'El baño de la mujer', de Durero.
El libro 'El olor de la Edad Media. Salud e higiene en la Europa Medieval' desmonta falsos mitos sobre esa época y demuestra que no fue un periodo oscuro, sucio o nauseabundo
"Era muger muy ceremoniosa en los vestidos e arreos, en sus estrados e asientos, e en el servicio de su persona". La descripción de Isabel I de Castilla del cronista Hernando de Pulgar, escrita en 1482, no parece ajustarse a esa imagen de suciedad y mal olor de la reina perpetuada durante siglos. Tampoco la del historiador Alonso Flórez, que en 1477 escribió: "Todo su cuerpo y persona es el más arroyoso y bien dispuesto que muger humana tener pudo".
Dejando a un lado la posible adulación, si se estudian las fuentes de la época el resultado es más bien que Isabel era de hecho una mujer pulcra, y no solo ella por ser de la realeza, sino como parte de las costumbres de las mujeres cristianas de la época, que hasta se preocupaban por esconder el olor de la menstruación. ¿Qué hay entonces de esos quinientos años en los que el mito de la falta de higiene de Isabel se extendía de paso a toda su época?
Nada. Exactamente eso, mitos inmortales y falsos como el de que Isabel de I de Castilla juró no bañarse —o cambiarse la camisa—, según las versiones, hasta que no conquistara Granada. Ideas que han poblado el imaginario colectivo sobre el pasado, deformadas a lo largo de diferentes épocas y que no se corresponden con la verdad, como también lo serían que los cristianos no se lavaban y que en cambio los musulmanes en la Edad Media eran más higiénicos... Desviaciones culturales y acusaciones sin fundamento que se replican incluso hoy: el norte acusa al sur de ser sucio y viceversa. Los bárbaros a las puertas de Roma serían un buen ejemplo, pero la realidad es que Teodorico, según los documentos, no solo llevaba sus grandes barbas perfectamente arregladas, sino que se cortaba hasta los pelos de la nariz.
Sí, los musulmanes tenían el Hammam, los baños públicos y su ritual de limpieza según las creencias del Islam, pero los cristianos de la Edad Media también se lavaban, y mucho: les importaba su apariencia exterior y tenían unas normas de higiene muy superiores de lo que imaginamos, tanto en lo privado como en el saneamiento público de las ciudades.
El prejuicio viajaba ya entonces en ambos sentidos ¿La Edad Media eran montañas de estiércol y detritus en las ciudades, el "agua va" arrojado a calles embarradas e insalubres? Puede que más bien en la era de la Revolución Industrial, en el siglo XIX, cuando la hiperpoblación de los centros urbanos aún no tenía una respuesta adecuada, pero no tanto en las villas con baja densidad de población de la Edad Media. No al menos como imaginamos.
La cuestión tiene su importancia historiográfica, como han sabido ver Javier Traité y Consuelo Sanz de Bremond, que acaban de publicar El olor de la Media. Salud e higiene en la Europa Medieval (Ático de los libros), y con quienes ha charlado en Madrid El Confidencial. Un extensísimo —más de mil páginas— y documentado trabajo, muy ameno, que se sumerge de lleno en las costumbres de la época y que tiene la virtud de querer arrojar luz sobre un periodo de la historia que durante siglos se ha malinterpretado en gran parte: "Estábamos hartos de pelearnos en redes con la gente que tenía una idea fija sobre la Edad Media, bastante alejada de la realidad según las fuentes que hemos consultado: por ejemplo, ahora mismo, mucha gente que no tiene tiempo para ducharse todas las mañanas para ir al trabajo se asea un poco por partes: las axilas, la cara, las manos... y en la Edad Media era igual y se cambiaba de camisa todos los días", explica Consuelo.
Traité y Sanz de Bremond estaban hartos de pelearse en las redes por la idea equivocada que hay respecto a la Edad Media
Es interesante, porque la deformación de la alta y baja Edad Media como un periodo de "oscurantismo", tal cual está escrito en muchos libros de texto, no solo tiene su reflejo en la negación durante tanto tiempo de la profusa y crucial aportación en campos como la filosofía, la teología, la literatura o la música, sino también en el aspecto social. En la imagen que tenemos de ella.
Lo que realmente hiede es lo falso, al menos según lo que podemos saber con datos reales, comenta Javier Traité: "Claro que había suciedad en la Edad Media, con ese mundo agrario muy ligado al campo, al estiércol y también a prácticas malolientes en las ciudades como podían ser las tintorerías, los ceramistas con el plomo. Aquello huele. Hay problemas de higiene, pero eran conscientes de ello y había normativas municipales, por decirlo de alguna forma, para limitar su impacto: existía una conciencia de lo salubre y sobre la higiene pública, no eran tontos ni salvajes".
¿Por qué tenemos entonces esa imagen? Curiosamente, sería la adaptación al cine de una novela que desterraba mitos y falsas creencias sobre la Edad Media, El nombre de la rosa, de Jean-Jacques Annaud, basada en la obra de Umberto Eco, la que serviría como uno de los mayores pilares para instalar ese feísmo y deformación sobre la época, tal y como explica Consuelo Sanz: "En El nombre de la Rosa, que es una película magnífica, por otra parte, se empieza a caracterizar a la Edad Media como sucia hasta la náusea, con esa basura que cae de una trampilla del monasterio, con las caras embarradas y llenas de estiércol de casi todos los personajes... En realidad fue antes, con Los caballeros de la mesa cuadrada de los Monty Python, pero vamos, que se genera en esos años esa visión insalubre y fea, triste, a partir de una serie de obras que son sencillamente erróneas en la ambientación".
Nadie se tomaría muy en serio la ambientación de una película de los Monty Python, pero de alguna forma va creando una cierta tendencia. Ahora que arrecian las críticas sobre la veracidad histórica del Napoleón de Ridley Scott, resulta que el Robin Hood dirigido por Michael Curtiz y protagonizado por Errol Flynn, a pesar de estar rodado en estudio, era más fidedigno con sus trajes impolutos y sus colores brillantes en el vestuario que el de Kevin Costner en los 90, con ese supuesto realismo y rodado en unos exteriores aparentemente más acordes: "Es que es al revés", precisa Consuelo. "De hecho, por las crónicas y la información que se tiene sobre la época, encaja más con esa representación de Errol Flynn que la más moderna protagonizada por Kevin Costner".
El olor de la Edad Media hace el ejercicio, además, de explicar por qué se llega a la idea de la suciedad, y eso tiene que ver con la romantización del mundo antiguo, que es una constante desde la publicación de Decadencia y caída del Imperio romano de Edward Gibbon, publicada en el siglo XIX y superada ampliamente en el plano científico ya en el siglo XX, pero aún muy influyente en la concepción histórica de nuestra época.
Al fin, la idea de esta Edad Media surge en contraposición a una Antigua Roma más cívica y salubre que cuestionan Javier y Consuelo: "Los baños públicos, como las termas de Caracalla, son una excepción por tamaño en el mundo romano, pero es que además no son tan idílicas como podemos recrear en nuestra cabeza cuando las visitamos: evidentemente indicaban una preocupación por la higiene y la apariencia exterior que es muy remarcable, pero dependían de grandes infraestructuras de obra civil como los acueductos —ya que eran piscinas de agua corriente—, y que tenían todos los problemas imaginables de higiene, al servir a tantas personas a la vez (unas cinco mil cada hora)".
Imaginamos una época tan remota de auténtico horror, pero no es así. Aunque las dentaduras sufrían desgaste, no estaban mal cuidadas
Por ejemplo, aunque ya en la época de los romanos hay referencias al saponica, un primitivo jabón a base de lípidos y sales alcalinas, lo cierto es que no lo usan para lavarse, sino como tinte de pelo, y en vez de ello utilizan nitrum y otros productos. En cambio es a partir del siglo V en la alta Edad Media cuando se populariza el jabón: "Los romanos conocen el jabón pero no lo usan para el lavado. Utilizan otras sustancias, el nitro y otras cosas que son compuestos que ellos fabrican", explica Javier. "Pero es a partir del siglo V cuando empezamos a encontrar el jabón en los documentos constantemente. ¿Cómo lo sabemos? Porque, por ejemplo, en los reinos germanos se encargan pastillas de jabón y después tenemos en Nápoles a ese gremio de fabricantes de jabón que tienen problemas legales, que incluso sirve el negocio como tapadera para otros negocios lucrativos y tiene que intervenir el Papa. Eso indica lo popular que era ya el uso del jabón, que no se había dado en Roma y sí en la Edad Media. Hay auténticas ideas erróneas".
Una de ellas, la más llamativa, es la de los dientes. Nos imaginamos, claro, una época tan remota como la Edad Media de auténtico horror, pero no es así, y la realidad es que, aunque las dentaduras de esa época sufrían mucho desgaste, no estaban mal cuidadas, porque para empezar la dieta de la Edad Media era muy baja en azúcar y no había caries.
"Por evidencia arqueológica de enterramientos, sabemos que las peores dentaduras son las del siglo XI, cuando el azúcar se abarata y se populariza, y aún así eran las clases altas las que más sufrían de caries y problemas dentales, por el acceso a estos azúcares refinados. Esto no pasaba en la Edad Media, en donde el desgaste era intenso, pero ya se escribe sobre "mozas con los dientes blanquísimos". Es decir, que habría quien no los tuviera, pero no es esa idea de una dentadura horrible. Todo eso surge en la era industrial, cuando, por su propia lógica, pensaban que si ellos estaban tan mal, antes tenía que haber sido peor".
Así como los baños públicos se abandonaron de alguna forma con la decadencia del mundo romano, por una serie de factores de población, por el progresivo abandono de las ciudades y el gran coste de las infraestructuras para mantenerlos, su práctica se mantuvo en privado en los reinos cristianos medievales. No había además tanta suciedad como se ha querido mostrar por ignorancia, y lo que es aún más llamativo, no se ha profundizado sobre las verdaderas costumbres de la época.
Isabel la Católica olía mal, según varias investigaciones, porque probablemente sufrió cáncer en sus últimos días
¿Por qué iban a querer oler mal nuestros antepasados de la Edad Media? El análisis va más allá de lo anecdótico: las costumbres higiénicas de ese periodo sirven para entender esa época lejana de forma mucho más coherente. Isabel la Católica olía mal, según varias investigaciones, porque probablemente sufrió cáncer en sus últimos días, no porque no se lavara.
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