lunes, 15 de octubre de 2018

Las nuevas guerras del hambre


Una mujer abraza a un niño malnutrido en el hospital de Saná, Yemen. Khaled AbdullahREUTERS

De Yemen a Siria, pasando por Sudán del Sur, se extiende el uso de hambruna inducida como arma en conflictos

Las tácticas van desde el bombardeo de convoyes humanitarios al cierre de carreteras o la matanza del ganado


El hambre siempre ha formado parte del escenario bélico desde los conflictos de la Antigüedad. Hasta el Apocalipsis le tiene reservado uno de sus cuatro jinetes. Es un arma de guerra de primera magnitud que resulta fácil de aplicar, no deja huellas y se ejecuta de forma silenciosa. No se trata de la falta de alimentos que todo enfrentamiento provoca, sino de la estrategia intencionada de privar al enemigo de comida para que acabe muriendo.

Aunque se trata de un gravísimo crimen de guerra, nunca se ha juzgado a nadie por ello. Por desgracia, se trata de una práctica que se ha puesto de moda. En Yemen la usa a diario la coalición que dirige Arabia Saudí con la población sitiada. El mes pasado se publicó que 5,2 millones de niños, toda una generación, pueden fallecer por falta de alimentos. La culpa no es de las malas cosechas, ni una plaga, ni la inflación de precios. Forma parte de un plan para matar de hambre a la población.

Manuel Sánchez Montero, director de Incidencia de Acción contra el Hambre, asegura que "es una forma de provocar la muerte que no salta a los titulares como las armas químicas o los bombardeos indiscriminados. Puede hacerse de muchas maneras: bombardeando las vías de abastecimiento de alimentos o cerrando las carreteras simplemente con un 'checkpoint'", dice. "A veces se consigue también destruyendo cosechas, almacenes de alimentos o robando los pequeños 'stocks' que guardan las familias para momentos de carestía. O se mata al ganado, que deja de proporcionar carne y leche. Otros envenenan los pozos de agua".

Un genocidio sin balas

El gran maestro del hambre inducida fue Joseph Stalin. En los años 1932 y 33, durante la colectivización de la Unión Soviética, sus políticas provocaron lo que se llamó el 'holodomor', es decir, una hambruna artificial que causó la muerte de entre 1,5 y cuatro millones de ucranianos. Para muchos se trata de un genocidio que no necesitó balas, sino un desabastecimiento general de alimentos para reprimir las protestas antisoviéticas.

Este acontecimiento fue denunciado por los nazis, que también usaron el hambre en el asedio de Leningrado. En casi tres años, de una población de tres millones de habitantes la ciudad pasó a 1,8 millones. La falta de alimentos llevó a la población a alimentarse de palomas, gatos y ratas. También hubo actos de canibalismo y compraventa de cadáveres.

Manuel Sánchez Montero recuerda otro clásico del hambre como arma de guerra: "El bombardeo de las colas del pan", una práctica que remite a la guerra siria, donde se sitiaron barrios enteros en los que se dejó morir de hambre a la población. El más célebre fue el campo de refugiados palestinos de Yarmuk, con 18.000 habitantes hacinados en los peores momentos de la guerra, donde el Ejército de Bashar Asad cortó todas las vías de abastecimiento y no permitió a Naciones Unidas repartir alimento alguno. En Guta el dictador hizo exactamente lo mismo y provocó cientos de muertos por hambre. En la actualidad, hay 17 territorios que siguen bajo asedio en Siria.

David del Campo, director de Acción Humanitaria de Save the Children, cree que "son estrategias militares en toda regla, con Yemen, con su bloqueo humanitario, como más flagrante ejemplo de ese plan para hacer daño no a los soldados o a los terroristas, que no tendrán problemas para encontrar comida. Se trata de una práctica indiscriminada contra los civiles, un crimen de guerra".

800 millones pasan hambre

En 1992, la ayuda humanitaria y los alimentos que la ONU llevaba a Somalia para paliar la hambruna eran secuestrados por los señores de la guerra e intercambiados en otros países por armas. Más de 500.000 personas murieron por falta de alimentos y EEUU acabó interviniendo para asegurar que los repartos se llevaran a cabo. Desde entonces, el país del cuerno de África ha sufrido varias hambrunas provocadas por la mano del hombre.

Hoy son 800 millones de personas las que pasan hambre. De ellos, al menos 500 millones viven en zonas de conflicto y sufren este tipo de hambrunas inducidas. Se trata de un delito contra el Derecho Internacional Humanitario y, por desgracia, sus perpetradores gozan de total impunidad porque es un crimen difícilmente demostrable.

El hambre no es inocente. En Sudán del Sur es una decisión política. Desde la sangrienta guerra contra el vecino del norte en los años 90, los señores de la guerra saben cómo administrarla con éxito. Cerrando las carreteras al comercio para generar desabastecimiento y atacando los convoyes humanitarios y hospitales. Las hambrunas, declaradas o no, se suceden en áreas rebeldes de todo el país, mientras el Gobierno las desabastece a propósito.

En otros escenarios, el hambre inducida también avanza: zonas ocupadas por Boko Haram, territorios tuareg del norte de Mali o las regiones rohingya que aún quedan en Birmania. Pocas armas de destrucción masiva resultan más letales.


ALBERTO ROJAS
14 OCT. 2018 01:53
http://www.elmundo.es/internacional/2018/10/14/5bc21650ca4741be418b465d.html

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