Amanecer en Londres. Grant Faint Getty Images
La luz por las mañanas pone en marcha nuestro reloj biológico, pero por las tardes es más fácil aprovecharla
En los debates sobre el cambio de hora, a menudo se acaba hablando de la luz. Los defensores del horario de invierno recuerdan la importancia de recibir luz natural por las mañanas, mientras que los partidarios del horario de verano apuntan que es mejor contar con horas de sol por las tardes, ya que es cuando se tiene más tiempo libre.
Si sale adelante la propuesta de la Comisión Europea, podríamos dejar de hacer el cambio de hora a partir de 2019. Aún no está claro si España se quedaría todo el año con el horario de invierno o con el de verano.
Mantener el horario de verano de octubre a marzo significaría que en diciembre en Galicia amanecería a las 10 de la mañana y en Cataluña sobre las 9:15. Es decir, muchos iríamos a trabajar o a clase a oscuras. En cambio, mantener el horario de invierno en primavera y verano supondría que en julio el sol se pondría a las 9 de la noche en Galicia y a las 8:15 en Cataluña, en lugar de una hora más tarde.
¿Pero es tan importante la luz? ¿Acaso no tenemos bombillas?
El despertador de nuestro cerebro
El reloj biológico de nuestro cerebro se pone en hora sobre todo gracias a la luz solar, como explica a Verne Emilio Sánchez Barceló, catedrático de Fisiología de la Universidad de Cantabria. No es la única señal que usa el cerebro, pero sí la más potente. Este reloj interno también se rige por la vida social, las horas de alimentación y la actividad física, añade Antoni Bulbena, catedrático de Psiquiatría de la Universidad Autónoma de Barcelona y director de investigación del Instituto de Neuropsiquiatría del Hospital del Mar.
La luz del sol ayuda a que el cerebro ponga en marcha los procesos que ayudarán a adaptar nuestro organismo a los niveles de actividad previstos, como escribe Sánchez Barceló en su libro Hicimos la luz... y perdimos la noche: efectos biológicos de la luz. En las primeras horas del día tenemos un nivel de alerta mayor, por ejemplo. Después de mediodía mejora nuestra coordinación motora y nuestro tiempo de reacción, y por la noche comienza la secreción de melatonina y baja nuestra temperatura corporal, preparándonos para dormir.
Necesitamos luz, más luz
Estamos expuestos a menos luz natural de la que necesitaríamos. Sánchez Barceló apunta que deberíamos exponernos a la luz solar al menos una o dos horas cada día, no solo para poner en hora nuestro reloj biológico, sino también para ayudar a nuestro organismo a sintetizar vitamina D, que contribuye a la calcificación de los huesos y previene la formación de algunos tumores.
“La falta de vitamina D era habitual en los países del norte, pero cada vez la vemos más en España”. Sánchez Barceló cita un estudio en el que los participantes, que llevaban fotómetros, solo recibían luz natural una hora al día, y eso que el estudio se hizo en California. Añade que basta con que el sol nos llegue a la cara y a las manos, “las partes del cuerpo que normalmente llevamos descubiertas”.
La luz, recuerda Bulbena, también puede prevenir la depresión estacional que afecta a algunas personas durante los meses con más oscuridad. En algunos casos, sobre todo en países con menos luz que España, se recetan tratamientos con lámparas terapéuticas. “Mejoran en pocos días”, apunta el médico.
Pero no vale cualquier luz
Sánchez Barceló recuerda que no sirve de nada despertar con un bonito amanecer si luego nos metemos en el metro y en la oficina. La luz artificial no es comparable a la natural, al tener una intensidad menor.
Además, por la noche la luz deja de ayudar para convertirse en un problema. Sobre todo en el caso de las luces azules de tabletas y móviles. Esta luz azul, más intensa que otros tipos de luces artificiales, inhibe la secreción de melatonina, que es la hormona que pone en marcha los procesos que activan el sueño y que comienza a segregarse con la oscuridad.
Por este motivo, advierten tanto Sánchez Barceló como Bulbena, es conveniente dejar las pantallas de lado unas dos horas antes de dormir, o, al menos, ajustar su iluminación para que sea más anaranjada, cosa que ya permiten muchos dispositivos.
Entonces, ¿es mejor el horario de invierno o el de verano?
El laboratorio de Cronobiología de la Universidad de Murcia recomienda quedarnos con el horario de invierno, ya que facilitaría un despertar más natural, con más luz, y podría ayudar a adelantar horarios y a mejorar el sueño.
Bulbena también considera que lo mejor es recibir luz natural por la mañana: “Es más higiénico. Con un despertar muy claro, con mucha luz, se ponen en marcha muchos procesos que damos por sentados al ser automáticos”.
Sánchez Barceló no lo tiene tan claro: “Es difícil dar una respuesta útil para todo el mundo”, apunta. Pero si nos basamos solo en la cantidad de luz que recibimos, cree que probablemente sería más beneficioso el de verano. Es cierto que la luz de la mañana nos ayuda a poner en hora nuestro ritmo biológico y tiene, por ejemplo, más efectos antidepresivos, “pero no sirve de nada si nos metemos en la oficina”.
En su opinión, la luz de la tarde “es más fácil de aprovechar, ya que suele coincidir con el tiempo de ocio”. Aunque si ese tiempo lo usamos para meternos en un centro comercial o en un bar, tampoco ganamos nada.
JAIME RUBIO HANCOCK
https://verne.elpais.com/verne/2018/10/23/articulo/1540305857_980949.html
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