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Durante el último lustro, esta inmunoterapia ha generado miles de millones de euros en beneficio. Pero también ha cambiado cómo se financia la investigación sobre el cáncer
En España se diagnostican al año casi 250.000 nuevos casos de cáncer, una enfermedad que cuesta la vida a más de 100.000 personas al año. Es la primera causa de muertes entre hombres y la segunda entre mujeres. El futuro, no obstante, es prometedor gracias a nuevos fármacos de inmunoterapia o terapia biológica que impiden que el cuerpo bloquee la respuesta al cáncer. Es el caso de Keytruda (inmunoterapia pembrolizumab) –además de otros como Opdivo (nivolumab)–, que se ha convertido en la gran apuesta a la hora de combatir cánceres como el de pulmón, melanoma o vejiga al permitir extender la vida del paciente durante más tiempo que la quimioterapia.
La Agencia Europa de Medicamentos lo avaló recientemente como tratamiento para cierto tipo de melanoma. El sistema de salud español lo financia en casos como melanoma avanzado o cáncer de pulmón no microcrítico. Tan brutal ha sido su éxito en apenas un lustro que se ha convertido en el 'blockbuster' de la farmacéutica estadounidense Merck & Co. (Merck Sharp & Dohme o MSD). Durante el tercer trimestre del pasado año, sus ventas reportaron más de 1.670 millones de euros, un 18% del total de ingresos. Los analistas, como recoge 'Bloomberg', esperan que en 2022 el fármaco se convierta en el principal pilar de su crecimiento y una cuarta parte de su fuente de ingresos.
La estrategia de las grandes farmacéuticas es la de la adquisición de startups de biotecnología que asuman el riesgo de investigar estos medicamentos
Lo llamativo de este caso es cómo cayó el medicamento en manos de Merck:a través de una adquisición. Concretamente, la del laboratorio Shering-Plough en 2009, a cambio de algo más de 36.000 millones de euros. Este, a su vez, lo había obtenido un par de años antes de una compañía holandesa. No es un ejemplo excepcional, recuerda un reportaje de 'The Financial Times'. La estrategia de las grandes farmacéuticas, especialmente en lo que concierne a la oncología, es la de la adquisición de startups de biotecnología que desarrollen estos productos pero carezcan de la potencia suficiente para comercializarlos. En los últimos meses, Bristol-Myers Squibb se ha hecho con Clegene; GlaxoSmithKline, con Tesar; y Eli Lilly, con Loxo Oncology por miles de millones. Ninguno de estos tratos baja de los 4 mil millones de euros.
La lógica es palmaria. Como recuerda el doctor Chuck Dinerstein, del American Council of Science and Health, el paradigma de “adquisición y licencia” se encuentra detrás de más de dos terceras partes de los nuevos descubrimientos farmacológicos. El objetivo de las grandes farmacéuticas es reducir el riesgo y los costes de inversión, y dejar que los asuman las startups biotecnológicas que se dedican a ello. Si fracasan, serán ellas las que afronten las pérdidas. Y, si triunfan, podrán vender su hallazgo a un comprador que sabe que tiene entre sus manos una mina de oro… y que pagará en consecuencia.
El lado oscuro del modelo imperante
Este proceso tiene una consecuencia lógica: cuando uno de estos laboratorios da con una veta que, como hemos visto, puede generar miles de millones anualmente, su valor de cara a los posibles compradores se dispara exponencialmente. El caso de Merck y Shering-Plough es, de hecho, un tanto diferente, como explicó 'Forbes' en su día, ya que la gran farmacéutica no la adquirió para hacerse con el control de Keytruda. Tan solo fue más tarde, tras el 'boom' del Opdivo, cuando se dieron cuenta de lo que tenían entre manos y concluyeron los ensayos para desarrollarla. Hoy por hoy, resulta más rentablesalir a la caza del proyecto innovador que abrir investigaciones que pueden no llegar a ningún lugar.
La primera consecuencia es el aumento del precio del medicamento. “Por su miedo de quedarse atrás, las grandes farmacéuticas pueden llegar a pagar muchísimo más para asegurarse un blockbuster”, recuerda Dinerstein. “Las startup hacen frente a un gran riesgo, y quieren una recompensa en consonancia. Aunque es difícil calcular cuánto estamos pagando de más por esos bonus al descubrimiento, impactan en el precio final; como nunca me cansaré de decir, el dinero para todo esto sale de los pacientes y de la población”. Keytruda puede llegar a costar 100.000 euros anuales por paciente, según señala Médicos del Mundo. En España, la Plataforma 'No es sano' añadía que el precio de los medicamentos ontológicos se ha duplicado en 10 años, a lo que Farmaindustria respondió que el coste se mantiene estable en 2009 en términos relativos.
A simple vista, se trata de un mero cambio de modelo. En lugar de que sean las grandes farmacéuticas las que desarrollen la investigación, su lugar es ocupado por las startup, lo que en un equilibrio ideal provocaría que, al final, el precio fuese el mismo que si hubiese sido la farmacéutica quien invirtiese en investigación. Pero esto, recuerdan los detractores, provoca que los programas de desarrollo de las grandes farmacéuticas, uno de los grandes motores de la investigación, se reduzcan al mínimo empujando a esas compañías a una fuga de cerebros. También, que ello dé lugar a un panorama de “el ganador se lo lleva todo” que deje a muchos más investigadores en una situación precaria. Las absorciones, por otra parte, suelen propiciar un gran número de despidos.
Al no haber alternativa, la ausencia de competencia dispara aún más el precio
Este modelo ha provocado, por otro lado, un 'boom' de investigación. Los inversores en pequeños laboratorios aspiran a convertirse en la próxima gran sensación que pueda venderse al mejor postor, al igual que ocurre en Silicon Valley (y sus apps y plataformas con un interés social mucho menor), lo que estimula esta clase de proyectos. Los unicornios son difíciles de encontrar, pero una vez hallados, cambian la partida de cabo a rabo. Nada que ver, en principio, con el caso de Valeant Pharmaceuticals, que compraba empresas de la competencia para hacerse con el control del mercado y elevar los precios de manera artificial.
La dificultad del tratamiento contra el cáncer
La oncología tiene otra peculiaridad, como recuerda el reportaje del medio económico: los tratamientos requieren combinaciones de medicamentos, aumentando aún más el coste total. Keytruda, por ejemplo, suele combinarse con pemetrexed y quimioterapia de platino. Al no haber alternativa, como sí ocurre con otras enfermedades, la ausencia de competencia dispara aún más el coste. Y, como recuerda 'FT', ningún médico escatimaría recursos en alargar la vida de un paciente enfermo de cáncer. Todo ello sin garantizar una cura definitiva, que es algo que probablemente no veamos hasta dentro de varias décadas.
La última amenaza está relacionada íntimamente con esta posición privilegiada, y es el peligro para las grandes farmacéuticas de depender casi en exclusiva de un único medicamento, como ocurre con Merck, que recientemente quiso enviar el mensaje de que eran mucho más que Keytruda. La aparición de un fármaco alternativo en el corto plazo, algo relativamente probable dados los avances que se han producido en investigación los últimos años, podría provocar un descenso significativo en el nivel de ventas de una de estas compañías o un pánico que hiciese caer su valor en bolsa de improviso.
Como recordaba un análisis publicado en 'Bloomberg' el pasado mes de mayo, las ventas de su segunda franquicia más importante, los medicamentos para la diabetes Januvia y Janumet, están declinando, y “su cadena de productos en desarrollo no es tremendamente prometedora”. La incertidumbre viene propiciada por las posibles combinaciones de medicamentos contra el cáncer que puedan aparecer en el futuro y que pongan en peligro su posición en el mercado.
Todo milagro conlleva una maldición, y la de las grandes farmacéuticas es apoyarse tanto en su producto estrella que terminen dependiendo por completo de él. En una guerra por encontrar el unicornio perdido contra el cáncer, las tornas pueden girar de un día para otro.
AUTOR
HÉCTOR G. BARNÉS 21/02/2019
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