lunes, 25 de febrero de 2019

El retrato robot que desvela quién ganará el Oscar a mejor actor y actriz

El retrato robot que desvela quién ganará el Oscar a mejor actor y actriz
El reconocimiento de la diversidad es la gran asignatura pendiente de Hollywoodontaje (Mario Chaparro)


La tendencia de la Academia a escoger un perfil determinado en los últimos treinta años señala un claro ganador


“Lo único que separa a las mujeres de color de cualquier otra persona es la oportunidad. No puedes ganar un premio por personajes que simplemente no están ahí”. Así se pronunciaba este mes la actriz Viola Davis en su discurso de aceptación del Emmy a la mejor actriz por su interpretación en Widow. Más allá de su activismo por la diversidad étnica, Davis es la viva imagen de lo que no representa Hollywood: una mujer negra, de clase baja y más de 50 años.
Aunque ella sí consiguió en 2016 ganar el Oscar a la mejor actriz, su caso es una de las excepciones que confirman la norma: el reconocimiento de la diversidad es la gran asignatura pendiente de Hollywood. La responsable es una Academia formada en su mayoría por hombres blancos y ricos que se dedican, año tras año, a premiarse a sí mismos.
La historia de los Oscar describe al ganador al premio al mejor actor como un blanco de 44 años y ojos azules

Los galardonados representan el mismo arquetipo que aquellos que reparten los galardones: hombres que cumplen a rajatabla lo que en Estados Unidos se conoce como WASP — hombre blanco, anglosajón y protestante, por sus siglas en inglés—.
Las preferencias históricas de Hollywood a la hora de premiar a un actor están claras: piel blanca, ojos azules y pelo castaño. 44 años y más de 1,80 de estatura: es el arquetipo del ganador del Oscar por excelencia en los últimos treinta años.

Y ejemplos no faltan. El más exacto es Michael Douglas, que en 1987 recogió su estatuilla por encarnar a Gordon Gekko en ‘Wall Street’. También Matthew McConaughey, que subió al escenario del Dolby Theatre en 2013 para llevarse el galardón por su interpretación en ‘Dallas Buyers Club’.
A esta lista se podría añadir Bradley Cooper en la próxima ceremonia de entrega de los Oscar. El protagonista de la multinominada ‘Ha nacido una estrella’ responde al perfil físico y racial de los premiados en los últimos 30 años. Además Cooper tiene 44 años, la edad de oro para triunfar si aspiras a llevarte el premio al mejor actor.

La Academia las prefiere jóvenes



En lo que respecta a las mujeres, Hollywood es inmisericorde: los años son un castigo. La edad media para conseguir el Oscar a la mejor actriz es de 34 años. La compañera de reparto de Cooper y aspirante a mejor actriz, Lady Gaga, es la candidata que más se ajusta al prototipo femenino en esta edición.
No tanto porque encaje con exactitud con el retrato medio de las actrices premiadas —es dos años más joven— sino porque las demás quedan fuera del patrón histórico por otros factores. Yalitza Aparicio, nominada por su interpretación en Roma, es origen indígena y jamás una mujer indígena había sido nominada antes. El resto de candidatas —Olivia Colman, Melissa McCarthy y Glenn Close— sobrepasan por más de 10 años la edad media para obtener el galardón.



La vejez no se premia ni con Oscars ni con papeles que puedan optar a ellos. Desde que Helen Mirren se hizo con el Oscar por ponerse en la piel de la Reina Isabel II ninguna otra actriz ha conseguido el galardón con un personaje con canas. Lo hizo Helen Mirren en 2006, Jessica Tandy en 1989 y Olympia Dukakis en 1987: solo ellas lo han logrado en los últimos 30 años.
Sobran dedos de una mano para contar las actrices mayores de 60 años que han recogido un Óscar porque los miembros de la academia que las premia —hasta 2015 compuesta en un 75% por hombres— no se fijan en ellas. La prueba está en el número de veces que un hombre ha recogido un galardón por interpretar personajes con canas: 14. La prueba también está entre los galardonados de más de 60 años: 8 hombres por 4 mujeres.
La actriz Lady Gaga y el actor y director Bradley Cooper posan en Reino Unido
La actriz Lady Gaga y el actor y director Bradley Cooper posan en Reino Unido (AFP)

#OscarsSoWhite y #OscarsSoBlue



Pero si en algo destacan los premios de la Academia es por la sobrerrepresentación de piel blanca y ojos azules encima del escenario. En enero de 2015 prendió la mecha de un malestar que llevaba años en gestación. La falta de diversidad étnica entre los candidatos, empujó a la comunidad de seguidores a denunciar el sesgo de la Academia a través de la etiqueta #OscarSoWhite.
El lema reapareció en 2016 cuando de nuevo todos los actores nominados eran caucásicos. Ya en 2017, la presencia de siete actores y actrices de otros orígenes raciales y étnicos entre los nominados -como los afroamericanos Mahershala Ali, Viola Davis o Denzel Washington - consiguió sofocar las críticas.



En una sociedad, la estadounidense, en la que los blancos son el 76% , el 13% de raza negra y 11% de otras —como la asiática o la latina—, Hollywood se olvida de un parte de la realidad: no hay ningún premiado a mejor actor y actriz que sea asiático, latino o indígena. Mientras que 88% de los galardones son para blancos y el 14% para afroamericanos, para la Academia el resto de razas y etnias son invisibles. Simplemente no existen.
El sesgo también se hace patente en el color de los ojos de los galardonados. El azul es protagonista cuando no lo debería ser: el 42% de los actores y actrices oscarizados tenían los ojos azules, mientras que esta cifra solo es del 16% en el conjunto de la sociedad.

En los últimos treinta años, Hollywood —la industria cinematográfica más rentable del mundo— ha condecorado, principalmente, a personas blancas con ojos azules. Por un lado está la Academia, que premia y reproduce los estereotipos raciales y de género que todavía hoy siguen marcando la sociedad occidental.
En el otro, está la fuerza del #OscarSoWhite y #MeToo —que nació desde el epicentro de Hollywood para denunciar las violaciones del productor Harvey Weinstein y se contagió a través de las redes al resto del mundo—. Dos movimientos que explican cómo la lucha feminista y por la igualdad racial hacen tambalear la dictadura del WASP. En Hollywood, en Estados Unidos y, de rebote, también en España.

Nota metodológica

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