sábado, 7 de diciembre de 2013

El reto de Latinoamérica: hay muchas empresas pero muy poca innovación

 
 
 
América Latina se benefició en los últimos años del ascenso de los mercados emergentes para crecer a tasas aceleradas y mantener la inflación a raya en la mayoría de los países. Eso generó un clima de estabilidad que ayudó a millones de personas a dejar la pobreza y engrosar las filas de la clase media. Sin embargo, tiene una apremiante asignatura pendiente: superar un déficit de innovación.
 
Esa es la conclusión del informe más reciente del Banco Mundial "El emprendimiento en América Latina: muchas empresas y poca innovación".
 
 
El organismo advierte que el elevado número de compañías que se forman en la región no es necesariamente sinónimo de éxito, sino un síntoma de la falta de dinamismo. "Tenemos muchas empresas pequeñas porque las grandes no están creciendo ni están generando suficiente empleo", dice Augusto de la Torre, economista jefe para América Latina y el Caribe del Banco Mundial, que dirigió el equipo que elaboró el estudio.
 
Lo que el banco identifica como una "brecha" de innovación abarca todo el espectro, desde las pequeñas empresas hasta las multinacionales latinoamericanas, conocidas como multilatinas, y las subsidiarias de los grandes conglomerados internacionales. "Nuestras empresas (…) primero no tienen el tipo de inversión en investigación y desarrollo que las empresas parecidas de otras regiones emergentes tienen y, segundo, cuando cruzan las fronteras (…) normalmente lo hacen para vender en otros mercados el mismo producto que venden en su mercado local", afirma de la Torre.
 
En general, las empresas de la región introducen productos con menos frecuencia, invierten menos en actividades de investigación y desarrollo, obtienen menos patentes y son peor gestionadas que sus pares de países de un nivel de desarrollo económico comparable en otras partes del mundo, señala el reporte.
 
Una de las recomendaciones del Banco Mundial es que los gobiernos complementen el énfasis que han puesto en ayudar a la pequeña empresa con políticas enfocadas a apoyar a las firmas jóvenes con un alto potencial de crecimiento. "Es ahí donde se cuecen las habas en términos de crecimiento y generación de empleo", señala de la Torre.
 
 
La experiencia de dos emprendedores peruanos ofrece una luz de esperanza. Gary Urteaga y Manuel Olguín obtuvieron en agosto de 2011 fondos de Fidecom, un programa del gobierno peruano, para desarrollar CinePapaya, un portal de información sobre películas y ventas de entradas de cine.
 
Los emprendedores recorrieron un ecosistema formado en los últimos años en la región que busca adaptar las condiciones de Silicon Valley a América Latina. A diferencia de lo que ocurre en Estados Unidos, el Estado juega un rol preponderante, pero también hay una presencia cada vez mayor de las universidades, centros de estudio y el sector privado, en un esfuerzo por proveer financiamiento, asesoría, espacio de trabajo y una red de contactos a empresas con un alto potencial de crecimiento. El sistema también está conectado al propio Silicon Valley y otros centros mundiales de innovación.
 
Urteaga cuenta que, entre otros, CinePapaya recibió financiación y asesoría de Wayra, una iniciativa del grupo español de telecomunicaciones Telefónica S.A., el fondo de Silicon Valley 500 Startups y de Start-Up Chile, un programa del gobierno que busca atraer emprendedores de todo el mundo al país. La empresa tiene una plantilla de 14 trabajadores y espera facturar US$1 millón este año, agrega el cofundador, pero su paso por el ecosistema no ha terminado.
 
CinePapaya fue una de las semifinalistas, aunque no llegó a la recta final, de La Idea, una iniciativa del Departamento de Estado de EE.UU. y la Agencia de EE.UU. para el Desarrollo Internacional, para conectar a los empresarios latinoamericanos con sus pares en EE.UU. y proveer financiamiento y asesoría. También fue invitado al foro de emprendimiento e innovación LAB4+, organizado por las agencias de promoción de exportaciones de Chile, Colombia, México y Perú, en el marco de la Alianza del Pacífico, que termina hoy en Santiago de Chile.
 
"En 2010 todos los emprendedores del mundo miraban a Silicon Valley, pero tenían grandes problemas para conseguir visas. Entonces surgió la idea: por qué no elegimos a los mejores (…) para que vengan, se instalen y puedan trabajar acá", explica Carlos Honorato, director de ProChile, la agencia de promoción de exportaciones del país, sobre el origen de Start-Up Chile. El programa otorga a las empresas seleccionadas US$40.000 por seis meses sin pedir una participación accionaria a cambio. La primera ronda de financiamiento atrajo a 22 empresas de 14 países, mientras que a la más reciente postularon más de 3.500 compañías de todo el mundo para 100 cupos, dice Honorato.
 
David Andujo, un mexicano se que autodefine como un "emprendedor serial" recuerda que en 1996, cuando había formado su primera empresa mientras aún estudiaba negocios y computación en el Tecnológico de Monterrey en Chihuahua "no había un ecosistema tan fuerte de emprendedurismo de start-ups". Andujo es uno de los fundadores de Rewards.to, una bolsa digital de empleos donde las empresas ofrecen una recompensa por encontrar el candidato adecuado para llenar una vacante. "El primer inversionista en esta nueva empresa lo logre dando un pitch en Silicon Valley", cuenta. El pequeño empresario piensa mudarse próximamente a Silicon Valley.
 
El ecosistema no sólo abarca a las plataformas digitales. Tras graduarse de la universidad como ingenieros en biotecnología, Diego Belmar, Nicolás Ferreira y Hans Pieringer empezaron a desarrollar una tecnología de control de bacterias, que bautizaron como Milkeeper. Trabajaron durante dos años en conjunto con el centro chileno de biotecnología Fundación Ciencia y Vida, ligado al doctor Pablo Valenzuela, uno de los fundadores de la biotecnológica estadounidense Chiron Corporation, que fue comprada en 2006 por la farmacéutica suiza Novartis AG por US$5.100 millones.
 
Los científicos trataron, infructuosamente, de lanzar Milkeeper para el consumo humano en los supermercados y los restaurantes. "El problema es que hicimos un producto pensando en nosotros, pero no en el mercado", admite Belmar.
El grupo recibió apoyo del gobierno y de inversionistas privados hasta que conocieron a un ganadero con el que trabajaron para adaptar Milkeeper a la crianza de terneros. El producto es una solución en polvo que se usa para prevenir la diarrea. La empresa, que se llama Phage Technologies, ya tiene 7 empleados y Milkeeper se distribuye a nivel nacional. Su meta es expandirse a América Latina y, a más largo plazo, EE.UU., señala Belmar.
 
De la Torre, del Banco Mundial, califica esta clase de esfuerzos como "prometedores", aunque advierte contra el riesgo de pensar que son una varita mágica que resolverá los problemas de la noche a la mañana. Los gobiernos, además, tienen que atacar problemas de fondo cuyas soluciones son más de largo plazo y que son comunes en toda la región, incluyendo la falta de competitividad de los sectores que no están ligados al comercio internacional y la escasez de ingenieros y científicos, añade.
 
De la Torre, en todo caso, es optimista. "Por primera vez en mi vida profesional (…) veo a la región latinoamericana con la energía, el interés y la intensidad de enfoque que se necesita en temas de crecimiento, de innovación y de productividad", asevera.


Por IVÁN ROTHKEGEL  December 6, 2013, 12:02 a.m. ET

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