viernes, 29 de diciembre de 2023

Compartir la ubicación como demostración de amor: "El que no lo hace es infiel"



Foto: EFE.



Las funciones para compartir tu localización están teniendo un uso inesperado. Los más jóvenes las están utilizando para saber dónde están sus parejas, amigos o familia en todo momento




Todo el mundo ha compartido alguna vez la ubicación de su móvil, sea para encontrarse con alguien que está en un lugar abarrotado de gente o tener una mayor tranquilidad si vas a pasar por algún sitio que no parece muy seguro. Es algo que seguramente has hecho en ocasiones puntuales y durante unas horas o minutos. Sin embargo, ahora hay un caso de uso que está cogiendo cada vez más fuerza (sobre todo, entre los más jóvenes).

"El otro día me monté en un autobús y había dos chicas jóvenes sentadas atrás, tendrían 16 o 18 años. Una de ellas contaba que estaba perdiendo la confianza en su pareja porque no compartía la ubicación en todo momento. Le decía que si dejaba de compartir la ubicación a las tres de la mañana, cómo no iba a desconfiar. La otra le decía que estaba igual con su novio. Me quedé un poco loco. ¿Es normal esto ahora?", cuenta Juan (nombre ficticio), de 33 años.

La respuesta es que sí. Para cada vez más gente, compartir la localización de forma permanente es una especie de demostración de amor, cariño o confianza, ya sea la pareja, algún amigo cercano o la familia, donde también se lleva tiempo normalizando para controlar lo que hacen los hijos (sobre todo, si son menores).

Los usuarios de iPhone suelen utilizar la aplicación nativa de Apple y, esta misma semana, Google ha lanzado una nueva función dentro de Maps para afinar esta funcionalidad. Es algo que busca evitar que aplicaciones diseñadas específicamente para compartir ubicación ganen más terreno. Basta con echar un vistazo a cómo han aumentado las búsquedas en Google relacionadas con este tema en los últimos años. En España, la más extendida es Life360. En la tienda de apps de Android, acumula 100 millones de descargas y ocupa el puesto 2º de la categoría Estilo de vida, por encima de Amazon Alexa o Google Home. En los iPhone también arrasa, colándose en el top 10 de redes sociales (está categorizada así) de la App Store.

Ana, de 20 años, es una usuaria habitual de Life360, donde está conectada con su madre, tía, prima y abuelo. "La app es muy útil, porque te avisa de los movimientos, se actualiza bastante rápido y además te indica hasta el porcentaje de la batería del móvil de la otra persona", cuenta en conversación con El Confidencial, donde explica por qué empezó a usarla. "Me fui una semana a Jaén con la universidad y a ella [su madre] siempre le ha dado mucho miedo que salga de noche, así que imagínate estando en otra provincia. Me lo sugirió y siempre he tenido muchísima confianza, así que no me ha supuesto ningún tipo de molestia. Es más, casi nunca se mete a ver dónde estoy".

Sin embargo, usar esa app le llevó a una situación un tanto desagradable con la que entonces era su expareja. "Ahí la historia es completamente distinta. Tenía celos sin sentido porque decía que andaba por zonas en las que no solía estar, casi siempre miraba por dónde iba o me decía que le estaba engañando", continúa, remarcando que compartir la ubicación "es algo que va de la mano de la confianza y personalidad de la otra persona, pero no es buena idea si es alguien controlador".

No es difícil encontrar actitudes de este tipo en redes sociales como X, antes conocida como Twitter. "El que no comparte la ubi es un infiel", asegura un usuario, mientras que otra compartía el emoji de cara de decepción junto al siguiente mensaje: "Dice que me ama, pero no me comparte su ubi". Incluso hay quien cuestiona a quien prefiere no utilizar la localización de esta forma, como le ocurrió hace unos días al influencer Óscar Font. "A mí me da igual que mi círculo sepa dónde estoy, mejor eso a que pase algo malo y no sepan nada de ti", le respondía una seguidora.

Paco Lorente, profesor de ESIC y especialista en redes sociales y pedagogía, considera que esta tendencia "es tan llamativa como preocupante" y recuerda que es algo que empezó utilizándose para momentos muy puntuales —por ejemplo, como medida de seguridad entre mujeres cuando vuelven solas a casa—. "Los adolescentes ya han usado tecnología desde muy pequeños y, en muchos casos, sin que les expliquen lo que puede ser más o menos dañino hacer con ello, así que los usos se extienden de manera poco controlada. Ser un nativo digital no hace de por sí que le des el uso adecuado", enfatiza.

Además, es una dinámica que se lleva años contemplando en Estados Unidos. En 2019, The Wall Street Journal ya hablaba de que se trataba de un uso que podía ser "increíblemente espeluznante e increíblemente útil", mientras que el año pasado, The New York Times hablaba de que, 10 años después de su creación, la función nativa del iPhone se había convertido "accidentalmente en un elemento de amistad".

"Si es constante, siempre va a ser peligroso", señala Lorente, que remarca que es una dinámica que "alimenta emociones como el miedo, la angustia o estrés, porque son síntomas de la hiperconectividad, que hace que quieras saber cómo están otras personas constantemente", continúa Lorente, que también remarca que hay algo la brecha generacional en este punto. "Lo vemos como algo muy invasivo, incluso como un sinónimo de desconfianza, pero creo que depende también mucho de cada caso. Una cosa es hacerlo de forma voluntaria y otra es que te venga impuesto porque si eres el único que no lo hace en tu entorno, generas un problema", reflexiona este especialista, que también cree que es distinto si se hace en pareja, amigos o familia.

"Sí, a mí en pareja me parece un poco turbio", admite Elena, de 25 años, que lo usa más bien con su familia. "Con mis hermanos y mi prima lo hago porque es más fácil cuando quedamos. Por ejemplo, te ahorras mandar la ubicación, vas viendo por dónde van, si les queda mucho… También veo si están ocupados o en el trabajo para ver les puedo llamar. El otro uso es para cuando salimos de fiesta, ver si llegan a casa", continúa, haciendo énfasis en su confianza mutua: "No hay ninguna posibilidad que sea algo tóxico".

Hay casos de todo tipo. Sara, de 22 años, comparte su ubicación con su compañero de piso. "Me comentó que existía esta opción en iPhone, así que quise probar y le añadí junto con mi prima, porque con ella tengo muy buena relación", relata antes de subrayar que jamás lo haría con su pareja o padres. "En casa de mi prima, sí lo tienen muy normalizado y los padres la controlan a través de eso. Siempre saben dónde está". Pese a que su prueba ha sido muy limitada, la experiencia ya le ha llevado a alguna "situación rara".

"Por ejemplo, alguna vez, por la coña, si nos aburrimos o el otro no responde, tiramos de esa app para ver dónde está y decirle que qué hace no sé dónde. Sé que es de broma y no nos controlamos, pero llega a ser raro no tener esa privacidad de poder ir donde sea sin que alguien lo esté viendo. No quiero imaginar cómo sería si fuese algo extendido en mi entorno", explica antes de explicar sus próximos pasos: "No tardaré en quitarlo, porque no me aporta nada. La ubicación de los demás me da igual".



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