martes, 5 de julio de 2011

Los humanos también somos microbios


Foto from BBC.co.uk

Mucha gente justificadamente siente un fuerte antagonismo contra las 100 billones de microbios que viven en el cuerpo. Pero, ¿deberíamos estar peleando con nuestras bacterias?
No, dicen cada vez más doctores y científicos, quienes piensan que entender los organismos que viven en las superficies internas y externas de nuestro cuerpo puede ayudarnos a comprender aspectos vitales de enfermedades graves, desde la cardiopatía hasta el cáncer.
Nuestros microbios nos ayudan a digerir la comida en nuestros estómagos, producen humectantes naturales en nuestra piel y sintetizan vitaminas en nuestro intestino.
¿No es hora entonces de que hagamos las paces y los aceptemos como parte nuestra?
"Cuando uno mira a una persona no los ve, pues a simple vista son invisibles. Pero si uno toma todos los microbios que están en el cuerpo y sencillamente hace la cuenta, tenemos diez veces más células microbianas que células humanas", señala Lita Proctor, la coordinadora del multimillonario Proyecto del Microbioma Humano (HMP, por sus siglas en inglés).
"Tenemos que empezar a concebirnos como superorganismos", declara Julie Segre, del Instituto Nacional de Investigación del Genoma Humano de Estados Unidos.
Siempre juntos
Es una idea intrigante: un "superorganismo" que se compone de uno mismo y sus microbios. A dondequiera que uno vaya, ellos van; cuando uno se alimenta, también los está alimentando a ellos... hasta evolucionamos juntos. Son los otros genomas que nos componen.
"Los genomas de las bacterias, junto con el genoma humano, son parte del verdadero contenido genético de un ser humano", dice Segre.
Ya invertimos una vasta cantidad de dinero decodificando uno de esos genomas: el humano. Nuestros microbios, sumados, tienen más genes que nosotros.
Pero teniendo en cuenta que vivimos en contacto íntimo con ellos, es difícil que nos entendamos a nosotros mismos sin entenderlos a ellos.
El HMP se propone catalogar 3.000 de los microbios de nuestro cuerpo y secuenciar sus genes.
Malos y buenos
La teoría de los investigadores es que hemos coevolucionado con nuestros microbios para poder defender a nuestros cuerpos de los patógenos.
Los geneticistas quieren entender qué constituye una comunidad microbiana y qué ocurre cuando el grupo es invadido por bacterias "malas".
El HMP considera al conjunto de microbios de una persona como la formación de una comunidad, así que en vez de explorar a cada uno de ellos individualmente, están estudiando a nuestros microbios y su material genético colectivamente: analizan la manera en que funciona esta fecunda masa como un grupo, como un mocrobioma.
"El concepto de que los microbios habitan en nuestros cuerpos es nuevo pues tendemos a pensar en ellos como gérmenes. Pero concebirlos sólo como gérmenes limita nuestra capacidad de comprender lo que realmente hacen, así que necesitamos un término que realmente incluya toda clase de microbios -bacterias, hongos, virus, etc.- que viven en nosotros y que en efecto son parte nuestra", explica Proctor.
Metagenómica
El estudio de los genes como comunidades enteras es conocido como metagenómica.
"Hay dos maneras en las que los científicos manejan todos los datos que resultan de los análisis en laboratorios", señala Proctor.
"La primera es crear un catálogo de lo encontrado. Cuáles y cuántas especies habitan en qué parte del cuerpo. Pero ahora estamos empezando a aprender que no sólo importa quién está ahí sino qué está haciendo. Si bien es cierto que hay diez veces más células macrobianas en el cuerpo que células humanas, también lo es que hay entre 100 y 200 veces más genes microbianos que humanos".
Estamos hablando de entre 10 y 20 millones de genes microbianos.
"Esos genes están ahí por alguna razón. Así que hay otra línea de investigación que cataloga de acuerdo a qué microbios encuentran los científicos y en dónde, y tratan de deducir que función tiene la comunidad como tal", explica la coordinadora.
Y ésa es una particularidad importante del proyecto. Aspira no sólo a determinar cuáles microbios están presentes sino también qué están haciendo.
Dame y toma
Que los microbios presentes en nuestros intestinos o gargantas puedan afectar nuestra salud es algo que comprendimos desde que nació la microbiología misma. Pero la relación íntima entre la superficie de nuestro cuerpo y los microbios que viven en ellas podría sorprendernos.
Desde el estómago hasta el cerebro, desde la boca hasta el corazón, hordas de organismos que llevamos con nosotros pueden estar haciendo mucho más de lo que sospechamos.
Harry Flint, de la Universidad de Aberdeen, en el Reino Unido, es asesor científico de MetaHIT, el proyecto europeo de metagenómica que se concentra en estudiar el intestino humano, donde viven unos dos kilogramos de microbios.
Flint apunta que, en el intestino, la relación entre nosotros y nuestras bacterias es mutualmente beneficiosa.
"Les ayudamos porque vamos y buscamos alimentos y ellas se benefician particularmente de la parte de la comida que nosotros no podemos digerir, así que les damos donde vivir, un lugar cálido, húmedo, protegido".
Por su lado, aunque algunas de las bacterias pueden ser malignas y causar enfermedades, "afortunadamente la mayoría de ellas son 'amistosas' y tienden a excluir a las malas", señala Flint.
"Además proveen productos metabólicos, como vitaminas y ácidos grasos que usamos como fuentes de energía y que también nos hacen sentir satisfechos y pueden ayudar a prevenir el cáncer", añade.
Promesa
Por otro lado, nuevas investigaciones indican que microbios patógenos pueden estar implicados en una gran variedad de dolencias, entre ellas la obesidad, la cardiopatía, el cáncer, el Alzheimer, la artritis y el autismo.
Así que resulta irresistible conjeturar que la metagenómica permite plantear la posibilidad de que eventualmente podremos intervenir y lograr que más de ellos actúen a nuestro favor.
Alentando a las bacterias 'amables' y desalentando a las 'desagradables' podría, algún día, ayudar a prevenir enfermedades.
"Una de las metas finales es usar la información que está emergiendo de las investigaciones para usar racionalmente el microbioma en distintas terapias", le dice a la BBC Claire Fraser-Liggett, directora del Instituto de Ciencias del Genoma de la Universidad de Maryland, Estados Unidos.
Mucha gente conoce ya el concepto de 'probióticos' -el ingerir bacterias 'buenas' para inducir un equilibrio adecuado en el estómago- pero, aunque hay cientos de años de precedentes del uso de estos organismos, hay muy poco conocimiento científico sobre qué hacen", explica.
Y Lita Proctor coincide: "Yo creo que la idea de intervenciones microbianas promete porque, si uno se pone a pensar, nuestra composición genética es heredada, pero nuestro microbioma es adquirido así que es una parte nuestra más maleable, más mutable".
"Es difícil hacer terapia genética, pero no lo es tanto hacer terapia microbiana. Así que quienes trabajan en este campo creen que hay muchas posibilidades de hacer tratamientos profilácticos, preventidos. Y creo que la filosofía está tendiendo hacia la prevención de las enfermedades, en vez de su tratamiento", concluye.
Por Geoff Watts y Michelle Martin  from BBC, Frontiers  3 de julio de 2011
Mucha gente justificadamente siente un fuerte antagonismo contra las 100 billones de microbios que viven en el cuerpo. Pero, ¿deberíamos estar peleando con nuestras bacterias?
No, dicen cada vez más doctores y científicos, quienes piensan que entender los organismos que viven en las superficies internas y externas de nuestro cuerpo puede ayudarnos a comprender aspectos vitales de enfermedades graves, desde la cardiopatía hasta el cáncer.
Nuestros microbios nos ayudan a digerir la comida en nuestros estómagos, producen humectantes naturales en nuestra piel y sintetizan vitaminas en nuestro intestino.
¿No es hora entonces de que hagamos las paces y los aceptemos como parte nuestra?
"Cuando uno mira a una persona no los ve, pues a simple vista son invisibles. Pero si uno toma todos los microbios que están en el cuerpo y sencillamente hace la cuenta, tenemos diez veces más células microbianas que células humanas", señala Lita Proctor, la coordinadora del multimillonario Proyecto del Microbioma Humano (HMP, por sus siglas en inglés).
"Tenemos que empezar a concebirnos como superorganismos", declara Julie Segre, del Instituto Nacional de Investigación del Genoma Humano de Estados Unidos.
Siempre juntos
Es una idea intrigante: un "superorganismo" que se compone de uno mismo y sus microbios. A dondequiera que uno vaya, ellos van; cuando uno se alimenta, también los está alimentando a ellos... hasta evolucionamos juntos. Son los otros genomas que nos componen.
"Los genomas de las bacterias, junto con el genoma humano, son parte del verdadero contenido genético de un ser humano", dice Segre.
Ya invertimos una vasta cantidad de dinero decodificando uno de esos genomas: el humano. Nuestros microbios, sumados, tienen más genes que nosotros.
Pero teniendo en cuenta que vivimos en contacto íntimo con ellos, es difícil que nos entendamos a nosotros mismos sin entenderlos a ellos.
El HMP se propone catalogar 3.000 de los microbios de nuestro cuerpo y secuenciar sus genes.
Malos y buenos
La teoría de los investigadores es que hemos coevolucionado con nuestros microbios para poder defender a nuestros cuerpos de los patógenos.
Los geneticistas quieren entender qué constituye una comunidad microbiana y qué ocurre cuando el grupo es invadido por bacterias "malas".
El HMP considera al conjunto de microbios de una persona como la formación de una comunidad, así que en vez de explorar a cada uno de ellos individualmente, están estudiando a nuestros microbios y su material genético colectivamente: analizan la manera en que funciona esta fecunda masa como un grupo, como un mocrobioma.
"El concepto de que los microbios habitan en nuestros cuerpos es nuevo pues tendemos a pensar en ellos como gérmenes. Pero concebirlos sólo como gérmenes limita nuestra capacidad de comprender lo que realmente hacen, así que necesitamos un término que realmente incluya toda clase de microbios -bacterias, hongos, virus, etc.- que viven en nosotros y que en efecto son parte nuestra", explica Proctor.
Metagenómica
El estudio de los genes como comunidades enteras es conocido como metagenómica.
"Hay dos maneras en las que los científicos manejan todos los datos que resultan de los análisis en laboratorios", señala Proctor.
"La primera es crear un catálogo de lo encontrado. Cuáles y cuántas especies habitan en qué parte del cuerpo. Pero ahora estamos empezando a aprender que no sólo importa quién está ahí sino qué está haciendo. Si bien es cierto que hay diez veces más células macrobianas en el cuerpo que células humanas, también lo es que hay entre 100 y 200 veces más genes microbianos que humanos".
Estamos hablando de entre 10 y 20 millones de genes microbianos.
"Esos genes están ahí por alguna razón. Así que hay otra línea de investigación que cataloga de acuerdo a qué microbios encuentran los científicos y en dónde, y tratan de deducir que función tiene la comunidad como tal", explica la coordinadora.
Y ésa es una particularidad importante del proyecto. Aspira no sólo a determinar cuáles microbios están presentes sino también qué están haciendo.
Dame y toma
Que los microbios presentes en nuestros intestinos o gargantas puedan afectar nuestra salud es algo que comprendimos desde que nació la microbiología misma. Pero la relación íntima entre la superficie de nuestro cuerpo y los microbios que viven en ellas podría sorprendernos.
Desde el estómago hasta el cerebro, desde la boca hasta el corazón, hordas de organismos que llevamos con nosotros pueden estar haciendo mucho más de lo que sospechamos.
Harry Flint, de la Universidad de Aberdeen, en el Reino Unido, es asesor científico de MetaHIT, el proyecto europeo de metagenómica que se concentra en estudiar el intestino humano, donde viven unos dos kilogramos de microbios.
Flint apunta que, en el intestino, la relación entre nosotros y nuestras bacterias es mutualmente beneficiosa.
"Les ayudamos porque vamos y buscamos alimentos y ellas se benefician particularmente de la parte de la comida que nosotros no podemos digerir, así que les damos donde vivir, un lugar cálido, húmedo, protegido".
Por su lado, aunque algunas de las bacterias pueden ser malignas y causar enfermedades, "afortunadamente la mayoría de ellas son 'amistosas' y tienden a excluir a las malas", señala Flint.
"Además proveen productos metabólicos, como vitaminas y ácidos grasos que usamos como fuentes de energía y que también nos hacen sentir satisfechos y pueden ayudar a prevenir el cáncer", añade.
Promesa
Por otro lado, nuevas investigaciones indican que microbios patógenos pueden estar implicados en una gran variedad de dolencias, entre ellas la obesidad, la cardiopatía, el cáncer, el Alzheimer, la artritis y el autismo.
Así que resulta irresistible conjeturar que la metagenómica permite plantear la posibilidad de que eventualmente podremos intervenir y lograr que más de ellos actúen a nuestro favor.
Alentando a las bacterias 'amables' y desalentando a las 'desagradables' podría, algún día, ayudar a prevenir enfermedades.
"Una de las metas finales es usar la información que está emergiendo de las investigaciones para usar racionalmente el microbioma en distintas terapias", le dice a la BBC Claire Fraser-Liggett, directora del Instituto de Ciencias del Genoma de la Universidad de Maryland, Estados Unidos.
Mucha gente conoce ya el concepto de 'probióticos' -el ingerir bacterias 'buenas' para inducir un equilibrio adecuado en el estómago- pero, aunque hay cientos de años de precedentes del uso de estos organismos, hay muy poco conocimiento científico sobre qué hacen", explica.
Y Lita Proctor coincide: "Yo creo que la idea de intervenciones microbianas promete porque, si uno se pone a pensar, nuestra composición genética es heredada, pero nuestro microbioma es adquirido así que es una parte nuestra más maleable, más mutable".
"Es difícil hacer terapia genética, pero no lo es tanto hacer terapia microbiana. Así que quienes trabajan en este campo creen que hay muchas posibilidades de hacer tratamientos profilácticos, preventidos. Y creo que la filosofía está tendiendo hacia la prevención de las enfermedades, en vez de su tratamiento", concluye.

Por Geoff Watts y Michelle Martin  from BBC, Frontiers  3 de julio de 2011