lunes, 25 de febrero de 2019

El mito del magnesio se derrumba

El mito del magnesio se derrumba
Magnesio (ilkab / Getty)


El auge del consumo de complementos alimenticios sin control médico choca con la eficacia real de estos productos


El aumento de la esperanza de vida ha hecho que cada vez más la población tome mayor conciencia de la necesidad de mantener una buena calidad de vida. Tanto los médicos como los dietistas no dejan de insistir en lo importante que son, para conseguir tal propósito, una dieta equilibrada y la practica regular de ejercicio, así como abandonar hábitos como el tabaco, el alcohol y el sedentarismo.
Pero también es cierto que al calor de esta toma de conciencia han florecido –y se extienden cada vez más– los remedios fáciles en forma de complementos alimenticios.
A pesar de que la ley –ni la española ni la europea– hace distinciones, no es lo mismo un complemento que un suplemento alimenticio, aunque a veces se usan erróneamente como sinónimos. Incluso existen los nutricosméticos, y la última moda son los complementos alimenticios para mascotas.
Confusión

No hay que confundir los complementos con los suplementos, que sí pueden ser de utilidad


“Los complementos alimenticios son aquellos productos destinados a terminar de complementar la dieta, mientras que los suplementos van dirigidos a corregir un déficit provocado por el hecho de seguir una determinada dieta –sea por la causa que sea– o por una patología”, explica Eulàlia Vidal, farmacéutica y profesora de la facultad de Ciencias de la salud de la URL-Blanquerna. Para poner dos ejemplos, un complemento es el magnesio –uno de los más consumidos– que se toman después de hacer deporte de forma intensa en un caluroso día de verano, mientras que la vitamina B12 que toma necesariamente un vegano, porque no la obtiene de su dieta, es un suplemento.
Al contrario que un suplemento, los complementos no se elaboran necesariamente para cubrir deficiencias nutricionales, por lo que si “la dieta es equilibrada, no hace ninguna falta, excepto en situaciones muy puntuales, en las que a pesar de que nuestra alimentación nos aporta todo lo que necesitamos, nos hace falta un poco más”, dice Vila. El caso mencionado del ejercicio podría ser una de estas situaciones.
Básicamente los complementos alimenticios son vitaminas, minerales, hierbas, aminoácidos, aceites grasos y enzimas, en forma de varias presentaciones, que contienen concentraciones altas de alguno de estos elementos, ya sean solos o en una combinación de varios de ellos.
Tanto los expertos como las distintas asociaciones de fabricantes y la legislación recuerdan que nunca un complemento debe sustituir a una dieta equilibrada, con la que es posible conseguir todos los nutrientes. Del mismo modo, el real decreto 1487/2009 deja muy claro que no son un medicamento y que “el etiquetado, la presentación y publicidad no atribuirá a los complementos alimenticios la propiedad de prevenir, tratar o curar una enfermedad humana, ni se referirá en absoluto a dichas propiedades”.
Según Mario Sánchez, tecnólogo de los alimentos y divulgador científico en Sefifood.es, “los complementos dedicados al rendimiento deportivo como la L-carnitina o la cafeína son los más problemáticos. Existe poca legislación al respecto y actualmente es difícil controlar su composición”.
Según Sánchez, “el resto, en principio, cumple con todos los controles oficiales y no debería ser un problema para la salud del consumidor, sino más bien para su bolsillo”.

Legislación

La ley no permite decir que estos artículos sirvan para prevenir o tratar enfermedades


Y Sánchez explica por qué: “Casi todas las alegaciones saludables que se hacen de estos productos, como que mejoran la concentración, ayudan a la recuperación después del ejercicio físico, se basan principalmente a las vitaminas añadidas en cantidades concretas marcadas por la ley. Pero es tirar el dinero, ya que prácticamente todos estos nutrientes se pueden obtener a partir de una dieta óptima y saludable”. Un mismo complemento no tiene por qué funcionar igual de bien para todo el mundo. Y tampoco siempre más es mejor. Por este motivo, la recomendación es “tomar sólo aquellos en los que existe una evidencia de que funcionan, ya que algunos –en dosis muy altas– pueden presentar toxicidad”, explica Vila. Además, a pesar de que se pueden comprar sin receta médica, conviene tomarlos bajo la prescripción y el control de un médico o de un dietista-nutricionista, porque todo y que su eficacia
sea más que dudosa, pueden no ser inocuos si se toman en una dosis excesiva.

En el 2011, un estudio publicado en el Journal of the American Medical Association ( JAMA) llegó a establecer que la toma de este tipo de productos puede aumentar el riesgo de muerte a largo plazo. En el 2013, un editorial de Annals of Internal Medicine decía que gastar en dinero en complejos multivitamínicos era “inútil”, pues no servían para nada, y mucho menos para prevenir enfermedades crónicas. Por último, un estudio publicado en el Journal of the American College of Cardiology, en junio del 2018, negaba la utilidad de los complementos en la prevención y tratamiento de la enfermedad cardiovascular.
A pesar de todo esto, y según la Asociación de las Empresas de Dietéticos y Complementos Alimenticios (Afepadi) –en activo desde 1943–, el volumen de negocio de este tipo de productos, incluidas las exportaciones, asciende hasta los 24.000 millones de euros. También, según datos de Afepadi, el 90% de los europeos los consume en algún momento de su vida.

Sin plantillas

Una dieta equilibrada y hacer ejercicio es lo más importante para tener buena salud


Según la nutricionista Aina Suarez “es muy difícil intoxicarse por vitaminas o minerales a través de la ingesta de alimentos, en cambio, se tiene que tener más cuidado cuando hablamos de complementos alimenticios, en los que a menudo las dosis se exceden las IDR (ingesta diaria recomendada)”.
“Tanto un exceso como un déficit de vitaminas y minerales puede causar diferentes problemas de salud, habitualmente derivados de otras enfermedades. Es más habitual encontrarnos con enfermedades relacionadas con déficits de estos compuestos, como la osteoporosis por calcio o la pelagra debido a la vitamina C”, explica Mario Sánchez.
Y es que tampoco “es lo mismo una vitamina o un mineral hidrosoluble –como la vitamina C–, cuyo exceso se elimina por la orina, que otro u otra liposoluble –como la vitamina D–, que se disuelven en medios grasos, y que se pueden almacenar en tejidos u órganos y provocar intoxicación si se toman en cantidades que excedan la IDR”, concreta Suarez.
Según el real decreto 1487/2009, los ingredientes que pueden formar parte de un complemento son las vitaminas y los minerales que se recogen en los anexos de dicha norma, que posteriormente fueron ampliados por el real decreto 130/2018 de 16 de marzo a los ácidos grasos, aminoácidos (con sus sales y compuestos nitrogenados), coenzimas, flavonoides y carotenoides, nucleótidos, polisacáridos y otras sustancias.
Por su parte la EFSA, la agencia europea encargada de la seguridad alimentaria, recientemente ha publicado en línea los valores dietéticos de referencia –la cantidad máxima diaria– para la mayoría de los nutrientes que forman los complementos dietéticos.

Alimentos con algo más

Los alimentos enriquecidos tampoco aportan beneficios para nuestro organismo


De todas formas, el problema suele ser más bien el contrario. “La legislación no es lo suficientemente exigente para regular la calidad de los complementos y el 80% no llevan lo que dicen”, asegura Eulàlia Vila.
De hecho, incluso la FDA estadounidense reconoce “que no tiene autoridad para revisar la seguridad y eficacia de los suplementos y complementos dietéticos antes de su comercialización”.
Aunque no entran en la categoría ni de los complementos ni de los suplementos, tampoco son de gran ayuda los alimentos enriquecidos. “A pesar de que la ley establece que tienen que contener unos mínimos para poderse anunciar como tales, la verdad es que llevan cantidades muy pequeñas, y si tenemos un déficit, por ejemplo de omega 3, la ingesta de huevos o leche enriquecidos con este ácido graso no sirve de nada”, explica la farmacéutica. La fitoterapia, el consumo de principios activos extraídos de plantas, también se ha utilizado desde siempre como complemento alimenticio. “Hay plantas que se pueden usar para complementar. Ninguna tiene minerales ni vitaminas y, aunque tienen otros principios, la realidad es que la evidencia de que
funcionan es muy endeble”, asegura Vila.

Pero para esta experta el problema es, además de una legislación demasiado permisiva, el marketing que hay detrás de estos productos –el mismo que hay detrás de los caros, exóticos e innecesarios maldichos superalimentos– y “que da la sensación de que la gente quiere que la engañen, y que hemos entrado en una época de muy mala información en nutrición. Si no se lleva una dieta equilibrada y se hace ejercicio, no hay nada que hacer”.

Las dosis que pueden ser peligrosas


VITAMINAS


Vitamina D (calciferol)
A dosis de 4.000 unidades (IDR=200 unidades) puede provocar a hipercalcemia,
afectar al riñón, aumentar la presión arterial, y provocar insuficiencia renal,
arterioesclerosis y encefalopatía.
Vitamina E (tocoferol)
Una ingesta de 1.200 mg/día (IDR=10 mg/día) afecta al metabolismo de las
vitaminas A y K lo que puede provocar problemas de coagulación.

MINERALES
Calcio
Hipercalcemia por megadosis en forma de complementos. Pérdida importante del
tono muscular, estreñimiento, poliuria, náuseas, y finalmente confusión, coma y
muerte.
Fósforo
Este mineral compite con el calcio para entrar en los huesos. Si tenemos un exceso
de fósforo estaremos fomentando la descalcificación ósea.
Magnesio
Parálisis en los músculos esqueléticos, depresión respiratoria, coma y muerte.
Hierro
Riesgo, sobre todo, de intoxicaciones por hierro medicinal en niños. La dosis letal
es de 3 g de sulfato ferroso al día, y de 200-250 mg/día en adultos.

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