Los estudios detectan sustancias tóxicas en cantidades apreciables en camisetas, pijamas y otras prendas de ropa interior
La salud humana puede verse perjudicada a consecuencia de las sustancias químicas utilizadas en la ropa y que entran en contacto con el cuerpo humano. Es la alerta que lanza José Luis Domingo, investigador de la Universitat Rovira i Virgili.
Este experto ha hecho una recopilación de estudios –junto con el también investigador Joaquim Rovira– en la que subraya que la presencia de sustancias tóxicas en las prendas de ropa es destacable. El estudio aparece en la revista Environmental Research.
Es conocido que la industria textil usa compuestos que pueden afectar a la salud y el medio ambiente de los trabajadores expuestos en las fábricas. Sin embargo la nueva preocupación es que los consumidores también pueden verse afectados por los aditivos contaminantes.
Muchos de estas sustancias se eliminan en la fabricación, pero otras quedan en pequeñas cantidades y permanecen, se liberan y entran en contacto con el cuerpo (a través de la ropa interior, como camisetas, pijamas, calzoncillos, calcetines…).
Los expertos
Faltan controles exhaustivos de los contaminantes que entran en el organismo a través de la piel
Esa exposición puede producir alteraciones en la piel, como dermatitis o reacciones alérgicas. Sin embargo, el trabajo de Domingo y Rovira destaca que la ropa incorpora muchas veces productos potencialmente tóxicos, como retardantes de llamas (usados para evitar una gran combustión), bisfenoles, benzotiazoles y ftalatos (considerados como disruptores endocrinos, es decir, que pueden incidir en nuestro sistema hormonal), así como aminas aromáticas, que pueden tener efectos cancerígenos.
En otro estudio, estos expertos detectaron una alta presencia de antimonio en pantalones y camisas vaqueros.
Absorbidos a través de la piel
Domingo explica que estas sustancias “son absorbidas a través de la piel y luego es el organismo el que las redistribuye a través de la sangre, hasta llegar a los distintos órganos del cuerpo y los tejidos”. Por eso, el efecto tóxico podría ser el mismo que si hubieran entrado en el cuerpo ser ingeridas en la comida o inhaladas.
Un factor añadido en la sobreexposición reside en que algunas prendas suelen ser usadas durante muchas horas del día (el pijama de los niños) o largas temporadas (pantalones vaqueros).
Por el contrario, un jersey o un abrigo tienen menos contacto con la piel.
Sin los debidos controles
Su conclusión es que la sociedad tiene instrumentos de control de los contaminantes que entran en el cuerpo a ser ingeridos a través de la dieta o al ser inhalados (por la polución). Sin embargo, “no existen el control debido sobre las sustancias químicas que pueden entrar en el cuerpo a través de la piel”, por contacto con la ropa, según el profesor Domingo.
José Luis Domingo
“Sabemos lo que ingerimos y lo que respiramos, pero no lo que nos llega a través de la piel”
“Sabemos lo que ingerimos y lo que respiramos, pero no lo que nos llega a través de la piel”, destaca. Domingo resalta el escaso control público sobre estas prendas, buena parte de las cuales proceden del sudeste asiático, sin que el ciudadano tenga la absoluta seguridad de que en su fabricación se respeta los mismos estándares que en Europa.
Las etiquetas de las prendas, añade, tampoco ofrecen la información sobre las sustancias empleadas, lo que agrava la sensación de indefensión.
Deslocalización y otros problemas
Aunque en la UE hay importantes medidas de control para muchos componentes peligrosos, el continuo desplazamiento de la producción textil hacia países con escasas restricciones ambientales, la compleja cadena de suministros y el largo número de agentes implicados en las etapas de producción hacen que los controles estrictos sobre la presencia de algunos productos químicos tóxicos en los tejidos y las ropa sean de muy difícil aplicación, alega.
Domingo sostiene que los legisladores no han asumido la importancia de conseguir una mejor regulación, ni se están aplicando el principio de precaución para evitar tener que actuar cuando el daño ya se ha producido.
“Se deben realizar estudios para prevenir los riesgos potenciales para la salud de los consumidores, muy especialmente de los bebés y los niños”, resume.
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