Mientras algunos expertos e instituciones lo relacionan con el cáncer, otros quitan importancia a su supuesto peligro
El glifosato es un herbicida de amplio espectro no selectivo, el más utilizado en la actualidad tanto en agricultura como en jardinería, que ha sido calificado por la OMS como “probablemente cancerígeno”. Esto ha dado lugar, entre otras acciones, a una iniciativa ciudadana a nivel europeo, que recogió más de un millón de firmas, solicitando a las autoridades competentes su prohibición.
“El glifosato es un arma de destrucción masiva, que no solo afecta a la biodiversidad del agua y del suelo, sino también a la salud de las personas”, afirma el responsable de Agricultura de Greenpeace España, Luis Ferreirim. “Al ser un herbicida de uso masivo, sus daños potenciales aumentan, como demuestra una sentencia reciente en Estados Unidos que da la razón a un jardinero víctima de un cáncer a causa del uso reiterado de este producto”.
Glifosato
El glifosato es un arma de destrucción masiva, que no solo afecta a la biodiversidad del agua y del suelo, sino también a la salud de las personas”
La función del glifosato es, en palabras del biólogo especializado en valoración de riesgos naturales, Álvaro Bayón, actualmente investigador predoctoral en la Estación Biológica de Doñana, “eliminar las malas hierbas en grandes cantidades sin discriminar las plantas por tipo”. Pese a que Monsanto fue durante muchos años el titular de la patente, “hace 18 que la patente no es de nadie, de manera que cualquier laboratorio lo puede producir, es barato y se degrada con bastante rapidez, lo que significa que según las circunstancias la degradación puede oscilar entre 2 días y algo más de 100”.
Diversos estudios han señalado que el glifosato puede resultar tóxico para los polinizadores, un motivo más, según Greenpeace, para prohibir su uso. Bayón señala, por su parte, que bastaría “con aplicar el glifosato antes de que las plantas florezcan, cuando aún no hay flores, para evitar los daños sobre las abejas”.
Varios estudios han señalado que el glifosato puede ser tóxico para los polinizadores
Para entender el posicionamiento de la OMS acerca del glifosato es fundamental tener en cuenta, continúa Bayón, “que la OMS no es una sola cosa, sino que está compuesta por diversos grupos de estudio, de los cuales cuatro se han pronunciado sobre el glifosato. Mientras tres de ellos aseguran que no es probablemente cancerígeno, solo uno, la International Agency for Research of Cancer (IARC), lo incluye en este grupo, concretamente el 2A, el de las sustancias probablemente cancerígenas”. En este segmento encontramos, además del glifosato, agentes tan dispares como “la carne roja, las bebidas calientes o trabajar de peluquero”, que estarían al mismo nivel que este herbicida en cuanto a su posible impacto sobre el cáncer.
Para entender la clasificación, Bayón explica que “en el grupo 1 se encuentran las sustancias calificadas directamente como cancerígenas, como la radiación ultravioleta o el tabaco, y en el grupo 2B, que corresponde a las ‘posiblemente cancerígenas’ encontramos, entre otros, el café o las ondas del móvil, que estarían en un nivel ligeramente inferior que el glifosato en cuanto a sus posibles efectos cancerígenos”.
Glifosato
La International Agency for Research of Cancer (IARC), lo incluye en el de las sustancias posiblemente cancerígenas
Tanto la European Food Safety Authority (EFSA), la mayor autoridad sanitaria europea, como la Agencia Europea de Sustancias Químicas han concluido, en sendas investigaciones, que el glifosato no implica riesgo de cáncer para las personas, lo que contradice las conclusiones de la IARC. “Pese a que los primeros estudios sobre este herbicida indicaban mucha toxicidad, especialmente en agua, la última revisión de 2016 ya le atribuye una toxicidad entre baja y muy baja, y concluye que no existe una relación directa entre el glifosato y la aparición de linfomas”, el tipo de cáncer asociado a este químico, explica Bayón.
Para Greenpeace, ambos organismos “han basado sus investigaciones en estudios elaborados previamente por Monsanto”, lo que, según Ferreirim, resta credibilidad a las conclusiones, además de que, por lógica, “las autoridades sanitarias deberían primar el principio de precaución para proteger al consumidor por encima de todo”. Si esto no ocurre es, continúa Ferreirim, “porque el glifosato es el herbicida más vendido del mundo, y existen una serie de intereses que se encuentran por encima del bien común”. En este sentido, Bayón alerta sobre uno de los grandes escollos a la hora de hacer estimaciones sobre el glifosato: “la IARC califica el impacto del glifosato cuantitativamente, pero no cualitativamente, lo que impide analizar con exactitud el nivel de riesgo real”.
Glifosato
Las autoridades sanitarias europeas han concluido que no implica riesgo de cáncer para las personas
Algunas instituciones, sin embargo, sí que han aplicado ese principio de precaución del que hablaba Ferreirim, como el Ayuntamiento de Barcelona, uno de los primeros en prohibir su uso en la jardinería pública. Según Frederic Ximeno, comisionado de Ecología del consistorio barcelonés, esta iniciativa se debe a dos motivos: “por un lado, tomar medidas ante las advertencias de la OMS y, por el otro, apostar por modelos de ciudad más verdes, lo que supone un reto para el ciudadano, que se encuentra con más hierbas, más verde y un modelo de ciudad al que no estaba acostumbrado”.
En este sentido Greenpeace coincide en que “en muchas ocasiones no es necesario erradicar las malas hierbas, ya que son fuente de alimento de muchas especies y una buena forma de conservación de los suelos”, explica Ferreirim, que aplaude la iniciativa barcelonesa de “dejar que las plantas hagan su función”.
El Ayuntamiento de Barcelona ha prohibido su uso en la jardinería pública
No lo ve así Bayón, quien alerta que esta iniciativa puede ser un “arma de doble filo”, ya que “las malas hierbas en una ciudad son el refugio ideal para pulgas, garrapatas, chinches o incluso ratas”, lo que podría dar lugar a problemas de salud pública, por no hablar de la aparición de especies invasoras en territorio urbano. “Solo en los alcorques y en las grietas de las aceras de Valencia, por ejemplo, encontramos creciendo descontroladamente cuatro especies invasoras diferentes, algunas de ellas extremadamente tóxicas, que se reproducen fácilmente, muy rápido, y son capaces de desplazar o matar otras plantas con mucha facilidad”.
En este sentido, Bayón insiste en que “las cantidades de glifosato que se usan en las ciudades son muy bajas, pues este herbicida se presenta diluido para no generar impacto y existen unas dosis establecidas para garantizar que no sea tóxico”.
Las malas hierbas en una ciudad son el refugio ideal para pulgas, garrapatas, chinches o incluso ratas”
Greenpeace recuerda, sin embargo, que “la FAO ha advertido recientemente que nuestro modelo de agricultura está agotado, mientras que el Panel Intergubernamental para el Cambio Climático urge a reducir un 45% las emisiones de gases de efecto invernadero en la próxima década”, explica Ferreirim, para quien la solución es, sin lugar a dudas, “apostar por la agricultura ecológica y buscar otros sistemas de control de plagas, que pueden ser desde la rotación de cultivos, el uso de abonos verdes o los acolchados, es decir, la cobertura de las malas hierbas mediante materiales naturales. Estos tres métodos, además, mejoran la calidad del suelo y evitan el uso de químicos”.
Bayón, por su parte, asegura que “la agricultura es per se una actividad antiecológica, pues no es más que plantar una misma planta una y otra vez. Por otro lado, no me atrevería a afirmar que permitir que crezcan malas hierbas sea más sostenible que eliminarlas, pues necesitas más espacio para producir, lo que también supone un impacto ambiental considerable”.
Según algunos expertos, la alarma por el glifosato se debe a la ‘quimiofobia’ actual
Para Bayón, esta alarma social contra el glifosato “se debe, en buena parte, al problema que tenemos con la quimiofobia, pues ya solo los nombres de determinadas sustancias tienden a asustar, cuando en realidad todo lo que existe en el universo es química”. El científico asegura que “vivimos en la falacia de lo natural, y tendemos a valorar un producto por su origen, en lugar de por lo malo o bueno que sea en realidad, con hechos probados”. En su opinión, y con las últimas revisiones científicas en la mano, el glifosato es seguro “siempre que se sigan las recomendaciones de las autoridades en cuanto a las dosis”.
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