martes, 5 de julio de 2011

Para muchas personas, provocar una muerte implica una culpa perpetua


Foto from CNN.com

Darin Strauss tenía 18 años y estaba a un mes de graduarse de preparatoria cuando se subió al automóvil Oldsmobile de su padre y recogió a algunos amigos para jugar mini golf. Conducía en el carril izquierdo de una vía de cuatro carriles en Long Island, Nueva York, sintiendo la brisa, disfrutando el paisaje multicolor, sin preocuparse del mundo. Más adelante, a su derecha, dos chicas pedaleaban sus bicicletas.
De repente, una de las chicas dio una vuelta a la izquierda y cruzó la calle. Strauss, sin tiempo para reaccionar, la golpeó a casi 65 kilómetros por hora. La chica —Celine Zilke, una estudiante en la preparatoria de Strauss— murió.
Strauss fue exonerado por el sistema legal. Sus amigos, en su mayoría, lo apoyaron. Pero él en privado cargó con el recuerdo de la muerte de Celine Zilke durante décadas. Después de una mala experiencia con un terapeuta, quien parecía decidido a impresionar a Strauss con su automóvil deportivo para ayudarlo a superar su culpa, fue a la universidad y esencialmente enterró el incidente.
Algunos pocos amigos cercanos a quienes les contó el accidente “decían que no fue mi culpa”, recuerda Strauss.
Pero nunca lo pudo dejar ir. Las palabras de la madre de Zilke —“Estás viviendo por dos”— hacían eco en su mente. Se convirtió en un exitoso novelista bien recibido por la crítica. Sus libros incluyen “Chang and Eng” y “The Real McCoy”. Se casó y tuvo hijos. Pero no fue hasta que entró al final de sus 30 que decidió volver a examinar el accidente de automóvil y el efecto en su vida. Su memoria, “Half a Life”, ganó el National Book Critics Circle Award de 2010 y recientemente fue publicado en edición de bolsillo.
“(El incidente) quedó marcado en mi cerebro”, dice. “Durante mucho tiempo, me encontré en un estado de negación. Todo el mundo me decía que estaba bien, por lo que tenía que estar bien”.
Buscar ayuda
Hay páginas web, como PostSecret.Com y SecretRegrets.com, que permiten a la gente exponer su dolor de forma anónima. El programa de radio This American Life hizo todo un programa sobre culpabilidad sin culpa.
“Incluso con una liberación externa, internamente no podemos darnos la misma libertad o la misma gracia o el mismo descanso que incluso te daría una persona externa”, dice Richard Shaw, un terapeuta de Portland, Oregon.
“Cada vez que pregunto: ¿quién es tu peor crítico?, la respuesta siempre es 'yo'. Siempre soy más duro conmigo mismo que con otras personas. Siempre soy mi peor crítico”, indica el especialista.
Strauss admite que no hizo mucho para ayudarse. No buscó tratamiento con otro terapeuta. Sólo racionalizó que fue afortunado de salir bien del accidente y que debía seguir adelante.
“La sociedad no es buena para tratar con personas que tienen un sentimiento de culpa por algo en concreto, o que están lidiando con una pérdida”, dice.
En el libro autobiográfico a menudo se presenta como una persona en estado de shock, consciente de su “actuación”. Está avergonzado de acciones inapropiadas, como una visita repentina a los padres de la chica muerta. En otros momentos parece estar bien en la superficie, pero internamente está nervioso. Su vergüenza se manifiesta físicamente con una aparición temprana de canas y una operación para curar un problema gastrointestinal.
“Me estaba carcomiendo por dentro”, escribe.
Es importante abordar el trauma rápidamente, dice la doctora Gaby Cora, una psiquiatra de Miami. La culpa por un incidente puede convertirse en vergüenza —el lente con el que ves toda tu vida— y después se vuelve más difícil liberarte.
“Siguen cargando esos recuerdos, y entonces quedan enganchados. No lo pueden dejar ir”, dice. “El recuerdo es tan vívido que es como uno de esos discos que se repiten y repiten”.
Los incidentes sin culpables parecen ser particularmente difíciles. Mientras Strauss investigaba para su libro, le dijeron que alrededor de 2,000 accidentes de automóvil al año sólo en Estados Unidos matan a peatones que cruzan la calle rápidamente sin precaución, en incidentes donde el conductor no tuvo la oportunidad de evitar al peatón. (El más alto porcentaje son niños de entre 5 y 9 años, de acuerdo con la National Highway Traffic Safety Administration). De acuerdo con un estudio, es más probable que estos conductores sufran de un trastorno de estrés postraumático que los conductores ebrios, dice Strauss.
El reverendo Gregory LaDue, un veterano de la guerra de Vietnam, terapeuta y ministro metodista con residencia en San Diego, ha visto ese tipo de ansiedad cobrar la factura. Como Strauss, algunos sufren de graves problemas gastrointestinales, otros de males cardiacos. Algunos desarrollan un tipo de enfermedad psicosomática llamada glove paralysis, donde una mano, asociada con el evento, queda paralizada.
“Cuando algo sucede al azar, una de las cosas más difíciles con las cuales lidiar es el capricho de la vida. Ésta es una gran parte de nuestra lucha como seres humanos”, dice. “Nuestra sensación de control es sacudida”.
Contar la historia
Terapeutas profesionales dicen que contar la historia es clave en el proceso de perdonarse uno mismo.
“Necesitas estar dispuesto a ayudar a primero sacarlo de su sistema. De otra manera, se puede acumular”, dice Cora, cuyos pacientes incluyen víctimas de rapto y sobrevivientes del 11 de septiembre. “Después tienes que ayudarlos a recuperarse y volverse completos nuevamente, ya sea confiándoselo un clérigo, a un terapeuta, una enfermera de confianza o a un vecino, o a un padre … puede ser útil”.
Strauss ha visto eso en la reacción con su libro. “Cada vez que hago alguna lectura de esto, alguien sale y dice ‘tengo una historia que compartir contigo’. Es mucho más personal. La gente quiere quitarse su carga”, dice.
El proceso puede llevar tiempo, y no hay duda que puede ser doloroso, dice LaDue. Pero vale la pena.
“Honestamente yo creo que en nuestra parte más profunda queremos sanar, y nuestro cuerpo, en su mayoría, está diseñado para sanar”, dice. “Nuestras mentes y nuestras almas siempre quieren estar completas, pero se requiere un poco más de cooperación de nuestras mentes y almas para ser sanadas”.
Sobre todo, dice Strauss, tienes que ser honesto con tu peor crítico: la conciencia que está viendo sobre tu hombro. Después de mostrarle Half a Life a su editor, Strauss fue instado a eliminar partes donde parecía insensible: Fue al cine unas horas después del incidente. Visitó a los padres de Zilke sin previo aviso, arrepintiéndose mientras tocaba a la puerta. Se preguntaba como lo veían los demás, después se castigaba a sí mismo por no pensar en Zilke.
Pero el creyó que esas partes eran importantes para la historia, y firmemente las mantuvo. Es el tipo de reconocimiento de nuestro comportamiento más mezquino lo que nos permite ser más humanos, dice.
“Las partes por las que mi editor pensó que la gente vendría tras de mí son las partes sobre las cuales la gente me ha escrito, diciendo que se identifica más conmigo por esos momentos”, dice. “Es humano cometer errores”.

Por Todd Leopold  from CNN.com  03 de julio de 2011

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