martes, 10 de diciembre de 2013

En estos asientos no vuelan niños

 

Tres aerolíneas asiáticas crean “zonas tranquilas” en sus aviones prohibidas a los menores de 12

La medida es aplaudida por unos y tachada de discriminatoria por otros. ¿Llegará a Europa?


La primera vez que Tomás A., con nueve meses recién cumplidos, cogió un avión, su madre regaló caramelos y tapones de los oídos a los pasajeros vecinos. El señor mayor que roncaba como un oso cuatro filas más allá, los tipos trajeados que no pararon de pedir a voces botellitas de ginebra y las doce chicas de la despedida de soltera no tuvieron la misma deferencia con los pasajeros sentados a su alrededor. El bebé no lloró casi en aquel Madrid - México, y nadie usó los tapones. Pero incluso su madre dio por sentado, de antemano, que iba a molestar al resto del pasaje. Porque eso es lo que hacen los niños en los aviones, ¿no?
 
Hay quien lo cree tan a pies juntillas que está dispuesto a pagar más por su billete de avión a cambio de que le aseguren que no habrá menores cerca. Desde hace unos años un par de aerolíneas han creado zonas (de pago) libres de niños en sus cabinas.
 
“No es tanto una tendencia creciente, como un tema que despierta mucho debate”, explica por teléfono Andrew M. Wong, director en Singapur de Tripadvisor. Este portal de viajes (260 millones de visitantes únicos al mes) preguntó este año a 8.000 personas de nueve países: ¿Pagaría un extra por sentarse en una zona libre de niños en el avión? En torno al 20% de los europeos dijeron que sí (a los españoles lo que más les molesta a bordo es el clásico “los padres que no controlan a sus hijos”).
 
 Los más antiniños, los australianos: hasta el 61% estarían dispuestos a apoquinar por no escuchar el jolgorio infantil. “La razón es que toman vuelos más largos”, dice Wong. A más horas a bordo, menos tolerancia. En el otro extremo, al 11 % de los australianos, la existencia de este tipo de zonas segregadas les parece ofensiva. Porque el asunto tiene dos patas: el negocio y el fondo del asunto. Primero, ¿habrá cada vez más aerolíneas que ofrezcan este tipo de zonas?, ¿se llegarán a fletar aviones sin niños como ya existen hoteles solo para adultos? Y segundo, ¿deberían? ¿Es discriminatorio?
 
El negocio. Solo tres compañías, las tres asiáticas, ofrecen asientos sin niños en la costa. Una es una aerolínea tradicional, Malaysia Airlines, que no admite bebés en primera clase desde 2011 y que en 2012 ordenó a sus agentes de viajes que no reservaran asientos a los menores de 12 años en el piso superior de sus Jumbo. Las otras dos son low cost y comparten un enfoque semejante: por un extra, venden “tranquilidad”. AirAsia X tiene la Quiet Zone: por 25 euros más el pasajero se sienta en las filas 7 a la 14, detrás de Primera, vetadas a los menores de 12 años. Lanzada en febrero, 150.000 pasajeros han pasado por ella, explica por mail Azran Osman-Rani, director general de AirAsia X en Kuala Lumpur. “Este servicio se ha convertido en una tarifa clave para nuestro negocio, en el que la máxima preocupación es ofrecer opciones para personalizar la experiencia viajera”. En otras palabras, en Air Asia X la facturación de maletas, la comida, la elección del asiento, la almohada y la mantita se pagan aparte. Scoot, la bajo coste de Singapore Airlines, inauguró en agosto Scoot in Silence: por 14 dólares se disfruta de uno de los 41 asientos ubicados detrás de la clase Business en los que no se pueden sentar niños y que tienen 7.5 centímetros más de espacio para las piernas. El silencio es un extra más, como la cena, las películas o el equipaje. “Colectivamente estos cargos adicionales suman más del 20% de nuestros ingresos”, explica por mail el director general de Scoot, Campbell Wilson.
 
En el fondo se paga por dos posibilidades que pueden o no suceder en Turista: que se nos siente un niño cerca y que sea un niño molesto. ¿Por qué el chaval que no saca la nariz de su iPad no puede disfrutar de la zona tranquila? “Segregar a los menores en un avión es una discriminación injustificable”, dice tajante Jorge Cardona, catedrático de Derecho Internacional Público en Valencia y uno de los 18 miembros del Comité de Derechos del Niño de las Naciones Unidas que supervisa la aplicación de la Convención sobre los Derechos del Niño en los países que la han ratificado. “Una cosa es adoptar medidas sancionatorias que obliguen a mantener el comportamiento, por ejemplo dando un aviso o incluso expulsando a una familia escandalosa, y otra discriminar a un niño por serlo antes de ver siquiera cómo se comporta”. Para el catedrático, crear una zona sin niños es igual a crear una zona sin personas de una raza determinada, sin obesos o sin discapacitados intelectuales “porque a alguien le resultan molestos”. “Igual que un bebé, un enfermo de alzeihmer puede ponerse a llorar sin control. ¿Podríamos crear una zona sin ellos? Es impensable”. Y lo mismo, opina, va para los hoteles solo para adultos (la mayoría de las grandes cadenas españolas los tienen). “El límite del derecho de admisión es el respeto de los derechos fundamentales. El deseo de otros clientes de no tener niños alrededor no es una causa objetiva justificada para no admitir niños o no dejarles viajar en ciertos lugares”. Una denuncia, dice “estaría ganada”.
 
“No le quitamos sus derechos a nadie; de hecho, ofrecemos más opciones a nuestros clientes, en este caso, la opción de no ser molestados”, dice Campell Wilson desde Scoot. “El otro 90% del avión está disponible para todo el mundo”. En Air Asia X la respuesta es la misma. Marc Carillo, catedrático de Derecho Constitucional de la Pompeu Fabra, les da la razón. “Les ampara la libertad de empresa que les garantiza la disposición de sus medios materiales y personales para ofrecer el mejor servicio. Sí habría discriminación si se tratase de “una decisión tomada por un poder público, donde el canon exigible sobre el principio de igualdad es mucho más estricto”. También si se prohibiese el asiento a alguien de otra raza, “discriminación expresamente prohibida por los textos constitucionales”. Pero, según el catedrático, ni siquiera sería discriminatorio un vuelo completo que no aceptase niños, como no lo son los hoteles solo para adultos. “Las familias siempre podrán optar por otras compañías que ofrezcan vuelos sin distinciones. El problema discriminatorio podría plantearse si materialmente no fuese posible ejercer la opción de escoger otra compañía”, dice. Para el catedrático Jorge Cardona este tipo de segregación niega que el niño sea “un sujeto de derecho con la misma dignidad que un adulto”: “Se vuelve a las concepciones anteriores a la Convención de los Derechos del Niño, en las que el niño era un objeto con derecho a ser protegido”. “Los niños molestan, pueden viajar en otro lugar más conveniente’, es el mismo argumento que usaban los racistas con los indígenas”, dice. “Según la ley, lo que prima es el interés superior del niño y el principio de participación; es decir, el niño no ha de ser solo oído, sino también escuchado y su opinión tenida en cuenta”. Y si el niño quiere pagar por sentarse detrás de Business tiene el mismo derecho que cualquier otro pasajero. “El hecho de que la gente no se eche las manos a la cabeza con este tipo de cosas, como sí lo haría si vendiesen zonas libres de negros, obesos, ancianos o discapacitados solo demuestra que hay mucho trabajo por hacer”.
 
En la asociación de consumidores FACUA consideran que al menos en Europa nunca podría haber un avión que no admitiese niños. “Contravendría la Ley de navegación aérea de 1960 que permite excluir pasajeros solo por enfermedad contagiosa o por circunstancias que pongan en peligro o alteren el buen régimen de la nave”, explica su portavoz, Rubén Sánchez. Sobre las zonas sin niños plantea: “Parece más razonable, pero si el avión estuviese lleno de familias y solo quedasen asientos en esas filas, negarse a vender un billete a un niño o vendérselo antes a un adulto sería ilegal”. Y subraya: “Pero da igual, las aerolíneas hacen lo que quieren —cobran por facturar, por emitir el billete o por pagar con tarjeta, anuncian tarifas engañosas…— y las autoridades se lo permiten o les ponen micromultas”.
 
“Crear una zona sin niños en un avión es algo que una aerolínea de bajo coste que cubre largas distancias puede hacer con relativa facilidad y sin apenas sobrecoste: basta con que metan la orden en su sistema de reservas”, explica el experto de Tripadvisor . “Sin embargo, no me imagino a una aerolínea de toda la vida haciendo algo así sin dañar su imagen”. Segregar a los niños está feo, al menos hacerlo cobrando y para que no molesten a quienes más pagan. Pero cualquiera que haya viajado frecuentemente con menores se ha visto alguna vez rodeado de otras familias. El propio Tomás A., un niño muy viajado, voló recientemente a París con Air France en un avión donde los siete menores a bordo estaban sentados en las mismas 4 filas de la cola. Casualidad según la aerolínea que, como todas las compañías consultadas, niegan que su personal de tierra junte a los niños a bordo para facilitar el embarque/desembarque y hacer que el “jaleo”, de haberlo, se concentre en unas pocas filas.
 
Porque, volviendo al principio, los niños en los aviones son molestos, ¿no? ¿Se podría afirmar con la misma alegría que son molestos los hombres que se toman una copa, los mayores con pinta de roncar o las solteras? ¿Habría que decirles dónde sentarse?
 
Quizás lo que resulta molesto en los aviones son los demás. Así, en general. Quizás porque los aviones son lugares cada vez más incómodos, donde hay que esperar largas horas para llegar a un asiento menguante, solo a la medida de algunas personas (ni muy altas, ni muy corpulentas, ni muy delicadas), donde cada vez más a menudo hay que pagar por llevar maleta, por comer y hasta por la almohada... Quizás los bebés que lloran y patalean en brazos de sus apurados padres se limitan a expresar de manera contundente lo que muchos otros pasajeros están pensando, pero no se atreven a enunciar en voz alta.
 

‘Nannies’ a bordo

P.G.
En un espacio cerrado a 10.000 metros de altura el mejor educado de los angelitos puede convertirse en una pesadilla (y no, no siempre es culpa de los padres). Mientras algunas compañías crean zonas libres de niños para que quienes paguen más no tengan que oirlos, otras apuestan por ayudar a distraerlos. La más innovadora en su enfoque, Etihad Airways, de Emiratos Árabes, que acaba de lanzar un servicio de nannies a bordo.

En realidad, se trata de azafatas con un distintivo delantal naranja que han recibido formación en la prestigiosa escuela británica Norland. Expertas en títeres, manualidades y pintacaras, estas Mary Poppins —cuyo servicio es gratuito en todas las clases— ayudan a los padres a relajar, distraer, dormir y dar de comer a los más pequeños.
 
La mayoría de las aerolíneas tienen deferencias con los niños que pagan menos aunque ocupen asiento (los que van en brazos suelen pagar tasas y un 10% del billete) y pueden llevar todos los líquidos y cremas que quieran (en algunos controles aeroportuarios se ha obligado a los padres a abrir y probar los potitos). Las familias suelen embarcar con prioridad (aunque a veces ello signifique desembarcar los últimos) y algunas compañías, como Iberia, permiten llevar el carrito hasta la puerta del avión. Muchas tienen detalles como comidas especiales o pequeños juguetes.

 

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