Cuando somos pequeños pensamos que nuestros padres son asexuados. Y para muchos de nosotros es impensable imaginarnos una escena mínimamente sexual en la que estén nuestros progenitores implicados. Si hace algunos años (parece que fue ayer) era yo la que me negaba a creer que mis padres tenían vida sexual, ahora es mi hijo de 6 años el que me pregunta: "mamá, el sexo solo lo habéis hecho para tenerme a mi, ¿verdad?".
El niño no se cree lo de la cigüeña, pero tampoco concibe la sexualidad como parte de mi día a día si no hay una finalidad reproductiva. Siguiendo esta tendencia llegamos a adultos negando la sexualidad de sus mayores. Así, pensamos que en la tercera edad el sexo no existe.
Sin embargo, la encuesta Nacional de Salud y Sexualidad realizada el año 2009 entre casi 2000 ancianos heterosexuales, revelaba que más de la mitad de los hombres, un 62,3 por ciento, eran sexualmente activos, frente al 37,4 por ciento de mujeres. Estas cifras pueden parecer bajas, pero lo cierto es que dejan claro que la vida sexual en la tercera edad, sigue presente (Anne Cé habló en este espacio del tema).
El mismo estudio reveló que la frecuencia de las relaciones sexuales era de entre dos y cuatro veces al mes. Según mis cálculos, eso supone una vez por semana o una vez cada 15 días. Vale, a muchos os puede parecer que es muy poco, pero os aseguro que tengo amigas a las que, entre las tareas del hogar, los niños y el trabajo, lo que menos les apetece por la noche es el sexo. Incluso me atrevería a decir que la frecuencia de algunas parejas de la tercera edad es más alta que la de muchas parejas en edad fértil.
Y si bien es cierto que la frecuencia de las relaciones sexuales disminuye a partir de los 75 años, posiblemente debido a algunos problemas de salud, nuestros mayores, en general, continúan disfrutando del sexo.
De todas formas, esto es una afirmación algo atrevida por mi parte, porque…¿realmente disfrutan del sexo?
Con los años, las mujeres se liberan de la pesada carga que supone estar pendientes de un embarazo no deseado, y la llegada de la menopausia es bienvenida por muchas. Además, la jubilación quita responsabilidades y deja más tiempo de ocio a las parejas, proporcionando incluso un aumento del deseo sexual y, como consecuencia, un plus en la calidad de las relaciones sexuales.
Hasta aquí todo parece maravilloso, pero ¿hay algo que puede estropear esta segunda luna de miel? La salud podría ser una causa. La disminución de la lubricación vaginal, la disfunción eréctil, no sentirse atractivo/a, etcétera… son algunos de los hándicaps que nuestros mayores deben afrontar. Sin embargo, todos ellos tienen solución.
Aunque aún hay un problema: la falta de intimidad.
Recuerdo que un verano, mientras estudiaba, trabajé en un geriátrico haciendo suplencias como auxiliar. Después de comer, los abuelos se retiraban a sus habitaciones y se repartía la ropa limpia de la lavandería. Aunque las trabajadoras siempre llamaban a la puerta, la mala audición de los mayores y la poca agilidad para moverse ocasionaba más de una situación comprometida al entrar. Algunos residentes incluso habían optado por poner una silla y trabar la puerta durante la hora de la siesta. Me imaginé, a su edad, teniendo relaciones sexuales en esas condiciones y me entristeció pensar en la poca sensibilidad que hay con este tema.
Años después, trabajando en otros centros geriátricos, vi como algunas familias se oponían a que su familiar tuviera relaciones sexuales con su nueva pareja. Que su padre o su madre pudiera volver a disfrutar del sexo, después de quedar viudo o viuda, era impensable para algunos.
Creo que es necesario tener presente que la sexualidad forma parte de nuestra vida desde que nacemos hasta que morimos.
El sexo en la tercera edad debe dejar de ser tabú. Nuestros mayores tienen derecho a seguir disfrutando de esa necesidad básica, y no debemos ser nosotros los que añadamos más dificultades a las que ya, de por sí, suponen los años.
Por Olga De Llera 09 de diciembre de 2013
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