El amor y sus falsos mitos (Lacheev / Getty)
Muchas relaciones amorosas están basadas en un ideario que las conduce al sufrimiento
“Sentimiento hacia otra persona que naturalmente nos atrae y que, procurando reciprocidad en el deseo de unión, nos completa, alegra y da energía para convivir, comunicarnos y crear”. Esta es la segunda acepción del concepto amor que aparece en el diccionario de la Real Academia Española. En ella no se observa, a simple vista, ningún concepto negativo. Sin embargo, la idea de amor romántico que muchos individuos tienen interiorizada conduce de manera irremediable al sufrimiento, y todo ello en parte por la existencia de unos falsos mitos que algunos siguen a pies juntillas.
Amar sin condiciones
Existe el mito, que muchos ponen en práctica, que el amor tiene que ser incondicional, “cuando el amor también tiene condiciones”, explica a La Vanguardia la psicóloga clínica Mila Cahue. “Todo en esta vida tiene unos límites, y una vez éstos se sobrepasan estamos ya en otro tipo de contexto”, añade.
A priori, esta idea de que el amor lo resiste todo afecta más a las mujeres, más proclives al compromiso, que a los hombres, según defienden algunos expertos. “Ellos hacen prevaler más este valor moderno de la autonomía, del no compromiso y de mantener la libertad de decisión”, reflexiona Francesc Núñez, sociólogo e investigador en emociones de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). “Y esta supuesta autonomía –prosigue- que se pretende mantener a veces, va en contra de normas éticas y morales de compromiso que se deberían asumir en las relaciones”.
Si las parejas no establecen unas normas justas, el amor puede convertirse en una fuente de dolor”
Esa concepción distinta del compromiso podría ser ya, de facto, una posición de dominio de ellos respecto a ellas. Y una situación de dominio de uno respecto a otro es el ecosistema idóneo para la aparición del dolor. “Si en las parejas no se establecen unas normas justas, muchas veces el amor, que debería de ser un motivo de felicidad, acaba por convertirse en una fuente de dolor”, subraya Núñez.
Y todo ello ocurre cuando el amor, por definición, “no es doloroso”, arguye Cahue. Lo que sí puede doler “son nuestras expectativas”, agrega esta psicóloga: “Ser pareja es cosa de dos, y si a nuestro compañero/a no le gusta, por ejemplo, como le queremos, podemos llorar, sí, pero por nuestra propia cabezonería”.
El amor no es doloroso”
Cahue remarca que en este contexto (también en el que la persona amada ni tan siquiera quiere ser nuestra pareja), no es el otro el que genera el daño: “Nos estamos chocando contra un muro por no querer ver las cosas como son”.
Y si el amor no tiene por qué doler, pierde consistencia la idea manida de que ‘quien te quiere te hará llorar’. “Quien te quiere te corregirá, hablará contigo, puede ser firme, pero nunca te hará daño y mucho menos voluntariamente”, recalca esta psicóloga.
Control
Y qué decir del axioma que defiende que los celos son una muestra de amor. En todo caso son un “chantaje emocional”, defiende el sociólogo Frances Núñez, que entiende que no dejan de ser “una estrategia de dominación a veces ensayada durante años”.
Al final, todo se reduce al dominio de un individuo sobre el otro, al control. Y lo más preocupante es que esta fiscalización se da, incluso, en las parejas más jóvenes. En este sentido, y según datos de la Delegación del Gobierno para la Violencia de Género, un órgano de gestión de la Secretaría de Estado de Igualdad del Ministerio de Presidencia, más del 28% de las chicas ha sufrido un control abusivo por parte de sus parejas mediante el móvil. E incluso un 5% ha sido objeto de las llamadas ‘pruebas de amor’, como intercambiar fotografías de carácter sexual.
Confundir control con amor
Esta realidad no sólo se da, sin embargo, de un género respecto a otro. “Los hombres nunca perciben que se les está controlando, siempre tienen la sensación de que son ellos los que controlan”, remarca Cahue, quien agrega que “es muy difícil hacerle ver a un hombre que está siendo controlado por una mujer ya sea por vía de la compasión o la pena”.
Esta psicóloga, no obstante, no niega que las mujeres sean objeto de control por parte de sus parejas, aunque matiza que “muchas de ellas lo permiten”. “Algunas incluso les hace sentir seguras: confunden ese control con amor, cuando no tiene nada que ver”.
Se antoja complicado, aunque poco a poco se van haciendo pasos, que este tóxico ideario de amor romántico pase a mejor vida cuando desde el cine y la televisión no deja de reproducirse. “El cine de Hollywood es quien ha llevado a su paroxismo el concepto de amor que popularizaron las novelas románticas del siglo XIX”, lamenta Núñez.
Quizás el problema radique en el menor atractivo que pueda despertar el amor sano. “Es como el mundo de las canciones –apunta Núñez- donde predomina el desamor”. A lo mejor todo se reduzca a eso, a que al ser humano le atrae más el drama. Si eso es así, se hace difícil pensar que el amor tóxico pueda acabar desapareciendo de las pantallas a pesar de los perjuicios que pueda causar. A lo mejor, como reza el dicho, tenemos lo que nos merecemos.
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