miércoles, 31 de octubre de 2018

Locos por el poder: las enfermedades mentales de los poderosos del S. XX



Arriba: John F. Kennedy, Hitler y Stalin; abajo, Mao, Mussolini y Churchill.


Hitler era bipolar, Stalin eliminó a quien le diagnosticó que era paranoico, Churchill padecía depresión... Y las cabezadas de un Franco medicado

'Locura y poder' de quienes gobernaron el siglo XX. Un libro lo cuenta con ciencia


Sus decisiones cambiaron las vidas de millones de personas. Cambiaron el curso de la Historia. Todos conocen sus nombres -Stalin, Hitler, Churchill, John Fitzgerald Kennedy...- y lo que hicieron. Pero no las dolencias que podrían haberles influido en la toma de decisiones y trastocado sus mentes.

A esta tarea se ha entregado la abogada criminóloga Tania Crasnianski para componer 'Locura y poder. Los enfermos que gobernaron el siglo XX' (publicado por La Esfera de los Libros). Franco, por ejemplo, fue tratado de depresión y párkinson con un medicamento que lo anulaba y le hacía dar cabezadas de sueño. El equipo médico dirigido por el doctor Vicente Pozuelo le hacía escuchar el himno de la Legión o marchas militares con la esperanza de levantarle el ánimo.

Según lo que Crasnianski cuenta en su obra, «el dictador reinaba pero no gobernaba». Otro tanto le pasaría a Benito Mussolini, a quien su médico personal, el nazi Georg Zazhariae, enviado expresamente por Hitler para que tratara al Duce, le administraba Prostakrinium, un preparado a base de vesícula seminal y de próstata con el fin de tratar las frecuentes depresiones que dejaban fuera de combate al dictador italiano.

Lo cierto es que cada uno de los célebres personajes de 'Locura y poder' no se entendería sin la presencia de un médico a su lado. Esos galenos, en su mayoría desconocidos y en algunos casos sin escrúpulos, fueron espectadores privilegiados de la vida cotidiana de los poderosos. Sombra y a la vez confesores.

Pero también víctimas supuestamente de aquellos a quienes servían. Como el doctor Dmitri Pletnev, uno de los médicos que conocía como ningún otro a Stalin, por dentro y por fuera. Apareció muerto: sabía demasiado.

No muerto pero sí repudiado terminaría Max Jacobson, médico personal de JFK, tras el asesinato del presidente. No faltaron quienes desde el Partido Demócrata le acusaran de contribuir con sus pócimas al deterioro del mítico inquilino de la Casa Blanca.

Todos los nombrados, junto con Mao, Churchill o Hitler, tuvieron problemas depresivos, incluso bipolares, y no hicieron ascos a las anfetaminas ni a cualquier otro cóctel químico que les permitiera lucir vigorosos e indestructibles a pesar de sus problemas físicos o mentales. De Joseph Stalin, uno de sus médicos estaba convencido de que había perdido el juicio y aumentado su delirio. No iba desencaminado, a tenor de lo que cuenta la autora del libro que aquí extractamos.

¿Es posible dirigir una potencia mundial con una salud mental débil? Tania Crasnianski recoge unos datos sumamente ilustrativos: «De los 37 presidentes que ocuparon el cargo en EEUU entre 1776 y 1974, 18 de ellos (el 49%) presentaba problemas psíquicos en un sentido amplio del término: sobre todo depresión (24%), ansiedad (8%), trastornos bipolares (8%) y adicción al alcohol (8%), según un estudio publicado en EEUU en 2006. Si este estudio fuese más reciente, ¿qué diría de Donald Trump?, se pregunta la criminóloga. En resumen: ¿qué impacto tiene la enfermedad sobre el poder?


John F. Kennedy: yonqui de las anfetaminas y del opiáceo que mató a Prince

DIAGNÓSTICO. La depresión, los fuertes dolores musculares y óseos que padecía y el ansia de mostrarse siempre joven y vital habían llevado al presidente de los Estados Unidos a ponerse en manos del médico que le suministraba las anfetaminas a Marilyn Monroe. JFK, adicto a los analgésicos, era una farmacia ambulante.

SU MÉDICO. Max Jacobson, al que llamaban Doctor Bienestar. Un reputado internista de Nueva York al que acudían todo Hollywood y los más influyentes políticos. Hizo que el presidente luciera como un atleta, ágil, despejado y sonriente.

QUÉ TOMABA. Sobre todo una mezcla de anfetaminas y hormonas que le preparaba su médico. También analgésicos y barbitúricos (secobarbital y amobarbital) y demerol, un analgésico opioide parecido al fentanil, el mismo que mató en 2016 al cantante Prince.

CÓMO LE AFECTABA. Han Kraus, del equipo médico de la Casa Blanca, lo resumió así: «Ningún presidente con el dedo en el botón rojo debe tomar ese tipo de sustancias».


W. Churchill: hipocondriaco, depresivo y bipolar

DIAGNÓSTICO. Era depresivo, bipolar e hipocondriaco. «Lo que me atormenta es el deterioro de mi mente», le decía entre lamentos al hombre elegido para vigilar su salud. «Usted, que estudió estas cuestiones, debería estar en condiciones de remediarlo».

SU MÉDICO. Charles Moran, un prometedor doctor de 25 años cuando se hizo cargo de la salud de Churchill, paciente arisco. Cuando la melancolía lo atacaba, se refería a ella como «el perro negro».

QUÉ TOMABA. Además de fármacos para el riego cerebral, tomaba anfetaminas. Las primeras que ingirió se las había pasado a su médico, el doctor de JFK. Churchill estaba feliz. «La píldora es maravillosa. ¿Qué contiene? No pienso pedírtela muy seguido. Te lo prometo», inquirió a su doctor.

CÓMO LE AFECTA. Tras uno de sus ataques de melancolía profunda, que a veces retrasaba sus decisiones, le habría confesado a su médico que no le gustaban los balcones ni las vías de tren, por miedo a que un arrebato lo empujase a saltar.


Mao : la paranoia del Gran Timonel

DIAGNÓSTICO. Según su médico, El Gran Timonel chino sufría neurastenia, paranoia y párkinson, lo que, junto a la atrofia de sus músculos debido a la enfermedad de Charcot, lo obligaba a pasar largas temporadas recluido. Además, su adicción al sexo hacía que pasara largos días en cama, rodeado de concubinas, cada vez más numerosas y entregadas.

SU MÉDICO. Al doctor Li, médico personal de Mao hasta su muerte, le inquietaba la insaciable actividad sexual de su paciente y que su paranoia fuese a más. Mao, que tenía un hijo con esquizofenia, vivía apartado porque tenía miedo a ser envenenado.

QUÉ TOMABA. Somníferos, barbitúricos (veronal), pócimas de la medina tradicional china para intentar controlar su paranoia y placebos y cápsulas de glucosa para aplacar su adicción al sexo.

CÓMO LE AFECTA. En 1968, afectado por una neumonía, su paranoia va a más. Cree que su médico y los miembros de su corte quieren matarlo. Y hace purgas masivas.


Joseph Stalin: el bien, el mal, sanguijuelas y arterioesclerosis

DIAGNÓSTICO. Paranoico, con arterioesclerosis a la altura del cerebro. Se lo diagnosticaron en vida y lo confirmó la autopsia. El médico responsable del diagnóstico murió 24 horas después de hacer el informe. También padecía psoriasis, artritis y era propenso a las amigdalitis.

SU MÉDICO. El único en el que confiaba era Vladimir Vinogradov, judío, al que sin embargo Stalin ordenó detener acusándole de participar en el complot de los médicos para matarlo. Su predecesor, el doctor Pletnev, había aparecido muerto.

QUÉ TOMABA. Le aplicaban adrenalina para estimular su corazón y sanguijuelas en el cuello para bajar su presión sanguínea.

CÓMO LE AFECTA. Uno de los médicos que lo trataron, el doctor Myasnikov, dejó escrito: «La arterioesclerosis a la altura del cerebro habría alterado su juicio y aumentado su delirio persecutorio, y así habría influido sobre su toma de decisiones... Stalin quizás haya perdido la noción del bien y del mal...».


Adolf Hitler: un sádico con accesos de cólera y esquizofrenia

DIAGNÓSTICO. Depresión, histeria, esquizofrenia, sadismo, bipolaridad, accesos de cólera. Algunos historiadores consideran que la ingesta de productos químicos (tomaba 16 comprimidos al día) habría contribuido a trastornar aún más la mente del dictador.

SU MÉDICO. Theodor Morell, refinado y brillante clínico, era el único al que Hitler permitía que le pinchara las venas para ponerlo de nuevo en pie. Fue el primero que le diagnosticó episodios de angustia y fuerte depresión.

QUÉ TOMABA. Derivados de la morfina, cocaína, anfetaminas y varias pociones desconocidas, fruto de la brujería del galeno alemán. Como las famosas vitamultin-calcio, cuyos ingredientes exactos se ignoran. También hormonas masculinas y esteroides para luchar contra la depresión.

CÓMO LE AFECTA. Según un informe de inteligencia de EEUU durante la II Guerra Mundial, en el cerebro de Hitler convivían dos personalidades: una femenina y sumisa y otra autoritaria y... sádica.



PACO REGO
30 OCT. 2018 16:54
https://www.elmundo.es/cronica/2018/10/30/5bd5b136ca474166758b460b.html

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