sábado, 1 de febrero de 2025

La posibilidad de que la vida terrestre sea producto de una civilización avanzada



Instalación de Gaia en el Real Colegio Naval de Greenwich. 
(EFE EPA VICKIE FLORES)



El astrofísico Avi Loeb explica la teoría del jardinero cósmico y explora la posibilidad de que la vida en la Tierra fuera 'plantada' por inteligencias artificiales autorreplicadas conocidas como sondas von Neumann



Ayer mantuve una conversación fascinante con el brillante investigador de biología sintética George Church. Este raro diálogo interdisciplinar fue grabado para una nueva serie de pódcasts coordinada por Rick Coyle, fundador de Accelerator Media, una organización sin ánimo de lucro de Estados Unidos dedicada a inspirar curiosidad y fomentar el aprendizaje continuo a través de medios educativos. El formato de este nuevo pódcast reúne a dos expertos de diferentes campos para una conversación sin moderador sobre temas que conectan o despiertan el interés de ambos participantes. Nuestro pódcast se publicó aquí.

George y yo hablamos sobre la vida en el cosmos, desde el Big Bang, hace 13.800 millones de años, hasta el futuro lejano. La química de la vida tal y como la conocemos podría haber comenzado poco después de la formación de las primeras estrellas, hace unos 100 millones de años después del Big Bang, en regiones enriquecidas con elementos pesados por las explosiones de las primeras estrellas. Si lo que encontramos en la Tierra es representativo de lo que pasa en el cosmos, una forma de vida multicelular compleja habría tardado miles de millones de años en emerger a partir de un caldo químico, lo que explicaría por qué aparecimos tan tarde en la historia cósmica.

La vida en la Tierra podría tener sus raíces en Marte, que se enfrió antes que nuestro planeta debido a su menor tamaño. El intenso bombardeo de meteoritos en Marte podría haber levantado rocas que alcanzaron la Tierra transportando diminutos astronautas en forma de microbios marcianos, 4.200 millones de años antes de que Elon Musk declarase querer enviar astronautas humanos a Marte.

Hay algunas inexplicables en nuestra comprensión de cómo emergió la vida compleja en la Tierra. El jardinero cósmico es una hipótesis viable que merece ser explorada.

Si la vida especular llegó a la Tierra desde el exterior, fue suprimida por la vida terrestre y no tuvo un impacto significativo. Los alienígenas podrían estar entre nosotros, pero no los percibimos. Esto me recordó las preocupaciones infundadas sobre el Gran Colisionador de Hadrones del CERN y la posibilidad de que produjera mini agujeros negros que podrían consumir la Tierra. Los rayos cósmicos impactan rutinariamente sobre hadrones en la atmósfera terrestre con energías superiores, y no han provocado ninguna catástrofe en los 4.600 millones de años de existencia de nuestro planeta.

Pregunté a George si existen pistas locales que sugieran que la vida pudo haber sido sembrada en la Tierra por un "jardinero" extraterrestre. Estuvo de acuerdo en que esta es una hipótesis viable que merece ser explorada, ya que hay algunas lagunas inexplicables en nuestra comprensión de cómo emergió la vida compleja en la Tierra.

Científicos y ingenieros alienígenas ambiciosos podrían haber intentado sembrar planetas fértiles como la Tierra con sondas autorreplicantes. Si los "jardineros" fueran plataformas tecnológicas con inteligencia artificial (IA), seguramente habrían reconocido los grandes beneficios de la química para usar materiales terrestres y transformar el caldo químico local en máquinas autorreplicantes que dieran lugar a la forma de vida compleja tal y como la conocemos. En ese caso, la visión inspirada por las máquinas autorreplicantes de origen extraterrestre propuestas por John von Neumann sería la vida terrestre tal y como la conocemos.

Von Neumann propuso esta idea abstracta en conferencias impartidas en la Universidad de Illinois en 1948 y 1949, antes del descubrimiento de la estructura de doble hélice de la molécula de ADN. Tres décadas después de las conferencias de von Neumann, Freeman Dyson sugirió el concepto del Astropollo en su libro 'Disturbing the Universe'. Dyson imaginó una nave espacial de un kilo de peso que sería una mezcla de biología, microelectrónica e inteligencia artificial capaz de fabricar sondas autorreplicantes en el espacio.

Confesé a George que me asombra la vida biológica. Al fin y al cabo, el cerebro humano consume 20 vatios y supera en muchas tareas a los mejores sistemas de IA que hemos desarrollado hasta ahora, los cuales consumen gigavatios de potencia. El análisis multimodal es un área no resuelta en el análisis mediante aprendizaje automático, mientras que el cerebro humano combina rutinariamente datos de los ojos, oídos y el tacto.

Pregunté a George sobre sus expectativas para el futuro de la humanidad. Sólo ha pasado un siglo desde el descubrimiento de la mecánica cuántica, y podría ser que sólo nos quede otro siglo antes de que nuestra civilización se destruya tecnológicamente. George añadió que nuestro ritmo de avances tecnológicos se está acelerando y los riesgos existenciales están creciendo rápidamente. El fin de la historia humana en la Tierra probablemente ocurrirá mucho antes de que el Sol evapore todos los océanos terrestres dentro de mil millones de años. Comenté que la clave para la supervivencia radicaría en nuestra capacidad para escapar en una plataforma espacial habitable desde el planeta en el que nacimos. La humanidad podría sobrevivir siempre y cuando priorice invertir los 2,4 billones de dólares al año del presupuesto militar en exploración espacial. No espero que los pacíficos 'hippies' gobiernen el mundo. Mi esperanza realista es que el descubrimiento de alienígenas como los estudiantes más inteligentes en nuestra clase de civilizaciones tecnológicas inspire a la humanidad a mejorar. Nuestro 'Mesías' podría llegar desde otra estrella.

En cuanto a nuestro futuro, George señaló que el cerebro humano probablemente será extendido y se volverá mucho más potente en las próximas décadas. También cree que nuestra generación será la primera en tener la opción de no morir, ya que la biología sintética podrá reparar el daño continuo en nuestros cuerpos dentro de las próximas décadas.

Dado su pronóstico, George y yo acordamos continuar nuestra conversación en los próximos milenios. Me pregunto de qué podríamos hablar dentro de un millón de años, cuando la ciencia y la tecnología estarán mucho más allá de lo que podemos imaginar hoy. No me importaría sumar a científicos alienígenas a la conversación. Pero insistiré en un formato remoto para esa grabación del pódcast, ya que me preocupa que los alienígenas puedan infectar a George y a mí con patógenos especulares.
¡Larga vida y prosperidad!