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- La experta ve problemas en la aplicación de la renta básica universal
- Asegura que la sociedad no está preparada para usar el coche autónomo
Tras varias décadas dedicadas al estudio de la inteligencia artificial, la profesora británica Margaret Boden asiste a sus 81 años a la explosión que vive hoy en día esta disciplina, convencida de que su mayor limitación es "la falta completa de comprensión de las reglas humanas".
"Los sistemas dotados con inteligencia artificial pueden resolver un problema aritmético, pero no tienen todas las respuestas. No entienden el contexto de las cosas", explica Boden, para quien resulta fundamental que la sociedad comprenda, de una forma general, cómo funciona esta tecnología.
"No todo el mundo tiene que aprender a programar, pero sí necesita tener una idea práctica tanto de su potencial como, lo que es más importante aún, de las limitaciones de la inteligencia artificial", añade Boden, que defiende que el aprendizaje se incluya desde ya en el sistema educativo.
La experta, en Madrid para participar en la Thinking Party organizada esta semana por la Fundación Telefónica, ha reflexionado sobre el impacto de la inteligencia artificial en el mercado laboral. "Los trabajos van a cambiar enormemente. Eso seguro. Muchos tipos de trabajos cambiarán enormemente", apunta la experta, que prevé que surgirán "nuevos trabajos muy cualificados", como analista de datos, muy demandados, y que se perderán otros muchos.
El talón de Aquiles de los robots
En su opinión, sin embargo, se mantendrán aquellos empleos que requieren de destreza manual en circunstancias variadas. "Si eres fontanero, no hay problema. No vas a perder tu trabajo", asegura Boden, profesora en el Departamento de Informática de la Universidad de Sussex (R. Unido) y que fue investida oficial de la Orden del Imperio Británico por sus servicios a la ciencia cognitiva.
Si el paciente decide fiarse sólo de la máquina, comete un error, porque la máquina no puede ofrecer la terapia conversacional que ofrece el terapeuta
Esto se debe a que los robots son especialmente buenos en tareas repetitivas, que pueden replicar con facilidad, pero "por ahora" son "realmente malos" en actividades que impliquen destreza en circunstancias imprevistas.
En cuanto a las profesiones basadas en empatía y la comprensión humana, Boden cree que también aquí habrá pérdidas de puestos de trabajo humanos porque "hay idiotas" que piensan que se puede reemplazar al terapeuta por sistemas de inteligencia artificial.
Reconoce que estos sistemas pueden tener ventajas para detectar síntomas de depresión o para aquellas personas a las que les resulta muy embarazoso contarle ciertas cosas a un ser humano, "pero si el paciente decide fiarse sólo de la máquina, comete un error, porque la máquina no puede ofrecer la terapia conversacional que ofrece el terapeuta".
"En un mundo ideal, la gente que cuida de otra gente, como los enfermeros o los profesores, tendrían que tener los estatus más altos y los mejores salarios. Pero todos sabemos que no vivimos en un mundo ideal", señala.
Los problemas de la renta básica universal
Al ser preguntada si los Gobiernos se están preparando suficientemente para hacer frente a ese mundo automatizado en el que se perderán muchos empleos humanos, Boden responde con ironía que "suficiente es una gran palabra", pero sí cree que "están despertándose".
A su juicio, la renta básica universal citada como estrategia a seguir por la administración en varios estudios supone "al menos dos problemas": de dónde sacar el dinero para financiarla y el hecho de que no soluciona los efectos psicosociales de la falta de empleo, como es la falta de intereses y de motivación.
"Es absolutamente necesario incrementar la educación en artes y humanidades, ya que mucha gente las necesitará para llenar su tiempo", asegura.
En un mundo en el que la inteligencia artificial es ubicua y está presente ya en nuestros móviles o en nuestros hogares, Boden no se atreve a predecir cuándo serán realidad nuevos avances como pueden ser los coches autónomos, ya que, asegura, no se trata tanto de una cuestión tecnológica, sino de decisiones políticas y de si la sociedad está preparada para usarlos. ¿Y lo estamos?: "No", responde de forma tajante.
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