jueves, 8 de diciembre de 2022

¿Cómo nos alimentaremos si Internet sufre un apagón general y prolongado?



La venta online de los supermercados desaparecería, cargando todo el peso a los establecimientos físicos Getty Images/iStockphoto



Uno de los problemas más graves sería la gestión de la mercancía en los almacenes de alimentos o la imposibilidad de pagar con tarjeta en los supermercados



A cuatro comidas del caos. Este es el título del segundo capítulo de Error 404: ¿Preparados para un mundo sin Internet? (Editorial Debate, 2022) de Esther Paniagua. En el ensayo, fundamentado y tecnológicamente plausible, esta periodista especializada en ciencia, tecnología, y ciberseguridad expone los motivos por los que es altamente probable que Internet colapse y que todo deje de funcionar en algún momento. Un escenario que los expertos llevan años intentando desenredar porque en ese nudo de problemas crecientes se verían afectados, claro está, los cimientos del sistema alimentario que ha hipotecado su porvenir a la tecnología y no tanto a las personas.

“Es un efecto dominó: comienza siendo una molestia y pasa a ser un caos cuando empieza a cundir el pánico. Todo se vuelve una competición: por la comida, por los medicamentos, por la gasolina. Es una cuestión de supervivencia”, escribe la autora. Un instinto de supervivencia que se asomó al precipicio durante la pandemia con las imágenes de estantes vacíos en los supermercados, pero que en este caso se agudizaría en un periodo de tiempo sorprendentemente corto. “Se considera que cuarenta y ocho horas es el plazo límite para el caos en el paso de un estado de normalidad a otro de crisis. Como le gusta decir al Servicio de Seguridad del Reino Unido, el M15, “estamos a cuatro comidas de la anarquía”. A cuatro comidas del caos. Podemos quitarnos capas de comodidad, pero en el momento que no tenemos acceso a los alimentos, a los medicamentos vitales o al agua, ya solo se trata de mantenerse en vida a toda costa”.

Porque tras un primer día de compras compulsivas y colas kilométricas en los supermercados, entre las mil y una cosas que dejarían de funcionar estarían los métodos de pago. “La imposibilidad de pagar por medios electrónicos y la escasez de cajeros automáticos con servicio mantendrían bajos los niveles de consumo”, escribe Paniagua. Así pues, los alimentos estarían enfrente de las narices de los ciudadanos, pero nadie los podría comprar ni consumir propiciando reyertas, tumultos y saqueos.

Un escenario que parece sacado de una serie de ciencia ficción, pero que cada vez da más atisbos de realidad al multiplicarse los ataques cibernéticos de los piratas informáticos. Internet no es humano, pero tiene puntos débiles. A modo de ejemplo, lo que ya ha sucedido con los supermercados Llobet o la cooperativa Sant Jaume. Los primeros sufrieron un caos en el almacén porque no sabían cómo organizar 12 mil alimentos. Los segundos, no podían ordeñar sus vacas porque desapareció el historial de miles de animales y la sala de ordeño dejó de funcionar. “No estamos sensibilizados y es algo que nos puede pasar a todos. Lo vemos muy alejado de nuestra realidad. El año pasado me invitaron a una charla de ciberseguridad y pensé que no era un asunto para nosotros”, dijo Ignasi Llobet, director general del grupo de supermercados. En ese momento, lo último que podía imaginar el empresario era que el 16 de enero de 2002 las pantallas de los ordenadores del grupo de supermercados mostrarían un mensaje amenazante: “Todos vuestros archivos han sido encriptados. Tendréis que pagar la desencriptación en bitcoins y el precio dependerá de vuestra rapidez contactando con nosotros”.

Portada libro error 404

Portada del libro 'Error 404' 

 Instagram

Ante este panorama surgen preguntas incómodas: ¿Estamos preparados para alimentarnos sin Internet?, ¿es posible devolver el sistema alimentario al mundo de antes de la existencia de Internet o no hay marcha atrás?, ¿cuáles serían las consecuencias directas e indirectas de la desconexión: habría ganadores y vencidos?

“Constantemente se dan casos de empresas tecnológicas que reciben ataques. Se quedan tres meses sin servicio y se ven obligadas a crear un comité de crisis con expertos en ciberseguridad que acaban cambiando todo el sistema añadiendo una doble verificación en cada paso”, dice Albert Prados, profesional de las IT con experiencia en el campo de la hostelería con más de 15 años como profesional certificado SAP, una herramienta que permite ejecutar funciones de analítica de alto rendimiento mediante tecnologías combinadas y análisis predictivos desde la nube. “Es como empezar de cero porque nunca se recuperan algunas aplicaciones. Si esto sucede en empresas preparadas para recibir ataques informáticos, ¿qué puede suceder en empresas alimentarias sin estos mecanismos de defensa?”. En la misma línea se mueve Ebrahim Mesaleh, ingeniero informático experto en portales y plataformas web. “Uno de los puntos clave sería evaluar si la contingencia es temporal o no. Es muy diferente un ataque como el que han sufrido los supermercados Llobet, que tiene una afectación a corto-medio plazo, que una caída de los sistemas centrales”. En el caso de un apagón general, los dos expertos coinciden en citar varias fases o afectaciones en cadena.

Constantemente se dan casos de empresas tecnológicas que reciben ataques. Se quedan tres meses sin servicio y se ven obligadas a crear un comité de crisis con expertos en ciberseguridad

Albert PradosProfesional de las IT

Planes de contingencia de los supermercados

A corto plazo sería un drama para el sistema alimentario actual, pero las grandes empresas alimentarias serían capaces de activar planes de contingencia una semana después del gran apagón.“Empresas como Carrefour o Mercadona tendrían la capacidad para empezar a trabajar off-line”, pronostica Prados. “Quizás podrían utilizar métodos de cobro como los que funcionaban en las autopistas: cuando el coche pasaba por el peaje, esa tarjeta de crédito no se conectaba inmediatamente al banco. Se recopilaba el registro al final del día y se pasaba por el banco. Ahora bien, empresas medianas o mercados municipales lo tendrían crudo a nivel de pago, porque no se podría gestionar el cobro y la comunicación con los bancos. Es decir, ¿se podría seguir ordeñando la leche de la vaca? Sí, claro. La vaca sigue estando ahí aunque no exista Internet. Pero las máquinas están conectadas a una base de datos que lee el pendiente de la vaca para garantizar un historial, un control sanitario y un orden. Se podría seguir sacando leche a las vacas, pero harían falta 30 personas para suplir a esa máquina; 30 personas que no tendrían asegurado el sueldo o quizás se las debería pagar con leche. Y el pago con especias ya supondría el hundimiento total”.

Pago con datáfono y teléfono móvil

El pago con datáfono y teléfono móvil dejaría de funcionar si Internet colapsara 

 Getty Images/iStockphoto

A más avanzados tecnológicamente, peor solución

Irónicamente, en caso de apagón total de Internet, se invertirían los papeles y los más avanzados digitalmente serían los más rezagados. “De hecho, los bares y restaurantes familiares, las cooperativas vecinales, los pequeños artesanos, productores y agricultores, que por voluntad propia o ideología trabajan a pequeña escala (negocios que no te cobran con datáfono o tarjeta de crédito porque quieren dinero en mano) son los que inicialmente aguantarían el chaparrón”, aventura Mesleh. “Es decir, se giraría la tortilla en el sistema alimentario y resurgiría la resiliencia digital. Por una vez tendrían razón los catastrofistas que nunca han querido utilizar el dinero de plástico”.

El problema de los pequeños productores que seguirían funcionando es que caerían en el mismo problema que los grandes, pero a medio o largo plazo

Ebrahim MeslehIngeniero informático

Aunque no serían todo de color de rosa para los más pequeños, ya que existiría riesgo real de morir de éxito. “El problema de los pequeños productores que seguirían funcionando es que caerían en el mismo problema que los grandes, pero a medio o largo plazo. Más que nada, no estarían preparados para absorber las ventas masivas. Además, también llegaría el momento en el que deberían comprar algo a alguien”, dice Mesleh.

Caos en el almacén: sólo Internet sabe dónde está cada alimento

Hay que dejar claro que si cae Internet, cae absolutamente todo empezando por los suministros: luz, agua y gas. Y uno de los problemas más graves sería la gestión de la mercancía en los almacenes de alimentos. “Si se apaga Internet, literalmente no tendrían ni puñetera idea de lo qué se tiene y lo que no más allá de donde alcance la vista del mozo de almacén”, dice Albert Prados. “Sabrían que el primer palé es de bricks de leches, ¿pero y el que hay detrás? La solución sería acumular trabajo de hormigas: poner al personal a revisar todo el stock con un listado a papel para saber cuántas botellas de aceite o latas de cerveza quedan. Imagina los almacenes infinitos de Amazon en los que todo está robotizado y donde sólo el sistema informático sabe lo que hay en cada palé. O en Mercabarna… nadie sabría dónde está la carne de ternera o las sardinas ni de dónde procede cada producto porque la información del etiquetado dependería de un sistema que ha caído y se ha quedado sin referencias”.

Mujer revisa cajas almacenadas de alimentación

La gestión de las mercancías sería uno de los problemas a los que se enfrentarían las empresas con la caída de Internet 

 Getty Images/iStockphoto

Centrarse en el árbol, no en el bosque

En grandes cadenas de supermercados, el colapso estaría garantizado porque no habría forma humana de evitar lo inevitable. “Lo primero que sería necesario es descentralizar todo el sistema: centrarse en tu árbol y no en el bosque”, dice Mesleh como profesional que ataja los problemas ante caídas súbitas del servicio de páginas web. “Y ese proceso de descentralización es muy complicado porque supondría deshacer un sistema que las grandes cadenas de supermercados llevan décadas puliendo para que todo funcione de forma impecable”.

Si se apagara Internet cada tienda de Carrefour debería de pasar a trabajar de manera independiente. Esto sería un caos porque llevan demasiado tiempo funcionando de otra manera

Ebrahim MeslehIngeniero informático

De aquí que un apagón de este calibre haría reflexionar a muchas grandes empresas de que tal vez valdría la pena pensar en sistemas más descentralizados. “Más de una de las grandes entendería que no se puede perder la capacidad de seguir funcionando de manera autónoma; por el hecho de formar parte de una cadena no hay que dejar de aprender a funcionar a nivel tienda. Todo está unificado en bases de datos troncales en las que el estocaje de productos depende de sistemas únicos. Es decir, si se apagara Internet cada tienda de Carrefour debería de pasar a trabajar de manera independiente. Esto, que a priori parece fácil de organizar, sería un caos porque llevan demasiado tiempo funcionando de otra manera”.

Vista cenital de un Supermercado

El fin de Internet también afectaría a la luz y al sistema de seguridad de los supermercados, muchos controlados por domótica 

 Getty Images

Y es que gestionar la vuelta atrás y volver a una comunicación personal eficaz podría suponer meses de trabajo. “La gente debe entender que el problema no sería un diálogo de película en el que la cajera del supermercado le dice a la clienta que el datáfono no lee su tarjeta de crédito: el apagón de Internet supondría quedarse sin luz en la tienda y sin sistema de seguridad. Incluso habría casos en los que el supermercado se quedaría con las puertas abiertas sin la posibilidad de cerrar los accesos para evitar el pillaje”, garantiza Prados ante la dependencia domótica de muchos negocios. “Las empresas que más problemas tendrían para descentralizar su negocio serían las que funcionan por volumen más que por calidad de la transacción. Para modelos de negocio como McDonald's, que vende la misma hamburguesa en China que en España, generar una resiliencia local a varios niveles muy probablemente supondría su fin porque se comería el margen de beneficio en el que basan su rentabilidad”.

La tormenta perfecta para la inseguridad laboral

Muy probablemente aparecerían problemas graves entre el personal. “Desde negarse a trabajar con las nuevas condiciones desconocidas hasta incluso a no tener la certeza del cobro. La inseguridad laboral sería de tal calibre que nada estaría garantizado y muchos se negarían a trabajar de una forma distinta a la acordada por contrato”, dice Ebrahim Mesleh. “Sería una resistencia al cambio pero a lo bestia. Al final, suplir el trabajo de las máquinas con personas que dependen de máquinas para hacer su trabajo generaría la tormenta perfecta. ¿Cómo se activa un plan B si los que tienen que realizarlo lo rechazan en masa?”, se pregunta con tino.

Los ricos también ganan

Lo que sería una supuesta buena noticia para algunos, por la eliminación de los productos procesados y la caída del gran capital, sería insostenible a nivel global. El problema sería alimentar a la población mundial sólo con pequeños productores. “Por supuesto que se llegaría al punto de poner en riesgo la alimentación básica. Al menos, así sería para las capas menos pudientes de la sociedad. Se generaría una inflación altísima en el precio de los alimentos ante la falta de suministros. Y cuanto más se alargara en el tiempo, todo iría a peor”, asegura Mesleh. “En el caso de un apagón a largo plazo se abriría un marco nuevo que supondría dejar de confiar en Internet volviendo a redes privadas para negocios concretos con la capacidad de comunicarse con proveedores y clientes”. Algo que ya ha existido con bancos y se ha intentado plantear con sectores críticos como los hospitales. “Sin duda, este sería un punto de partida muy curioso para salir del bache: ¿quiénes serían los más afectados y los más favorecidos ante la magnitud del cortocircuito?”.


Marc Casanovas