- Medidas como la jornada laboral de 37,5 horas jugarán en contra del Viejo Continente
No es ningún secreto que, en los últimos años, la brecha de riqueza entre EEUU y Europa se ha convertido en un abismo. ¿Cuáles han sido los motivos? Una serie de decisiones que acentúan la divergencia entre los mercados de capitales, fruto, en parte, de factores normativos y socioeconómicos. En Europa, España incluida, se toman medidas que conducen al estancamiento de manera no intencionada, y ello suscita inquietud. Este proceso puede revertirse, pero sólo a cambio de sacrificios. En las próximas líneas, le explicaré en qué consisten estos sacrificios y usted decidirá si merecen la pena a cambio de una mayor riqueza en Europa.
En primer lugar, las empresas tecnológicas llevan dos décadas sustentando el liderazgo de la bolsa estadounidense. Las acciones del sector tecnológico y de empresas con un alto componente tecnológico (que brillan por su ausencia en España) solo representan el 13% de la capitalización bursátil de la eurozona, frente al 38% del índiceS&P 500 de EEUU, valorado en 36 billones de euros; la abundante liquidez y la reinversión impulsan el crecimiento. La eurozona tiene una capitalización total de 4,8 billones de euros, pero, en su mayoría, la constituyen bancos pequeños y medianos, conglomerados industriales y títulos de valor con bajo crecimiento. Esto es algo evidente en España, ya que más de tres cuartas partes de la capitalización de la bolsa española, 392.000 millones de euros, se vincula con sectores clásicos, como el industrial, el de servicios públicos, el de telecomunicaciones tradicionales y el financiero. Por otro lado, las innovaciones se ven frenadas por la severidad de las normas europeas, que regulan desde las redes sociales hasta los patinetes eléctricos. El llamado efecto Bruselas, por tanto, tiene un coste enorme y favorece el estancamiento económico. Al final, las multas impuestas a los gigantes tecnológicos pasan factura a la UE, dado que desincentivan la inversión.
En segundo lugar, en EEUU es más habitual invertir en renta variable, lo que siempre se traduce en crecimiento, ya sea un crecimiento elevado o reducido. Los hogares invierten el 43% de su patrimonio en acciones y cuentan con diversas modalidades de jubilación que, al diferir el pago de impuestos, fomentan la inversión. En el panorama europeo, España es una notable excepción, ya que el 30% de los activos domésticos son acciones. La inversión en renta variable se evita en buena medida en otros grandes países del área, como Alemania (12,6%), Italia (23,8%) y Francia (23,6%). En Europa, asimismo, la oferta de grandes fondos de pensiones con impuestos diferidos y prepagados es menor.
En los años setenta, EEUU acometió varias reformas que fomentaron la competencia en favor de los pequeños inversores; redujeron los gastos de negociación y las comisiones de inversión; y propiciaron el lanzamiento de numerosos fondos de inversión y fondos cotizados (ETF, por sus siglas en inglés). Así, mientras allí invertir en bolsa se convertía en una tendencia mayoritaria, en el Viejo Continente los hogares seguían prefiriendo la renta fija y el efectivo. Quizá por eso la renta variable estadounidense cuenta con un dinámico ecosistema formado por bancos, corredores de bolsa, agentes libres y consultores de inversión (como mi propia empresa) y, en Europa, el negocio está copado por la banca. No es de extrañar, pues, que aquí los costes de capital sean mayores, el acceso más complicado y la competencia por el segmento minorista limitada.
La situación en Europa se ve agravada por la fragmentación de los mercados públicos, con bolsas de valores, cámaras de compensación y centros de liquidación desconectados y heterogéneos. Esto configura un entorno excesivamente burocrático, al que se suma una amalgama de legislaciones nacionales. En Estados Unidos, en cambio, se ha optimizado y simplificado.
En tercer lugar, hablemos de los mercados privados. El capital riesgo y la inversión en empresas no cotizadas impulsan la innovación asumiendo riesgos al apostar por ideas y empresas novedosas. Muchas no llegan a triunfar, pero las que lo logran generan un enorme crecimiento, como ha sucedido con los colosos estadounidenses surgidos en los últimos treinta años. Los bancos de inversión que facilitan las fusiones, las adquisiciones y las salidas a bolsa captan ingentes cantidades de capital de las grandes aseguradoras y fondos de pensiones, abundantes en EEUU. De hecho, de los 10 principales inversores en empresas no cotizadas en 2022, ocho eran estadounidenses y ninguno europeo. Las normas de Solvencia II disuaden a las aseguradoras europeas de participar en empresas no cotizadas, lo que provoca, por ejemplo, que en España la inversión en empresas emergentes se concentre en las fases iniciales porque no hay capacidad para el empujón que necesitan en las fases avanzadas.
Además, el sistema regulatorio estadounidense, basado en normas, al establecer términos e indicadores claros fomenta la asunción de riesgos. Sin embargo, el europeo, basado en principios, es impreciso y desalienta la exposición a mercados no cotizados. Como resultado, EEUU innova y Europa se estanca.
En cuarto lugar, analicemos la situación energética. El país norteamericano es el primer productor de petróleo y gas del mundo, para beneficio de su industria básica. En Europa, el avance de las energías renovables en España está sembrado de dificultades; Países Bajos ha cerrado su enorme yacimiento de gas de Groninga; Francia, a diferencia de España, ha renunciado a eliminar gradualmente su capacidad nuclear, de lo cual saldrá reforzada; y en el caso de Alemania, su industria pesada necesita energía, no quimeras. Las consideraciones medioambientales no deben ser las únicas que se tengan en cuenta.
Para finalizar, abordaremos las horas de trabajo. En caso de aprobarse, la propuesta sobre la semana laboral de 37,5 horas del Gobierno español socavaría la prosperidad. Según los datos de la OCDE, en 2022, los estadounidenses trabajaron una media de 1.811 horas. España se sitúa por detrás con 1644, aunque supera el promedio europeo (1.571), pero otros países, como Francia (1.511) y Alemania (1.341), se encuentran muy lejos del nivel estadounidense. Esto explica que España se encuentre entre los países que crecen a mayor ritmo de Europa, pues menos horas lastran la producción, sobre todo en vista de la evolución de la productividad. Los salarios más bajos y los impuestos más altos también explican estas diferencias. Desde 2019, en EEUU, los salarios ajustados a la inflación han subido un 6%, frente a una contracción del 3,5% en España e Italia y del 3% en Alemania. La creciente brecha de riqueza entre EEUU y Europa no es casual, pero Europa -incluida España- puede revertir las tendencias apuntadas en esta columna. Eso sí, requerirá sacrificios, así que pregúntese qué prefiere: ¿una mayor riqueza o que todo siga igual y Europa se quede atrás?