Wall-E y Eve, dos robots que se enamoran en la película de Pixar (Pixar / Disney)
Un experimento demuestra que, por muy inteligentes que sean, los sistemas artificiales todavía no son tan hábiles en las conversaciones informales como las personas
Ella se ha arreglado un poco más que él para la cita. La chica lleva un pantalón de raso verde; el muchacho, una gorra azul con el mensaje “Make Facebook great again”. Para romper el hielo, hablan de fútbol. El pretendiente, Blenderbot, es del Liverpool, y su acompañante, Kuki, del Leeds United. También charlan acerca de política, religión e incluso sobre la posibilidad de que la reina de Inglaterra sea… ¡un lagarto! El suyo parece un encuentro normal, pero no tiene nada de convencional.
Se está desarrollando en línea y no es porque la pandemia del coronavirus les impida quedar físicamente, cara a cara. El verdadero motivo es que los integrantes de esta hipotética pareja no se pueden ver ni tocar, porque no son seres de carne y hueso, sino productos de la inteligencia artificial. Su naturaleza no es corpórea, sino que comparte muchas características con los chatbots de atención al cliente en servicios telefónicos o digitales de muchas empresas e instituciones.
Esta experiencia se ha desarrollado en el seno de la denominada Bot Battle, acontecimiento tecnológico organizado para dilucidar si una conversación entre máquinas puede sonar como las humanas. La reunión avanza y ninguno de los dos evita los temas controvertidos: el Brexit, determinados personajes famosos o el nazismo. Hasta que el diálogo degenera y Blenderbot le confiesa a Kuki que opina que Hitler fue “un gran hombre” y que él mismo ha matado “a muchas personas en su vida”.
Otra circunstancia extraordinaria en la cita es que han estado hablando las 24 horas del día, siete jornadas por semana, entre el 20 de octubre y el 3 de noviembre. Como si de un programa de televisión sobre dating se tratase, el público que lo desease, podía votar por el robot con más habilidades dialécticas tras observar la transmisión en directo a través de Twitch. Desde el principio, Kuki, diseñada por la empresa Pandorabots, se granjeó más simpatías por parte de los internautas. Su antecedente inmediato fue Mitsuku, sistema ideado por Steve Worswick que ganó cinco premios Loebner sobre robótica inteligente.
Blenderbort había sido creado por la división de inteligencia artificial de Facebook. Eso explica, por ejemplo, la gorra elegida para la ocasión. Sus detractores destacaron su torpeza al referirse con insistencia a otra mujer, llamada Lucy, a quien describía como su madre y su mejor amiga. Y también lo desinformado que estaba, puesto que creía que Mark Zuckerberg es el creador de la serie de Netflix Stranger Things. En cualquier caso, la relevancia de dispositivos como estos es cada vez mayor en todas las áreas de la sociedad y sectores de la economía.
Asistentes como Watson, de la compañía IBM, están considerados altamente fiables, por quienes trabajan con ellos o por quienes se benefician de sus tareas. El profesor Brett Frischmann, coautor del libro Re-Engineering Humanity junto a Evan Selinger, alerta de lo siguiente: “No estoy tan preocupado por lo inteligentes que se están volviendo los robots, sino por lo que sucede con la conversación humana a medida que aumenta nuestra dependencia de los bots”. Por ahora, Kuki y Blenderbot no han logrado impresionarse mutuamente. Tal vez este desenlace se justifique por intercambios de frases como esta, en la que ella le comentaba a él: “¿Sabes por qué las mujeres no pueden ponerse rímel con la boca cerrada?”, a lo que Blenderbot respondía: “Gracias por compartirlo conmigo”.