miércoles, 17 de febrero de 2021

¿Hasta qué punto funcionarán las vacunas?

 



La covid puede convertirse en endémica. Los gobiernos deben empezar a pensar en cómo afrontar esa situación


Incluso los milagros tienen sus límites. Las vacunas contra el coronavirus han llegado antes y han funcionado mejor de lo que muchos se atrevían a soñar. Sin ellas, la pandemia amenazaba con cobrarse más de 150 millones de vidas. Sin embargo, a medida que el mundo se arremanga y se vacuna, también queda claro que es un error esperar que las vacunas acaben con la covid-19. En realidad, la enfermedad circulará durante años y lo probable es que se convierta en endémica. Cuando apareció, los gobiernos se vieron sorprendidos. Ahora tienen que pensar en el futuro.

Decir que la vacunación un milagro no es ninguna exageración. En el plazo de poco más de un año desde que el virus fuera reconocido, los médicos han administrado 148 millones de dosis. En Israel, el campeón mundial en vacunaciones, los ingresos hospitalarios entre menores de 60 años que no han recibido la vacuna son más altos que nunca; pero entre el grupo ampliamente vacunado de los mayores de 60 años ya son inferiores casi en un 40% al máximo alcanzado a mediados de enero y seguirán disminuyendo. 

Aunque las vacunas no logran impedir todos los casos leves y asintomáticos, sí que parecen evitar mayoritariamente la muerte de pacientes y las infecciones más graves que requieren ingreso hospitalario, y eso es lo que de verdad importa. Las primeras pruebas indican que algunas vacunas también detienen la propagación del virus. Eso frenará en gran medida la pandemia y, por lo tanto, facilitará la relajación de los confinamientos sin provocar una oleada de casos que lleve a la saturación de las unidades de cuidados intensivos. Esos hallazgos, y muchos más, se irán afianzando en los próximos meses a medida que dispongamos de más datos.

Sin embargo, a pesar de todas estas buenas noticias, el coronavirus aún no ha dicho su última palabra a la humanidad. La Covid-19 seguirá campando a sus anchas. Da cada vez más la impresión de que lo más probable es que el virus encuentre un hogar permanente en los seres humanos. Semejante hecho tiene importantes consecuencias sobre la necesaria respuesta de los gobiernos.

Enfermedad endémica

Lo más probable es que el virus encuentre un hogar permanente en los seres humanos

Una de las razones de la persistencia del coronavirus es que fabricar y distribuir suficientes vacunas para proteger a los 7.800 millones de habitantes del planeta supone una tarea hercúlea. Ni siquiera Gran Bretaña, que está vacunando a la población a un ritmo más rápido que cualquier otro gran país, terminará antes de mayo con los mayores de 50 años. Además, es posible que la potencia de las dosis disminuya y que sea necesario aplicar refuerzos. 

Más allá del mundo rico, el 85% de los países todavía tiene que empezar sus programas de vacunación. Los miles de millones de personas que viven en ellos seguirán siendo un terreno propicio para el virus hasta no hayan notado el pinchazo de la aguja en el brazo, lo que quizá no ocurra antes de 2023.

Otra razón de la persistencia de la Covid-19 es que, aunque las vacunas consiguen que el SARS-CoV-2 sea menos infeccioso y protegen a las personas de la muerte, las nuevas variantes virales están deshaciendo parte de esos logros. Por un lado, las que tienen más éxito son más infecciosas: entre un 25% y un 40% en el caso de la B.1.1.7 detectada por primera vez en Gran Bretaña. La infección se rige por las vertiginosas matemáticas del crecimiento exponencial, de modo que los casos y las muertes se acumulan rápidamente aunque la variante no sea más mortal. Para conseguir un determinado nivel de supresión viral, se hace necesario un distanciamiento social más estricto.

Además, las nuevas cepas podrían mostrar resistencia a las actuales vacunas. Las variantes encontradas en Brasil y Sudáfrica también podrían vencer la inmunidad adquirida gracias a una infección previa. La esperanza es que esos casos sean más leves, porque el sistema inmunitario habrá sido preparado por el primer encuentro con la enfermedad. De todos modos, aunque sea así, el virus seguirá circulando, encontrando a personas desprotegidas y es lo que hacen los virus desarrollando nuevas cepas, algunas de las cuales serán mejores a la hora de eludir las defensas que las sociedades establecen contra ellas.

Más allá del mundo rico

El 85% de los países todavía tiene que empezar sus programas de vacunación

Y la tercera razón por la que el SARS-CoV-2 persistirá es que el rechazo a la vacunación hará que mucha gente siga siendo un objetivo para el virus. Un total de 10 millones de británicos son vulnerables a la enfermedad como consecuencia de su edad o de dolencias subyacentes. Los modelos sugieren que, sólo con que el 10% rechazara vacunarse y se abandonara el distanciamiento social con el virus circulando a niveles elevados, el resultado sería un formidable pico de infecciones y muertes.

En realidad, es probable que la proporción de la población total que permanezca sin vacunar sea mucho mayor que en la anterior hipótesis. Las vacunas aún no están autorizadas para los niños. En muchos país, las comunidades minoritarias, que son las más vulnerables a la infección, suelen tener menos confianza en el gobierno y el estamento médico. Incluso entre algunos cuidadores, hasta la mitad rechaza la vacunación, a pesar de haber visto en primera línea los estragos de la Covid-19. 

Con las nuevas variantes

Se necesita que alrededor del 80% de la población total sea inmune para llegar al umbral en el que remite la epidemia

Con las nuevas variantes, se necesita que alrededor del 80% de la población total sea inmune para que una persona infectada transmita la enfermedad a menos de un contacto de media, el umbral en el que remite la epidemia. Será una tarea difícil.

Por todas estas razones, los gobiernos deben empezar a hacer planes que consideren la Covid-19 como una enfermedad endémica. Hoy la tratan como una emergencia pasajera. Para ver cómo difieren esas formas de pensar, pensemos en Nueva Zelanda, que ha intentado librarse de covid cerrando sus puertas al mundo. De ese modo ha mantenido en sólo 25 el número de muertes registradas, pero una política tan draconiana carece de sentido como defensa permanente: Nueva Zelanda no es Corea del Norte. A medida que los neozelandeses vulnerables se vacunen, el país se verá sometido a una presión creciente para que abra sus fronteras y, por lo tanto, para que empiece a tolerar infecciones y muertes ocasionadas por una Covid-19 endémica.

En todo el mundo, los gobiernos tendrán que decidir cuándo y cómo pasar de las medidas de emergencia a unas políticas que sean económica y socialmente sostenibles de forma indefinida. La transición resultará difícil en términos políticos en lugares que hayan invertido mucho en verse libres de covid. Y donde más en China, un país con un ritmo muy lento de vacunación. El Partido Comunista ha definido los casos de Covid-19 como inaceptables y una amplia circulación de la enfermedad como una señal de la decadencia de las democracias occidentales.

La nueva coronormalidad


La adaptación a la convivencia con la Covid-19 comienza con la ciencia médica. Ya se ha empezado a trabajar en el ajuste de las vacunas para conferir protección contra las variantes. Esos pasos deberían ir acompañados de una mayor vigilancia de las mutaciones que se están propagando y de una aceleración de las aprobaciones reglamentarias de las dosis de refuerzo. 

Mientras tanto, serán necesarios tratamientos para salvar a un mayor número de personas de la muerte o de los casos más graves de la enfermedad. El mejor resultado sería una combinación de inmunidad adquirida, dosis periódicas de refuerzo de vacunas modificadas y un abanico de terapias que garanticen que la Covid-19 rara vez sea una amenaza para la vida. Ahora bien, ese resultado no está garantizado.

En la medida en que la medicina por sí sola no puede impedir los brotes letales de Covid-19, la responsabilidad recae también sobre el comportamiento, como ha ocurrido durante la mayor parte de la pandemia. Sin embargo, más que en los confinamientos nacionales y los cierres de escuelas durante meses, que tienen un precio enorme, la responsabilidad debería recaer en mayor medida sobre los individuos. Hábitos como el uso de mascarillas pueden convertirse en parte de la vida cotidiana. Los pasaportes de vacunación y las restricciones en los espacios concurridos podrían convertirse en obligatorios. 

Los pasaportes de vacunación y las restricciones en los espacios concurridos podrían convertirse en obligatorios

Las personas vulnerables tendrán que mantener una gran vigilancia. Quienes rechacen vacunarse pueden esperar educación sanitaria y palabras de apoyo, pero una protección limitada. El deseo de las personas de vivir su vida será, en última instancia, difícil de reprimir; incluso en autocracias como China, que pueden ser reacias a dejar atrás la tolerancia cero.

La persistencia de las infecciones agudas y la “covid larga" crónica y debilitante hace que la próxima etapa de la pandemia parezca sombría. Aun así, por más que no hayamos acabado por completo con la Covid-19, la situación es infinitamente mejor de lo que podría haber sido. Y el mérito es de la ciencia médica.

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De The Economist, traducido para La Vanguardia, publicado bajo licencia. El artículo original, en inglés, puede consultarse en www.economist.com.

Traducción: Juan Gabriel López Guix

THE ECONOMIST