sábado, 2 de julio de 2011

Y no comieron perdices...


Foto from elmundo.es

  • Las bodas de Mónaco no figurarían en el manual del perfecto matrimonio
  • La leyenda dice que una amante despechada les echó una maldición
  • Se han resarcido de las desgracias amorosas con unas vacaciones eternas
Como en los relatos misteriosos, la historia de la familia Grimaldi tiene sus dosis de maldición. Resulta que Rainiero I, antecesor de Alberto, Rainiero o Carolina, dejó plantada en el siglo XIX a una amante gitana y que ésta, despechada, le echó un mal de ojo para que ninguno de su estirpe 'comiera perdices'. Aunque es cierto que sus bodas no figurarían en el manual del perfecto matrimonio, lo cierto es que, felices o no, los de Mónaco se han resarcido de las desgracias amorosas con unas vacaciones eternas. La vida de los Grimaldi, más que en el Gotha de la realeza, se encuentra glosada en las revistas del corazón, la mayoría de las veces en traje de baño y en un barco. Sus estrenos, sus amores, sus desavenencias...
La primogénita de Rainiero y Gracia, la bella Carolina, provocó más de un dolor de cabeza a su mamá (que se creyó a pies juntillas su papel de princesa) por sus romances tempraneros con Robertino Rosellini, hijo de Ingrid Bergman y Roberto Rossellini, o con el tenista argentino Guillermo Vilas. Las relaciones no llegaron a más porque se cruzó un 'playboy' francés mucho mayor que Carolina, Philipe Junot, que la convirtió en su esposa a pesar de la oposición de la antigua musa de Hitchcock. La historia duró dos años y Carolina logró incluso la anulación del Vaticano.
Gracia pudo verlo pero, debido a su temprana muerte, no fue testigo de su nueva boda: Carolina contrajo matrimonio con el italiano Stefano Cashiragi, con el que tuvo tres hijos y con el que, a todas luces, fue dichosa (a pesar de la amante gitana). Eso sí, un accidente de fueraborda segó la alegría de la pareja y el mundo sufrió con la joven viuda y sus tres pequeños retoños.
Carolina rehizo su vida con el actor Vicent Lindon, con el que estuvo cinco años y el que parecía que sería su siguiente marido. Hubo una ruptura inesperada que algunos achacaron a que él no quiso convertirse al catolicismo, religión oficial del Principado, y renunciar al judaísmo. Ella sufrió (de nuevo las revistas lo dejaban claro con decenas de instantáneas) y terminó contrayendo matrimonio con un amigo suyo de toda la vida, el príncipe Ernesto de Hannover. El romance fue muy comentado porque cuando se inició él todavía estaba casado. Tercer marido y cuarto hijo: Alejandra, un retrato vivo de su padre como Carlota lo es de Carolina. La pareja terminó aunque no ha firmado el divorcio.
Los devaneos amorosos de Estefanía, la menor de los Grimaldi, también empezaron en su adolescencia. Su idilio más sonado fue con Paul Belmondo, hijo del actor francés, y Gracia, que quería que sus hijos fueran ejemplares, sufrió como ya lo había hecho con Carolina. Estefanía viajaba con la princesa Gracia cuando, en una curva, perdió el control del coche y falleció, horas después, en el hospital. Aunque nadie pudo demostrarlo, se dijo que la que conducía era realmente Estefanía, menor de edad en aquel momento.
Jean Yves Lefur, hijo de un millonario, fue su siguiente 'affaire' y estuvo muy cerca de darle el 'sí quiero'. Pero el que consiguió convertir a Estefanía en una mujer casada fue su guardaespaldas, Daniel Ducruet, padre de dos de sus hijos y que le rompió el corazón con sus infidelidades con una bailarina. Tras una temporada con otro responsable de su seguridad, Jean Raymond Gottlieb, padre de su hija Camille, y una época circense (vivió junto a Franco Knie en la carpa que éste regentaba y se casó con el acróbata portugués Adans Lopez), parece que al menos en cuanto a romances, su vida es más tranquila. Lo que no termina de cuajar es su relación con su hermana Carolina. ¿Fruto de la maldición de la amante despechada?

Por Virginia Hernández | Madrid from elmundo.es   01/07/2011

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