Los profesionales aconsejan no esperar a desgastarse para dejar un puesto de trabajo
El ego y el miedo, entre los factores para retrasar la decisión de jubilarse
Jacinda Ardern dijo basta. La primera ministra de Nueva Zelanda, la mujer dirigente más joven del mundo en el momento de su elección con 37 años, anunció el jueves, por sorpresa, que dejará en febrero su puesto y, por consiguiente, no se presentará a la reelección en noviembre. “No lo dejo porque sea duro, lo dejo porque este trabajo conlleva una gran responsabilidad, y no tengo suficiente energía para hacerle justicia”, aseguró. Al día siguiente, comentó a la prensa que tenía una sensación de alivio y había dormido “bien por primera vez en mucho tiempo”.
Desde la pandemia se está haciendo más habitual oír palabras como las de Ardern en directivos que prefieren no continuar en sus puestos antes que seguir agotándose más, asegura Orestes Wensell, director comercial de Talent Solutions, del grupo Manpower. “Ha habido un punto de inflexión. Estábamos acostumbrados a jornadas maratonianas con un alto nivel de exigencia. Ahora, las personas han empezado a hacer balance, dando más valor a otras cosas”, asegura Wensell.
Para tomar la decisión de parar y cambiar de puesto es aconsejable, como coinciden los expertos consultados, llevar a cabo un proceso de autoconocimiento y ser capaz de detectar las banderas rojas que señalan que algo no va bien. “Pueden ser señales corporales, cuando el cuerpo comienza a fallar, y no solo en trabajos físicos. O señales de tipo vital: cómo está la relación con la familia, cómo equilibras tu tiempo personal con el profesional. Y si hay un gran decalaje, es una señal que tiene que ver con lo que los psicólogos llaman la identificación social. Que has acabado siendo lo que profesionalmente eres y no sabes quién eres fuera del trabajo”, ilustra Carlos Royo, del departamento de Dirección de Personas y Organización en Esade.
Por su parte, Jon Segovia, profesor de Desarrollo de Personas y Gestión del Cambio en Deusto Business School, señala que el exceso de responsabilidad, muy común entre las personas que están en los niveles más altos de su profesión, y la búsqueda de la perfección son malos aliados. “Hay que intentar hacerlo lo mejor posible, pero tener compasión con uno mismo. Saber que eres humano y, como tal, eres frágil, imperfecto, a veces fallas”, explica, antes de añadir la importancia de saber perdonarse, al igual que se hace con otras personas. “Venimos de un mundo en el cual entendíamos a los líderes como personas autoritarias, que marcaban el rumbo, que no caían nunca. La vulnerabilidad se veía como una debilidad. Ahora, la vulnerabilidad y la capacidad de caer y volver a levantarse genera empatía en tu entorno. La gente entiende que te caigas”, defiende Segovia. El consejo de Wensell a este respecto es “no esperar a desgastarse por dentro” para tomar la decisión de parar. Es la misma opinión que tiene Eliana Gialain, de CoachHub, cuando afirma que “es importante reforzar el autoconocimiento, de modo que la persona pueda ser consciente de las posibilidades de su rendimiento para dar el máximo de sí mismo, pero también para determinar sus límites y saber cuándo es el buen momento para parar”.
Hay situaciones en las que parar no significa cambiar de puesto, sino dejar de trabajar. Afrontar el retiro es un momento vital que se hace muy complicado para muchas personas, a las que en los últimos años de sus carreras se les empieza a preguntar, de manera cada vez más frecuente, cuándo abandonan su profesión. Es lo que le preguntó hace unas semanas un periodista a Rafa Nadal, de 36 años, tras su derrota en la United Cup. El tenista, que el miércoles volvió a sufrir una lesión durante el partido en el que fue eliminado del Abierto de Australia, aseguró que seguirá sobre la pista porque realmente disfruta con lo que hace.
Tras la reticencia de muchos directivos, y en especial de fundadores de empresas familiares, a retirarse, los expertos consultados señalan varios motivos. “Hay personas que no se desvinculan emocionalmente de su puesto de trabajo porque sienten que su vida está ahí. Le tienen un gran apego, incluso una dependencia. Les cuesta jubilarse porque sienten que ahí están sus amigos, su día a día. Piensan qué va a ser de ellos si su vida es el trabajo”, explica María Luz Pomares, psicóloga organizacional especializada en asesorar a profesionales en los últimos años de sus carreras.
Otra de las razones señaladas es el miedo a la incertidumbre, de no saber qué hacer cuando la agenda se vacíe y se disponga de un tiempo que antes ocupaban largas jornadas laborales. Para mitigar esa sensación, la solución es prepararse para el retiro desde varios años antes. Cultivar aficiones a las que poder dedicarse, por ejemplo. En Estados Unidos, las empresas ofrecen a sus empleados mayores de 60 años sesiones grupales e individuales, para que se preparen y afronten el proceso sin miedos ni incertidumbres, explica Sylvia Taudien, directora general de Advantage Consultores, que ofrece estos servicios, cada vez más extendidos en España.
Y hablando de miedos, otro de los que sienten los que ven que se acerca la edad para dejar de trabajar es el de ya no ser de utilidad, tras tantos años desempeñando una función, asegura Taudien. “La necesidad de sentirse útil es muy poderosa”, apunta, por su parte, Pomares, que ayuda a las personas que trata a que no vean este paso como que pierden algo, sino que se centren en las oportunidades que se les presenta.
El ego también sale a relucir cuando se pregunta por las causas que hacen que una persona no se quiera jubilar. “El ego entendido como soy lo que trabajo o lo que demuestro en mi vida profesional. Cuando esto desaparece, pierdo mi identidad”, asegura Royo. En este sentido, Segovia apunta al miedo a qué pasará cuando la gente deje de reconocer a una persona cuya vida profesional le ha ido muy bien y ha tenido reconocimiento por ello.
En las empresas familiares una de las circunstancias que más se encuentran los profesionales que ayudan en los procesos de traspaso de poder de una generación a otra es la dificultad que tienen los fundadores para dejar el control, para entender que las cosas se pueden hacer de otra forma. Y eso hace que les cueste retirarse y desaparecer de la empresa, proyectando una alargada sombra sobre sus sucesores.
A este respecto, la razón que aducen en ocasiones aquellos que no se quieren jubilar es que sienten que no hay un relevo adecuado para ellos, alguien capaz de continuar con su legado.
MANME GUERRA
Madrid 23 ENE 2023 - 12:11 CET
https://cincodias.elpais.com/cincodias/2023/01/20/fortunas/1674244497_793655.html