A veces, todo lo que necesita un chico es una tarde con sus amigos encerrado ahí dentro.
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Averiguamos por qué a veces en la vida de todo hombre hay un espacio de su casa (y de su corazón) que una vez estuvo lleno de conexiones significativas y ahora ya solo es un culto al pasado
Un póster de Star Wars, un billar, una guitarra, un disco triste de Radiohead (¿cuál no?), un pokémon reconvertido en funkopop o una camiseta de su equipo favorito colgada en la pared al lado de una estantería con botellas vacías de cerveza artesanal. Este podría ser un sucinto inventario de lo que una mancave alberga. Es decir, ese espacio del hogar en el que los hombres custodian aquellas cosas que más les definen. El concepto de cueva masculina comenzó a florecer a comienzos de los años 90 para describir esa habitación reservada para ellos, para sus cosas, para los cachivaches que les hacen ser quienes son, y que también, de algún modo, definen sus relaciones.
Muchos, de hecho, reconocieron tiempo después que su matrimonio se salvó gracias a este pequeño habitáculo en el que poder seguir siendo ellos mismos y dedicarse a sus cosas tras irse a vivir con la pareja. En el mejor de los casos, la mancave acabaría evolucionando en una sala de estar compartida o en una habitación para el hijo. Pero, para aquellos que tarde o temprano se quedaron solteros o no tuvieron descendencia, ese espacio que en su día sirvió como centro de recreo de amigos íntimos y vecinos con afinidades parecidas, ahora es una habitación vacía destinada como mucho al uso de un ordenador en el que teletrabajar o transmitir un nuevo videoblog de YouTube sobre cualquier interés compartido con otros tantos usuarios que, como ellos mismos, se sienten solos.
Es un retrato amargo, pero no por ello poco realista. Se sabe desde hace tiempo que la tasa de suicidios es notablemente más alta entre los hombres que entre las mujeres y, sin ánimo de aventurarnos demasiado, seguramente una de las principales razones sea la soledad no deseada; hay mil razones, pero una de las más notables es la nula o poca apertura emocional hacia el exterior, en especial hacia otros hombres a los que poder considerar amigos íntimos, ya que desarrollar cualquier tipo de afinidad real y emocional con una mujer inmediatamente se considera "sospechoso". ¿A qué esperas para acostarte con ella o aspirar a algo más?
Una de las imágenes más desoladoras que simbolizan esa soledad no deseada masculina es ver que la mancave sigue tal y como estaba o incluso más llena de artilugios, pero eso sí: sin visitas. En 2019, el sociólogo Tristan Bridges hizo un estudio en el que recorrió 40 hogares de parejas en Estados Unidos de todo tipo de orientaciones sexuales. "Las mancaves de parejas gays o lesbianas suelen ser espacios acogedores y compartidos, a los que irónicamente se las llama así", contaba en el periódico The Times. En cambio, "las de los hombres heterosexuales mayores también eran muy utilizadas, pero figuraban como lugares de refugio solitario para trabajar en pasatiempos que les evocaban a la infancia y estaban libres de las reglas impuestas en otras partes del hogar".
"La tecnología ha exacerbado la cultura del yo. Cuando alguien en un chat grupal tiene un problema, normalmente no se discute. Cambiar al modo serio puede ser difícil"
Bridges retrató con sumo acierto la soledad masculina desde entonces en adelante, dándose cuenta que estos lugares no fomentaban una "camaradería ruidosa", sino un "anhelo insatisfecho de amistad", de ahí que siempre percibieran sus cuevas como "inacabadas". Una imagen desoladora que describe es cuando visitó una de estas casas y, al descubrir la cueva de un hombre casado y ver lo muy decorada que estaba, le preguntó por qué había invertido tanto dinero en ella. Le respondió: "Siento que algún día los chicos de mi barrio podrían venirse aquí después del trabajo para compartir con ellos una cerveza y charlar". Pero nada más lejos de la realidad, nadie acudía a su refugio. "¿Quiénes?", le preguntó Bridges. "No sé. Todavía no lo sé", le respondió el sujeto en cuestión. A lo largo de todos esos años el hombre pensaba que solo por el mero hecho de dedicar tiempo, dinero y esfuerzo al cuarto, algún antiguo o nuevo amigo vendría.
Un primer paso
Si eres hombre y te has sentido identificado, un buen paso para remediar la situación podría ser estar más pendiente de tus contactos a través del teléfono móvil. Sí, no solo para pasaros bromas o discutir sobre el último tema de actualidad (ya que algo muy masculino es llevar la voz cantante, buscar tener la razón o persuadir al que piense lo contrario), sino para hablar con franqueza de lo que sentís o mostraros vulnerables. Este razonamiento no obedece a ninguna lógica feminista y esa cacareada deconstrucción masculina que siempre acaba en los mismos derroteros de siempre. Si quieres tener amigos de verdad y que compartan momentos significativos contigo en tu mancave, como sucedía a lo mejor en el pasado, cuando tenías menos obligaciones, responde de una vez a los mensajes que te llegan al móvil o inicia conversación sobre lo que realmente te preocupa con alguien a quien consideres de confianza.
Así lo cree Matías Schnipper, periodista de The Atlantic, quien ha escrito un inspirado texto sobre la manifiesta incapacidad masculina de abrirse emocionalmente en la distancia con sus contactos o amigos del pasado. Todo comenzó cuando se dio cuenta de que el novio de una amiga suya, a quien describe como una persona "cálida y dulce", no le respondió a un mensaje que le envío recomendándole un disco que sabía que le iba a gustar. "Cuando le veo en persona, una vez al mes o dos, se asegura de preguntarme qué he estado haciendo o cómo me va la vida", relata el periodista. Por ello, su perplejidad fue mayor cuando descubrió que nunca le iba a responder a aquel mensaje. "Tal vez pedirle a alguien que dedique 45 minutos de su vida escuchando ese álbum y luego sintetice sus pensamientos sea demasiada presión. O no le gustó y no quiso decepcionarme. Tal vez yo no le caigo tan bien en realidad. Hay muchas razones potenciales por las que no respondió y me las imaginé todas. Pero meses después, cuando finalmente le pregunté por qué me había dejado en visto, me dijo: 'No lo sé, es una buena pregunta'".
"Los chicos cuando son jóvenes profesan una gran necesidad de amigos. Luego, la presión social obliga a muchos de ellos a renunciar a sus amistades íntimas"
Más tarde, lo volvió a intentar y finalmente le preguntó por qué no contestaba a sus mensajes. Para él, responder a un chat era "una cosa inminente a la que tengo que atender, una fuente de ansiedad", tanto es así que Schnipper no era el único ghosteado. Aquella persona afable tenía demasiados contactos pendientes de respuesta. Él, como muchos otros, no sabía desenvolverse a través de la mensajería instantánea. Pero el fenómeno no radica en la cantidad de textos enviados, sino en la fórmula u objetivo que se persigue alcanzar. "Muchos son generosos con los mensajes de texto en chats grupales, un formato que puede sustituir a la socialización de la vida real", admite el periodista. "Pero estos mensajes son en su mayoría un montón de basura hecha de pensamientos fugaces. Su lenguaje y estilo tiene más que ver con la forma de interactuar por redes sociales o foros como Reddit, plataformas en las que la mayoría son hombres, que en una charla por voz telefónica".
"Nunca hay diálogo"
Por tanto, resulta paradójico: no es que los hombres hayan dejado de relacionarse con otros hombres en términos amistosos, lo que pasa es que pocas veces logran una apertura emocional real o hablando de lo que realmente les preocupa, ya que esto les hace sentirse pequeños o sentir que no dominan la situación. Schnipper cita a Niobe Way, autora de un libro sobre el tema, quien ha investigado de cerca las dinámicas comunicativas de los hombres adolescentes o jóvenes, y el efecto que produce la tecnología en ellos es curioso. "Nunca hay diálogo", admite. "Lo que ha hecho la tecnología es exacerbar la cultura del yo, cuando alguien en un chat grupal tiene un problema, normalmente no se discute. Cambiar al modo serio puede ser difícil".
Muchas amistades masculinas de hombres mayores son sostenidas gracias a sus parejas
Curiosamente, aquel hombre que Schnippet mencionaba y que no respondía a sus mensajes admitía que le resultaba muy difícil reaccionar a situaciones en las que un amigo suyo necesitaba consuelo por la vía online. "Responde con cierta empatía y luego espera el tiempo necesario para volver a soltar tonterías", asegura el periodista. "El chat, según él, no es el mejor lugar para hablar de las cosas reales". Pero hubo un tiempo en el que esa mancave vacía estaba llena. Way defiende, después de entrevistar a infinidad de hombres, que "los chicos cuando son jóvenes profesan una gran necesidad y amor por sus amigos" hasta que se hacen mayores, cuando "la presión social obliga a muchos de ellos a renunciar a sus amistades íntimas". Lógicamente, no siempre funciona así, pero por lo general, las mujeres cuando se hacen adultas sienten más facilidad para abrirse emocionalmente y mostrar vulnerabilidad. No en vano, muchas amistades masculinas de hombres mayores son sostenidas gracias a sus parejas.
Los hombres creen que nacen sabidos, en especial cuando se trata de leer las emociones, por lo que solo reaccionarán cuando sea necesario
Una de las muestras de esa falta de intimidad online, de escasa vulnerabilidad compartida en los hombres a través de la comunicación digital, es el sorprendente número de suicidios que se han reportado entre hombres a causa de los chatbots de inteligencia artificial. Así lo explica el filósofo Juan Álvarez en un post de su blog en Médium. "En una sociedad que insiste en que los hombres deben ser fuertes, exitosos y emocionalmente imperturbables, la sensibilidad masculina queda aislada y reprimida por expectativas sociales rígidas. Sin embargo, esta vulnerabilidad no desaparece; por el contrario, busca conexión, pero con frecuencia de manera equivocada. Muchos hombres, especialmente los jóvenes, terminan buscando consuelo en espacios que, aunque accesibles, carecen de verdadera empatía humana, como los chatbots, lo que solo profundiza su desesperación".
"Pido perdón, no hace falta que me hables"
Por su parte, Way opina que lo que la cultura necesita, en general, "es enseñar el valor de la empatía, de mostrarse vulnerable y sentir curiosidad por otras personas". En muchas ocasiones, los hombres creen que nacen sabidos, en especial cuando se trata de leer las emociones de otras personas, por lo que solo reaccionarán cuando sea estrictamente necesario y el resto del tiempo se mantendrán en silencio. Rehuirán cualquier situación incómoda o en la que haya que expresar sus sentimientos hasta que ya no quede más remedio. Harán todo lo que esté en su mano para no dejar patente la inseguridad emocional que habita en sus vidas y que les corroe por dentro, llevándolos a una soledad silenciosa de la que no merece la pena hablar, aunque sea refugiándose en una falsa impresión de que todo va bien.
Cabe recordar, para finalizar, una letra de Marcelo Criminal que versa sobre el ghosting y que siempre se lee en clave amorosa heterosexual pero que, después de estas reflexiones, adquiere otro enfoque ante esa inseguridad masculina: "Pido perdón por no ser mejor que nadie / Pido perdón, no hace falta que me hables". En definitiva, si algún día te sientes solo y no sabes por qué, pregúntate por qué tal vez nunca viste a tu padre llorar.