Andy Jordan se convirtió en un personaje televisivo... y en un "Instagrammer" desencantado.
Andy Jordan comenzó a usar Instagram cuando empezó a trabajar en el programa de televisión británico Made in Chelsea, en 2012. Antes de eso ni siquiera tenía una cuenta en la red social.
Ahora tiene más de 290.000 seguidores.
"Cientos de miles de seguidores estaban atentos cada noche a lo que hacía", le contó a la BBC sobre su aparición en el programa de televisión.
"Uno piensa: 'Todo el mundo quiere seguirme y hablar conmigo'. Es casi como una droga".
Andy lo estaba pasando mal. Ser un personaje mediático le empujaba a publicar una vida edulcorada y llena de filtros en Instagram. Y eso le pasó factura.
Vender cosas en las que no creía fue la gota que colmó el vaso. Y llegó a un punto preocupante.
"Me convertí en un fantasma... ni siquiera me habría importado que me hubiera atropellado un autobús", asegura.
Andy estaba promocionando artículos que se ven a menudo en las cuentas de Instagram de varios "influencers" de la red social, como los que sirven para blanquear los dientes y suplementos de proteínas.
Pero para hacerlo tenía que dar una imagen de sí mismo que no se correspondía con la realidad.
"Es el dinero más fácil que gané jamás", confiesa.
"Hubo un par de veces en las que cobré US$650 por una sola foto, pero casi siempre eran unos US$2.500 (por cada foto)".
Y añade: "Yo solo hacía lo que me decían que hiciera... Obviamente, quienes lo gestionan (el programa) quieren que hagas esas cosas porque también ganan dinero con ello".
Andy dice que nunca va al gimnasio, pero aún así le pidieron que promocionara suplementos proteínicos.
"Me pareció que no tenía sentido porque yo no entreno en el gimnasio, pero mi agente me dijo: 'Bueno, finge que haces ejercicio'. Y yo decía: '¿Pero qué quieres qué haga?'".
Finalmente, Andy entró un gimnasio solamente para tomarse una foto del producto usando una de las máquinas. Pero eso no fue lo más raro que hizo.
"Nunca antes me habían pedido que me sometiera a cirugía plástica", le dijo a la BBC.
"Incluso me preguntaron si me haría una liposucción en una clínica en particular para documentar después el proceso". Andy rechazó esa petición.
Vida con filtros
Estaba haciendo mucho dinero, pero para ello tenía que vender productos constantemente y dar una imagen de sí mismo que no le gustaba.
Al mismo tiempo, participaba en Made in Chelsea, un programa guionizado que intenta parecerse a un reality de televisión y que narra las vidas de un grupo de veinteañeros que viven en los vecindarios más exclusivos de Londres.
"Te conviertes en un títere... eres, literalmente, el envoltorio", explica.
"Perdí la noción sobre quién era yo porque todo estaba dirigido por otra persona".
A Andy también le preocupaba el efecto que su vida con filtros podía tener sobre sus seguidores.
Una encuesta de la BBC encontró que más de la mitad de los jóvenes británicos entre 18 y 34 años sienten que la televisión y las redes sociales tienen un efecto negativo en la manera en la que ven sus cuerpos.
"Creo sinceramente que hay gente que puede morir como resultado del fenómeno de las redes sociales", opina Andy.
"Si estás constantemente rodeado de un mundo que es mejor que el tuyo o de gente que parece mejor que tú, que tiene un auto mejor... llega un momento en que sientes que tu vida no vale nada".
"Es como vender tu alma"
Andy está enfadado consigo mismo "por no haber comprendido del todo lo que estaba haciendo desde el día uno".
Todavía publica en Instagram y cobra por algunos posts, pero ya no anuncia blanqueadores de dientes ni batidos de proteína.
"Por lo menos si ahora promociono alguna cosa tiene que ser algo sobre lo que me sienta apasionado", declara.
Una historia que cuenta muestra el efecto que gente como él puede tener sobre el público más joven, niños incluidos.
"Tuve una conversación con algunos amigos de la familia y estaba hablando con un niño que tendría unos 7 u 8 años. Le dije: '¿Qué quieres ser de mayor? Y me respondió: 'Bueno, yo solo quiero ser un instagrammer'".
"Y le respondí: 'Ese no es un trabajo de verdad'".
"En ese momento me di cuenta de que esta cultura (de las redes sociales) da mucho miedo. Si te estás empujando a hacer algo que sabes que no tiene nada que ver contigo supongo que, de cierta manera, es como vender tu alma".
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