América Latina se benefició en los últimos años del ascenso de los mercados
emergentes para crecer a tasas aceleradas y mantener la inflación a raya en la
mayoría de los países. Eso generó un clima de estabilidad que ayudó a millones
de personas a dejar la pobreza y engrosar las filas de la clase media. Sin
embargo, tiene una apremiante asignatura pendiente: superar un déficit de
innovación.
Esa es la conclusión del informe más reciente del Banco Mundial "El
emprendimiento en América Latina: muchas empresas y poca innovación".
El organismo advierte que el elevado número de compañías que se forman en la
región no es necesariamente sinónimo de éxito, sino un síntoma de la falta de
dinamismo. "Tenemos muchas empresas pequeñas porque las grandes no están
creciendo ni están generando suficiente empleo", dice Augusto de la Torre,
economista jefe para América Latina y el Caribe del Banco Mundial, que dirigió
el equipo que elaboró el estudio.
Lo que el banco identifica como una "brecha" de innovación abarca todo el
espectro, desde las pequeñas empresas hasta las multinacionales
latinoamericanas, conocidas como multilatinas, y las subsidiarias de los grandes
conglomerados internacionales. "Nuestras empresas (…) primero no tienen el tipo
de inversión en investigación y desarrollo que las empresas parecidas de otras
regiones emergentes tienen y, segundo, cuando cruzan las fronteras (…)
normalmente lo hacen para vender en otros mercados el mismo producto que venden
en su mercado local", afirma de la Torre.
En general, las empresas de la región introducen productos con menos
frecuencia, invierten menos en actividades de investigación y desarrollo,
obtienen menos patentes y son peor gestionadas que sus pares de países de un
nivel de desarrollo económico comparable en otras partes del mundo, señala el
reporte.
Una de las recomendaciones del Banco Mundial es que los gobiernos
complementen el énfasis que han puesto en ayudar a la pequeña empresa con
políticas enfocadas a apoyar a las firmas jóvenes con un alto potencial de
crecimiento. "Es ahí donde se cuecen las habas en términos de crecimiento y
generación de empleo", señala de la Torre.
La experiencia de dos emprendedores peruanos ofrece una luz de esperanza.
Gary Urteaga y Manuel Olguín obtuvieron en agosto de 2011 fondos de Fidecom, un
programa del gobierno peruano, para desarrollar CinePapaya, un portal de
información sobre películas y ventas de entradas de cine.
Los emprendedores recorrieron un ecosistema formado en los últimos años en la
región que busca adaptar las condiciones de Silicon Valley a América Latina. A
diferencia de lo que ocurre en Estados Unidos, el Estado juega un rol
preponderante, pero también hay una presencia cada vez mayor de las
universidades, centros de estudio y el sector privado, en un esfuerzo por
proveer financiamiento, asesoría, espacio de trabajo y una red de contactos a
empresas con un alto potencial de crecimiento. El sistema también está conectado
al propio Silicon Valley y otros centros mundiales de innovación.
Urteaga cuenta que, entre otros, CinePapaya recibió financiación y asesoría
de Wayra, una iniciativa del grupo español de telecomunicaciones Telefónica
S.A., el fondo de Silicon Valley 500 Startups y de Start-Up Chile, un programa
del gobierno que busca atraer emprendedores de todo el mundo al país. La empresa
tiene una plantilla de 14 trabajadores y espera facturar US$1 millón este año,
agrega el cofundador, pero su paso por el ecosistema no ha terminado.
CinePapaya fue una de las semifinalistas, aunque no llegó a la recta final,
de La Idea, una iniciativa del Departamento de Estado de EE.UU. y la Agencia de
EE.UU. para el Desarrollo Internacional, para conectar a los empresarios
latinoamericanos con sus pares en EE.UU. y proveer financiamiento y asesoría.
También fue invitado al foro de emprendimiento e innovación LAB4+, organizado
por las agencias de promoción de exportaciones de Chile, Colombia, México y
Perú, en el marco de la Alianza del Pacífico, que termina hoy en Santiago de
Chile.
"En 2010 todos los emprendedores del mundo miraban a Silicon Valley, pero
tenían grandes problemas para conseguir visas. Entonces surgió la idea: por qué
no elegimos a los mejores (…) para que vengan, se instalen y puedan trabajar
acá", explica Carlos Honorato, director de ProChile, la agencia de promoción de
exportaciones del país, sobre el origen de Start-Up Chile. El programa otorga a
las empresas seleccionadas US$40.000 por seis meses sin pedir una participación
accionaria a cambio. La primera ronda de financiamiento atrajo a 22 empresas de
14 países, mientras que a la más reciente postularon más de 3.500 compañías de
todo el mundo para 100 cupos, dice Honorato.
David Andujo, un mexicano se que autodefine como un "emprendedor serial"
recuerda que en 1996, cuando había formado su primera empresa mientras aún
estudiaba negocios y computación en el Tecnológico de Monterrey en Chihuahua "no
había un ecosistema tan fuerte de emprendedurismo de start-ups". Andujo es uno
de los fundadores de Rewards.to, una bolsa digital de empleos donde las empresas
ofrecen una recompensa por encontrar el candidato adecuado para llenar una
vacante. "El primer inversionista en esta nueva empresa lo logre dando un pitch
en Silicon Valley", cuenta. El pequeño empresario piensa mudarse próximamente a
Silicon Valley.
El ecosistema no sólo abarca a las plataformas digitales. Tras graduarse de
la universidad como ingenieros en biotecnología, Diego Belmar, Nicolás Ferreira
y Hans Pieringer empezaron a desarrollar una tecnología de control de bacterias,
que bautizaron como Milkeeper. Trabajaron durante dos años en conjunto con el
centro chileno de biotecnología Fundación Ciencia y Vida, ligado al doctor Pablo
Valenzuela, uno de los fundadores de la biotecnológica estadounidense Chiron
Corporation, que fue comprada en 2006 por la farmacéutica suiza Novartis AG por
US$5.100 millones.
Los científicos trataron, infructuosamente, de lanzar Milkeeper para el
consumo humano en los supermercados y los restaurantes. "El problema es que
hicimos un producto pensando en nosotros, pero no en el mercado", admite Belmar.
El grupo recibió apoyo del gobierno y de inversionistas privados hasta que
conocieron a un ganadero con el que trabajaron para adaptar Milkeeper a la
crianza de terneros. El producto es una solución en polvo que se usa para
prevenir la diarrea. La empresa, que se llama Phage Technologies, ya tiene 7
empleados y Milkeeper se distribuye a nivel nacional. Su meta es expandirse a
América Latina y, a más largo plazo, EE.UU., señala Belmar.
De la Torre, del Banco Mundial, califica esta clase de esfuerzos como
"prometedores", aunque advierte contra el riesgo de pensar que son una varita
mágica que resolverá los problemas de la noche a la mañana. Los gobiernos,
además, tienen que atacar problemas de fondo cuyas soluciones son más de largo
plazo y que son comunes en toda la región, incluyendo la falta de competitividad
de los sectores que no están ligados al comercio internacional y la escasez de
ingenieros y científicos, añade.
De la Torre, en todo caso, es optimista. "Por primera vez en mi vida
profesional (…) veo a la región latinoamericana con la energía, el interés y la
intensidad de enfoque que se necesita en temas de crecimiento, de innovación y
de productividad", asevera.
Por IVÁN ROTHKEGEL December 6, 2013, 12:02 a.m. ET
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