintos stands de la feria, interesarse por los productos y repartir tarjetas de visita. “Decíamos que teníamos interés por importar productos a nuestro país y a veces nos pedían presupuestos... ahí te inventabas lo que fuera”, explica Sergio Rodríguez. “Una vez en la feria, ya no sabes quién es de verdad y quién es de mentira”.
 
En este caso, el objetivo de los organizadores era darle un toque de glamour al evento, demostrar su capacidad para atraer a empresas extranjeras y mantener contentos a los vendedores. 
El alquiler de laowais también es muy común en restaurantes y bares de moda, en empresas de relaciones públicas y en películas, series de televisión o conciertos. Si para la parte china es una forma de conseguir clientes y prestigio, para los occidentales es una manera fácil de ganar algo de dinero. Los 40 extranjeros que viajaron de Shanghai hasta Yiwu se llevaron 400 yuanes cada uno (48 euros).
 
Además de mostrar la extensión con la que el engaño se practica en China, donde hasta los hombres de negocio pueden ser falsos, el fenómeno de alquilar extranjeros también muestra cierto sentido de inferioridad entre los empresarios chinos. “El gran valor de estas caras extranjeras, ¿se debe a la falta de confianza de la cultura china o a su valor añadido?”, se preguntaba en 2012 el Beijing Youth News. Este diario mencionaba una expresión que muestra la fe ciega que muchos chinos tienen en los países occidentales: “¿Acaso es la luna más redonda en el extranjero que en China?”.
 
A pesar de que las empresas nacionales han ampliado su presencia en el extranjero y que cada vez hay más foráneos en el país asiático, sobre todo en las grandes ciudades como Pekín, Shanghai, Shenzhen o Guangdong, el alquiler de laowais todavía parece tener un futuro prometedor. “Yo no veo de ninguna forma señal de que vaya acabar”, dice Dan Harris. “En todo caso, el fenómeno está aumentando”.









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