lunes, 15 de febrero de 2021

Los obstáculos de China para indagar el origen del covid-19 reavivan la hipótesis del laboratorio




Un guarda de seguridad trata de impedir al fotógrafo tomar imágenes del Instituto de Virología de Wuhan. (EPA)

China trata de modificar el relato y convencer al mundo de que el virus comenzó en otra parte y llegó a Wuhan a través de alimentos congelados. Mientras, las pruebas en su contra se acumulan


La primera víctima española de la pandemia se llamaba Fernando D.R. Este valenciano de 69 años falleció el 13 de febrero de 2020 como consecuencia del virus SARS-CoV-2, que adquirió en un viaje a Nepal. En el año que ha pasado desde entonces, el covid-19 ha acabado también con la vida de decenas de miles de personas en España —entre 64.200 y 85.700, según las estimaciones de Sanidad y el INE— y más de 2,3 millones en todo el mundo, pero seguimos sin saber cómo comenzó todo.

Esta semana, el equipo de investigadores que la Organización Mundial de la Salud envió a Wuhan (China) para investigar los orígenes de la pandemia ha vuelto con las manos prácticamente vacías. Sus principales conclusiones han sido que el virus es de origen animal, pero seguimos sin saber cómo saltó a los humanos y comenzó a expandirse de una forma tan explosiva.

Para el jefe de la misión de la OMS, el danés Peter Ben Embarek, las principales hipótesis siguen siendo un huésped intermedio entre los murciélagos y los humanos o bien que el virus llegara a China de cualquier otro lugar a través de un alimento congelado. Sin embargo, los 17 expertos internacionales y sus colegas chinos no consideraron una tercera posibilidad: que ese virus escapara del Instituto de Virología de Wuhan, donde se investigan coronavirus de murciélagos y donde se recogen muestras de docenas de especímenes virales recolectados por toda China.

"La hipótesis de un incidente en el laboratorio es extremadamente improbable para explicar la introducción del virus dentro de la especie humana", resumió Embarek.

Esta idea, que apareció muy al principio de la pandemia rodeada de varias teorías de la conspiración, ha ido tomando forma como respuesta a la falta de respuestas por parte de China, donde los medios ‘oficiales’ han empezado a difundir cada vez más la posibilidad de que el virus se originara fuera de China y llegara a Wuhan a través de comida congelada. Ahora, cada vez más científicos están alzando la voz exigiendo una investigación seria.

Ninguno de ellos sugiere que el virus fuera creado como un arma biológica ni que fuera liberado a propósito, simplemente que un accidente pudo desencadenar la introducción del virus en los seres humanos, justo como sucedió en China en 2004 con el primer SARS. De hecho, cuando se habla de 'lab leak' no tienen en la cabeza una escena de película en la que un frasco con virus se cae al suelo; más probablemente un escenario más mundano, como alguien no debidamente protegido que se contagia accidentalmente durante un trabajo de campo en alguna cueva, por ejemplo.

En esta historia se mezcla la virología con la política, la economía con la leyenda y la estrategia comercial con la propaganda. Evidentemente, hay mucho en juego y el gobierno de Estados Unidos ha saltado a contrarrestar las especulaciones de Pekín que sugieren orígenes alternativos para el covid-19. Han dicho que no aceptarán las conclusiones de la OMS si ellos no han sido capaces de verificarlas de forma independiente. Peter Daszak, uno de los virólogos que han formado parte de la misión a China, ha respondido: "No confíen demasiado en los servicios de inteligencia estadounidenses".

Pero antes de seguir con la lucha geopolítica, empecemos por las evidencias científicas disponibles.


No se creó en un laboratorio, pero...

No sabemos exactamente cómo empezó la pandemia, pero sí sabemos cómo no empezó: con el SARS-CoV-2 siendo creado artificialmente en un laboratorio, algo que generó no pocas teorías de la conspiración. Poco después de que China liberara el genoma del virus a mediados de enero de 2020, los primeros análisis realizados al mismo permitieron concluir con cierta seguridad que este coronavirus no podía haber sido manipulado, sino que parecía un coronavirus de murciélago muy similar a otros ya estudiados. Paralelamente aparecieron otras teorías, incluso que el nuevo virus contenía secuencias incrustadas del VIH, que lograron cierta difusión pese a ser prontamente desacreditadas.

Además del SARS-CoV original, existen otros coronavirus muy parecidos a este. Sus parientes más cercanos, el RaTG13 y el RmYN02, fueron descubiertos por primera vez en 2013 y 2019 en la provincia de Yunnan, a 1.600 kilómetros de Wuhan. Además de estar lejos, no son tan cercanos al SARS-CoV-2 —el RaTG13 tiene más de 1.100 nucleótidos de diferencia con el coronavirus actual— como para poder hablar de predecesores inmediatos. Hay una o varias piezas que siguen faltando en la evolución genética del virus y en la naturaleza no se han encontrado aún.

Alina Chan, una investigadora postdoctoral en biología molecular del Instituto Broad —el centro de investigación impulsado por Harvard y el MIT donde se han hecho importantes descubrimientos en genética— es uno de los nombres propios en la investigación detectivesca de esta hipótesis de la fuga del laboratorio como origen del virus. Su viaje en este inusual campo de investigación comenzó en mayo de 2020.

Desde entonces, Chan y otros científicos de todo el mundo han ido acumulando otras evidencias que les han llevado a pensar que la hipótesis de que el virus escapó por accidente de un laboratorio —y más concretamente, de uno de los tres centros de investigación en virología que hay en Wuhan, uno de los cuales almacena un enorme inventario de coronavirus de murciélagos— no era una idea tan descabellada.

Era una idea peligrosa para que un científico la pronunciara en voz alta, eso sí. Durante meses, Chan y otros científicos han visto sus sugerencias envueltas en conspiranoia o en publicaciones sensacionalistas, alentadas también por las acusaciones del presidente Donald Trump, quien desde el principio sugirió esto mismo: que el virus fue creado o bien escapó de un laboratorio chino. "No sabemos si salió del Instituto de Virología de Wuhan", dijo también Mike Pompeo a finales de abril, "no sabemos si surgió del mercado o de algún otro sitio".

Ahora que Trump ha abandonado el escenario principal y el debate sobre el origen del virus se ha desinflamado en Estados Unidos, las voces que reclaman una investigación de verdad o, directamente, que señalan al Instituto de Virología de Wuhan están resurgiendo.


La tesis del huesped intermedio no prospera

En parte, porque la tesis inicial —que un pequeño murciélago de herradura transmitió el SARS-CoV-2 a un huésped intermedio, probablemente un pangolín, que a su vez fue introducido en el mercado desde donde el virus saltó a sus primeras víctimas humanas— no se sostiene. Varios autores, incluido Jordi Serra, de la Universidad de Barcelona, han publicado que la afinidad de los receptores ACE2 del pangolín hacia el coronavirus es bastante baja, por lo que ya va siendo hora de "exonerar" a esta especie de la acusación de haber contagiado al primer humano. Para más inri, no había pangolines en el mercado de Wuhan a finales de 2019.

El caso es que la teoría oficial sobre el origen de la pandemia está construida con unos pilares muy precarios. Volviendo a Alina Chan, en marzo del año pasado empezaron a aparecer noticias advirtiendo de que el virus tenía una estabilidad genética notable, es decir, que no estaba mutando muy rápidamente, lo cual sorprendió a esta investigadora.

Chan consultó la literatura científica publicada sobre el SARS de 2003 y vio cómo en los primeros casos analizados en aquella epidemiam, el virus que acababa de saltar desde las civetas a los humanos estaba sufriendo muchas mutaciones, imprescindibles para poder adaptarse a la especie que era su nuevo medio de supervivencia. En un 'pre-print' publicado en bioRxiv junto a un compañero genetista, describieron que las muestras recogidas en el mercado de marisco de Wuhan eran casi idénticas al virus humano aislado, lo que significa que aquellas primeras personas que se infectaron en diciembre de 2019 lo hicieron de otros humanos y no de un animal intermedio que hiciera de reservorio, como se pensaba entonces.

Además, "nos sorprendió descubrir que el SARS-CoV-2 exhibe una baja diversidad genética en contraste con el SARS-CoV", cuya diversidad se mantuvo alta hasta más o menos la mitad de su fase epidémica, cuando ya habían pasado unos meses y estaba bien adaptado a los seres humanos. ¿Pero dónde había estado el nuevo virus todo ese tiempo necesario hasta adaptarse a su nuevo huésped?

Roger Frutos y Jordi Serra, los autores de la exoneración del pangolín, sugieren una teoría alternativa para la zoonosis del coronavirus a la que maneja todo el mundo. Habitualmente se habla de infección por derrame cuando dos especies suelen interactuar con cierta frecuencia y el patógeno de una de ellas alcanza un umbral de transmisibilidad para poder saltar a la otra. La alternativa al 'derrame' que proponen ha sido bautizada como 'modelo de circulación', por la que el SARS-CoV-2 llevaría un cierto tiempo circulando por varias especies, incluida la humana, pero sin hacer mucho ruido, ya que el virus no se adaptaría demasiado bien a nuestros receptores, hasta que de repente algo provocó un cambio: "Según el modelo de circulación, lo que realmente supone el motivo de la epidemia es simplemente un evento accidental, es decir, una mutación, recombinación o reordenamiento en el genoma del virus".

Es algo parecido a lo que está ocurriendo ahora con las variantes británica, sudafricana o brasileña del virus, y algo que lleva ocurriendo desde el principio. Según revelaba este trabajo, la mutación D614G en la proteína 'spike' del virus creó una forma más transmisible del SARS-CoV-2 que azotó Europa a principios de febrero del año pasado.


Quién es quién en esta trama

Hay varios personajes con un papel importante en toda esta historia, aunque su contribución al origen de la pandemia está aún lejos de ser demostrada. En el centro de todo está la viróloga china Shi Zhengli, subdirectora del Instituto de Virología de Wuhan (en inglés, Wuhan Institute of Virology o WIV) y una de las mayores expertas mundiales en coronavirus de murciélago. De hecho le debemos a ella el descubrimiento de que el covid-19 era provocado por un virus procedente de este animal.

El Departamento de Estado yanqui, en un 'fact sheet' publicado a principios de este año, dice textualmente: "El Gobierno de los Estados Unidos tiene razones para creer que varios investigadores dentro del WIV enfermaron en otoño de 2019, antes del primer caso identificado del brote, con síntomas consistentes tanto con covid-19 como con enfermedades estacionales comunes. Esto plantea dudas sobre la credibilidad de la afirmación pública de la investigadora principal del WIV, Shi Zhengli, de que hubo "cero infecciones" de SARS-CoV-2 o virus relacionados con el SARS entre el personal y los estudiantes del WIV".

Shi cometió también la ingenuidad de confesar a la revista 'Scientific American' que cuando el 30 de diciembre de 2019 llegaron las primeras muestras de pacientes con covid-19 a su laboratorio para ser analizadas, se le pasaron varias cosas por la cabeza. "Nunca me esperé que este tipo de cosas ocurrieran en Wuhan, en la China central", por el hecho ya comentado de que ese tipo de coronavirus, como el SARS, fueron identificados mucho más al sur, en provincias subtropicales como Yunnan, Guangxi o Guandong. "¿Podría haber salido de nuestro laboratorio?", recuerda que pensó.

La viróloga llegó a la conclusión de que no, dado que más de la mitad de los primeros infectados habían pasado por el mercado de Huanan; y además, el CDC chino había relacionado el virus con uno muy parecido encontrado en pangolines. Desde entonces, la viróloga nunca ha vuelto a hablar en los mismos términos, mucho más desde que fuera identificada como el centro de mil y una conspiraciones sobre pandemias premeditadas para impulsar la economía china o armas biológicas.

Pero las dudas que vertió en aquel artículo siguen lejos de resolverse.

El siguiente personaje es el ya citado Peter Daszak. Experto en zoonosis y presidente de la organización EcoHealth Alliance, este británico ha servido durante más de 15 años como puente entre Occidente y Oriente con el objetivo común de evitar la próxima pandemia. Básicamente, su organización recibe financiación de instituciones interesadas en prepararse contra estas amenazas, como los Institutos Nacionales de Salud (NIH) estadounidenses, y subcontrata a instituciones como el Instituto de Virología de Wuhan para hacer el trabajo de campo y explorar cuevas remotas en busca de posibles candidatos a virus pandémicos.

Daszak forma parte de los dos principales esfuerzos por comprender el origen del SARS-CoV-2 y cómo saltó a los hombres: la misión de la OMS y otra, más académica, organizada por la revista 'The Lancet'. Conoce a Shi Zhengli y ha colaborado con ella desde hace muchos años, por lo que su elección en ambas misiones de investigación ha estado rodeada de suspicacias por sus conflictos de interés.

En una entrevista con CNN durante el viaje a China, Daszak habló de los productos congelados como "pistas clave", y concretó que se refería a animales susceptibles a los coronavirus como el hurón o el tejón, cuyos cadáveres se encontraron congelados para su venta en el mercado de Wuhan, procedentes de países del Sudeste Asiático. El británico citó como evidencia para esta hipótesis todo el trabajo realizado por sus colegas chinos; y pese a que todas las muestras congeladas analizadas en meses previos han dado negativo en SARS-CoV-2, esta es para él la línea de investigación con un mayor potencial.

Los medios estatales chinos llevan pregonando esta teoría desde, al menos, otoño del año pasado. "Wuhan es donde el coronavirus se detectó por primera vez pero no donde se originó", dijo en una conferencia el 19 de noviembre Zeng Guang, antiguo epidemiólogo jefe del Centro Chino para el Control y la Prevención de Enfermedades. De alguna forma, la teoría imperante del mercado húmedo y los animales exóticos cargados de patógenos sigue dejando al país asiático como un lugar insalubre y expuesto a que sucedan este tipo de eventos infecciosos. Imponer la teoría de que el virus no solo llegó de otra parte sino que lo hizo inadvertidamente a través de productos congelados en los que el SARS-CoV-2 puede sobrevivir resulta mucho más beneficiosa para el relato de país moderno que el Gobierno de Xi Jinping quiere proyectar.


El relato se rompe

El decepcionante resultado de la investigación de la OMS ha añadido más gasolina a este debate, y de hecho la mayor parte de las noticias sobre la rueda de prensa con las conclusiones se centraron, precisamente, en la negativa de los expertos a reconocer la plausibilidad de la hipótesis del laboratorio.

Esta semana, la revista 'Nature' recogía la opinión de virólogos como Angela Rasmussen de la Universidad de Georgetown, quien insistía en seguir investigando los interrogantes que aún quedan, ya que "ninguna investigación sobre los orígenes del virus se completa en dos semanas", que es el tiempo que la misión ha permanecido en China.

Además, paralelamente al anuncio de las conclusiones, han comenzado a aparecer noticias deslizando que, incluso aunque China dio el visto bueno a la lista de científicos que investigaría los orígenes de la pandemia, las tiranteces entre unos y otros han surgido igualmente. El microbiólogo australiano Dominic Dwyer, quien es un veterano en este tipo de misiones e incluso participó en la del SARS de 2003, ha declarado a la cadena ABC que "fue muy complicado y muy tenso. Ciertamente, hay presión política, y creo que la presión en realidad está más hacia el lado chino que hacia el nuestro". Según relata, fueron acompañados en sus reuniones en todo momento por empleados de Asuntos Exteriores y que en ciertos momentos hubo tensión, ya que "a veces era difícil entender cómo llegaban a ciertas conclusiones y hubo diferencias de opinión con respecto a eso".

Este viernes, el 'Wall Street Journal' publicó además que China se negó a proporcionar a los investigadores de la OMS los datos individualizados en crudo para entender cómo los primeros pacientes habían contraído el covid-19, lo que es práctica habitual en cualquier investigación epidemiológica. Según dijo el propio Dwyer, se limitaron a ofrecerles una especie de resumen y análisis de los casos, elaborados por ellos mismos.

Por desgracia para los intereses chinos, la OMS no parece resignarse a dar carpetazo a la investigación. A diferencia de las manifestaciones de Embarek o Daszak, en su última comparecencia, el director general Tedros Adhanom Ghebreyesus tildó a la misión de "importante ejercicio científico en circunstancias muy complicadas" y confirmó que, a día de hoy, ninguna hipótesis está cerrada.

En 2003 se tardó unos meses en descubrir cómo el SARS-CoV había saltado al hombre desde las civetas y apenas unos días en identificar el origen del rebrote que se produjo en un laboratorio de Pekín.

Científicamente no es un reto imposible obtener la respuesta a cómo empezó realmente esta pandemia, pero hacerlo sin colaboración china es casi imposible.




Por
Antonio Villarreal
14/02/2021 - 05:00
https://www.elconfidencial.com/mundo/2021-02-14/covid-19-investigacion-origenes-del-virus-china_2948780/