La frase “¿por qué lo llaman amor si quiere decir sexo?” suele expresarse cuando alguien siente un fuerte deseo carnal, y lo disfraza de enamoramiento o conexión especial.
Ocurre a menudo, pero el fenómeno contrario también existe y se está volviendo cada vez más común, especialmente entre los adultos jóvenes: asegurar con desdén que se busca sólo sexo cuando en realidad existe un intenso deseo –consciente o inconsciente- de conexión amorosa.
En la revisión más extensa (pdf) de estudios científicos y trabajos sociológicos sobre las características y condicionantes de la “hook-up culture” (sexo casual sin compromiso), Justin García del Kinsey Institute cita un estudio según el cual el 65% de mujeres y 45% de hombres confiesan que en su último hookup (rollo esporádico de una noche), en realidad estaban esperando que ese encuentro pudiera llevar a una relación más estable. Incluso el 51% de chicas y 42% de hombres discutieron abiertamente esa posibilidad tras ese affaire supuestamente acordado como casual.
De hecho Justin cita también otro estudio con 681 adultos en edad universitaria, donde el 63% de chicos y 83% de chicas declararon que en ese momento preferían una relación romántica tradicional a una sexual sin compromiso.
Y en otro estudio publicado por el propio Justin en 2008, cuando se preguntaba por la motivación para tener hookups, el 89% de chicos y chicas respondían gratificación física, pero también el 54% emocional y el 51% intento de iniciar una relación romántica. Justin lo tiene clarísimo: “la normalización del sexo casual entre jóvenes es uno de los cambios recientes más notorios del comportamiento sexual en sociedades occidentales. Pero en realidad en esos encuentros esporádicos se suele desear algo más que sexo”.
Leer Cosmopolitan contribuye a tener más sexo casual
Cierto que las fronteras del sexo casual ya se habían ensanchado a partir de los 50 con la píldora anticonceptiva, la casi eliminación de la sífilis gracias a la penicilina, el más fácil acceso a preservativos, y la consecuente revolución sexual de los 60 que liberó de miedos y tapujos a toda una generación. Pero la irrupción del SIDA en los 80 disminuyó la predisposición al sexo con desconocidos, y la pregunta “¿hay más sexo casual ahora que nunca?” resulta bien válida.
En su revisión Justin presenta cantidad de datos para afirmar que clarísimamente sí (al menos en la sociedad estadounidense), y apunta dos fenómenos que están generando una nueva revolución sexual entre los jóvenes: Primero que la edad en que hombres y mujeres dicen sentirse preparados para establecer compromisos sentimentales de largo plazo se ha ensanchado sobremanera, sin querer por ello renunciar al sexo en sus años de mayor energía.
Pero segundo –y más decisivo según Justin- es la mucho mayor aceptación del sexo casual en los medios y la cultura popular.
Cuando decimos que la sociedad estadounidense es muy puritana porque no permite el mínimo desnudo en televisión, no es del todo cierto. “Contradictoria” sería un adjetivo más acertado. En sus series o realities efectivamente no verás un pecho, pero sí una total muestra del sexo sin compromiso como algo normal, positivo, deseable, y sin distinción moral entre chicos y chicas. Y esto sí es un cambio significativo respecto décadas anteriores. Los mensajes que llegan ahora a las chicas les incitan a actuar libremente sin las restricciones machistas de antaño, y a considerar el sexo casual como una opción totalmente válida de la que no tienen porqué avergonzarse.
Un curioso estudio publicado en 2012 refuerza esta hipótesis: Se reclutaron 160 estudiantes universitarias y se separaron en dos grupos homogéneos. A un grupo se le pidió leer textos sobre relaciones y encuentros sexuales explícitos extraídos de la revista para mujeres Cosmopolitan, mientras que el otro grupo leyó textos de temáticas no relacionadas.
Un tiempo después se realizó un test sobre actitudes frente a sexualidad, y se vio que quienes estuvieron expuestas a los contenidos de Cosmopolitan se mostraron claramente más predispuestas a defender que las mujeres debían buscar satisfacción sexual por su propio deseo, y veían menos riesgos en los encuentros sexuales esporádicos.
El estudio es criticable pero refuerza el mensaje básico de Justin: los mensajes sobre sexo casual que adolescentes y jóvenes reciben de los medios y sociedad son muy diferentes ahora que hace unas décadas, y están contribuyendo al gran auge de la hookup culture y la cada vez menor diferencia entre chicos y chicas.
“Uno de nuestros resultados más significativos fue no encontrar grandes diferencias entre géneros” explica Justin García, refiriéndose a encuestas indicando que las actitudes frente al sexo casual de hombres y mujeres son más cercanas de lo que pensaban; cada vez hay más mujeres que buscan sin reparos satisfacción sexual sin compromiso, mientras que más hombres reconocen desear un componente emocional unido al sexo casual.
Como antropólogo y biólogo evolutivo Justin defiende que nuestros instintos sexuales están fuertemente condicionados por la selección natural, pero reconoce que la lógica evolutiva es tremendamente simplista y se queda corta para explicar la diversidad y complejidad del comportamiento sexual en sociedades occidentalizadas.
¿Consecuencias negativas del sexo casual?
En un estudio (Owen et al) publicado en 2010 con 832 estudiantes, el 49% de chicas y 26% de chicos reportaban una reacción emocional negativa respecto su último hookup, mientras que sólo el 26% de chicas y 50% de chicos se declaraban satisfechos.
El mismo autor quiso explorar los motivos de esas diferencias y siguió a 394 jóvenes durante un semestre. Observó un dato curioso: en las personas con más síntomas depresivos y sentimientos de soledad el sexo casual mejoraba su estado anímico, pero en aquellos con vida social más rica y menos niveles de depresión, el hookup les hacía empeorar.
Justin opina que en general los efectos del hookup parecen ser más positivos que negativos, pues aumenta el bienestar y satisfacción. Pero advierte que las emociones son confusas y cita un estudio según el cual el 72% de universitarias reconocían haberse arrepentido de un hookup al menos en una ocasión, el 23% nunca, y el 3% muchas.
En otro orden de cosas, aunque resulte inconcebible, un estudio con 1468 estudiantes universitarios reveló que sólo el 46% decía haber utilizado preservativo en su última relación de sexo casual. Justin apunta al alcohol como factor para entender estos datos. De hecho cita que el 67% de hookups se producen en fiestas universitarias y que el 64% de chicas que tuvieron sexo casual lo hicieron después de haber consumido dosis significativas de alcohol.
Terminología básica para ligar en EEUU
Los estadounidenses ponen nombres y acrónimos a todo, algunos la mar de peculiares. Un “hookup” equivale al “one night stand” y se refiere al clásico rollo de una noche no premeditado que se produce sin que ninguna de ambas partes tenga la mínima intención de empezar relación sentimental alguna, y cuyo único objetivo es el divertimento sexual transitorio.
Un “fuck buddy” sería un “colega para sexo” con el que –sin ninguna pretensión de amistad- a veces haces “booty calls”: llamar sin tapujos cuando apetece, y en caso de estar libre ir directamente al grano. Se sobreentiende que no se deben compartir intimidad ni emociones pues eso lo complica.
Cuando entre amigos surge atracción física pero no pretensión de noviazgo pueden convertirse en FWB o “friends with benefits”, que seríasn los típicos “amigos con derecho a roce” pero con normas mucho más instauradas y delimitadas.
Por cierto, en la revisión de Justin García se establece que el 36% de universitarios que tuvieron un FWB continuaron siendo amigos tras dejar de tener sexo, el 29% finalizaron tanto sexo como amistad, y el resto todavía estaban manteniendo los encuentros o habían empezado una relación romántica.
Si la cosa se complica quizás te pidan una relación NSA (de verdad utilizan el acrónimo y te dicen “I want a NSA relationship”, dejándote con cara de póquer). Se refieren a “No Strings Attached” (una relación sin ataduras) para especificar desde el principio que sí se pretende pasar tiempo juntos y cierto intercambio emocional, pero sin compromisos, ni obligaciones, ni exclusividad.Todo muy bien definidito.
De los varios otros términos asociados al sexo casual a mi me resulta particularmente gracioso el “walk of shame” o “paseo de la vergüenza”. Es típico estar desayunando un domingo en una terraza y que te digan “look, that’s a walk of shame!”, señalando a una chica con tacones, ropa de noche y maquillaje descompuesto revelando que no durmió en su casa. (el término es sexista pues en chicos se viviría más bien como un walk of proud -orgullo- que de shame).
El sexo sin compromiso te puede enamorar… ¿o ya estabas enamorado antes?
Recapitulando, Justin García asegura que uno de cada 3 o 4 encuentros sexuales planeados como estrictamente casuales termina en relación más duradera. Y seguro que muchos de vosotros/as habréis vivido alguna historia de amor inesperada tras un rollete que parecía irrelevante.
La explicación que la ciencia suele dar a ese enamoramiento “fortuito” es que cuando el sexo es bueno, tras el orgasmo se liberan grandes cantidades de oxitocina; una sustancia también llamada “hormona del amor” que cuando se segrega genera un estado de bienestar y sensación de apego hacia la persona que tienes al lado.
Esta química actúa, sin duda. Pero leyendo los datos del “Sexual hookup culture: A review” más bien parece que, por mucho que se disimule, tras esa pretensión de sexo sin ataduras existía ya una predisposición a –consciente o inconscientemente- crear nudos más fuertes. ¿Por qué entonces lo llaman sexo, cuando en realidad quieren decir amor…?
Por: Pere Estupinya | 12 de diciembre de 2013
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