viernes, 24 de febrero de 2023

¿Por qué Suiza adora el dinero en efectivo y en cada casa hay 22.000 francos mientras que en Suecia lo odian?



Fajos de billetes de francos suizos, en un banco de Zúrich.
ARND WIEGMANN (REUTERS)



Suiza es el país del mundo más apegado al dinero en efectivo. Suecia, en cambio, es uno de los más partidarios del dinero digital. Los suizos acumulan de media 11.000 francos en billetes y monedas (algo más de 11.000 euros), unos 22.000 francos por familia, mientras que en Suecia la gente tiene menos de 500 euros en casa. En Suiza se va a celebrar en breve un referéndum para consagrar en la constitución el derecho a mantener efectivo. En Suecia hacen gala de ser el país más avanzado del mundo en el destierro de los pagos en metálico. Allí solo los ancianos siguen utilizando los billetes y monedas. ¿Cómo pueden ser tan distinta la relación con el dinero?

En Suiza, un colectivo denominado Movimiento de Libertad Suiza ha recogido 157.000 firmas entre la ciudadanía referéndum a nivel nacional. Detrás de esta iniciativa está el temor de que el dinero en papel desaparezca en algún momento y que todas las transacciones pasen a ser digitales, lo que consideran que aumentaría también el riesgo de ser vigilados. Curiosamente, allí ni el Gobierno ni el banco central han anunciado que quieran acabar con el efectivo.

Los promotores de la consulta quieren incorporar una garantía constitucional para que el país siempre cuente con monedas y billetes de banco suficientes para realizar pagos, incluso en casos de ciberataque, de un fallo de los sistemas o de un gran apagón. “El efectivo es libertad y una prioridad absoluta para Suiza”, afirma el grupo suizo pro-efectivo en su página web. “Es contrario a los derechos humanos y a nuestro legado de libertad excluir a las personas que prefieren utilizar efectivo a una tarjeta”.

La idiosincrasia suiza está muy vinculada a la libertad y a la neutralidad. Desde hace siglos, sus ciudades han sido refugio para perseguidos políticos y religiosos de toda Europa. También han sido la cuna de largas sagas de banqueros (los Rothschild, los Lombard Odier, los Pictet...) donde millonarios de todo el mundo podían dejar parte de sus fortunas a buen recaudo.

En el caso de Suecia, su interés por ir dejando atrás los pagos en metálico se puede rastrear hasta uno de los emblemas nacionales, el grupo ABBA. Uno de sus fundadores, Björn Ulvaeus, es el principal defensor de la deriva del país hacia una sociedad sin efectivo. De hecho, en el Museo ABBA de Estocolmo no se pueden comprar las entradas con billetes desde hace más de 20 años.

La inquina de Ulvaeus contra el dinero en metálico se remonta a 2008, cuando unos ladrones robaron en el apartamento de su hijo Christian. El joven quedó tan afectado como para decidir mudarse. Para su padre, todo el episodio fue un escándalo. “Empecé a pensar que solo habían asaltado su casa para ver si tenía billetes”, contaba Ulvaeus en una entrevista con una televisión local.

Así que Ulvaeus, que conserva su influyente estatus de ídolo pop (al menos en Suecia), empezó a escribir artículos de opinión para periódicos y sitios web. Su argumento era sencillo: La economía criminal depende del carácter anónimo e imposible de rastrear del dinero en efectivo. De hecho, gran parte del dinero en efectivo que hay en el mundo, quizá la mayor parte, simplemente no se sabe dónde está. A menos efectivo, menos delincuencia. Su campaña tuvo un enorme éxito

Entre 2006 y 2016 la moneda en circulación disponible ha caído a la mitad, siendo sólo el 1% de la economía frente al 10% de la eurozona. Y en 2018 sólo uno de cada seis suecos declaraba haber hecho una compra reciente con dinero en efectivo. Y ya hay más de 4.000 personas que se han implantado un microchip en la mano para poder pagar si ni siquiera utilizar una tarjeta o un móvil.

Todos estos avances, en Suiza serían impensables. Para la mayoría de suizos, los pagos en efectivos son sinónimo de anonimato y privacidad. Cuando se hacen abonos con tarjetas de crédito o con sistemas de pago vinculado a grandes grupos tecnológicos (Google o Apple Pay), siempre quedan rastros de las transacciones.

Desde el portal Moneyland explican que: “a medida que ha avanzado la digitalización, también lo han hecho la ciberdelincuencia y el fraude online. Las cuentas en bancos suizos y las tarjetas de crédito son regularmente el objetivo de ciberdelincuentes y estafadores. El dinero en efectivo puede ser robado físicamente en un lugar, pero el ‘dinero digital’ puede ser robado en cualquier lugar y en cualquier momento”.

De hecho, en ciudades como Basilea o Zúrich todavía es habitual que haya algunas personas, ya de cierta edad, que siguen pagando el alquiler de su apartamento en efectivo. Y muchos negocios en los que no se acepta el pago con tarjeta. El Banco Nacional de Suiza (BNS) sigue emitiendo billetes de 1.000 francos (unos 1.000 euros) que son el papel moneda corriente con más valor de toda la tierra. En la Unión Europea, en cambio, ya se han dejado de producir billetes de 500 euros, para tratar de reducir la economía sumergida y el dinero negro.

El vicepresidente del BNS, Fritz Zurbruegg, habla del efectivo como un “fenómeno cultural” y explica que si siguen teniendo billetes de 1.000 francos “corresponde a lo que la gente quiere”. Es popular para las compras de bienes de alto valor y el pago de facturas en la oficina de correos, además de ser “un depósito de valor”, añadió.

Aunque parece que Suecia y Suiza tienen dos estrategias diametralmente opuestas en relación al uso del dinero en efectivo, en cierta medida también están convergiendo. En Suiza, la epidemia del coronavirus provocó un fuerte incremento de los pagos con tarjetas y móviles, al tratarse de un método de pago más aséptico.

Antes de la pandemia, hasta el 70% de los pagos puntuales (en restaurantes, supermercados, comercios...) se hacían aún en efectivo. En cambio, en julio de 2021 esa cifra había caído hasta el 43%, de acuerdo con una encuesta del BNS.

En Suecia, que hace unos años llegó plantearse el desterrar por completo el dinero en metálico, las autoridades han visto que hay algunos colectivos de personas desfavorecidas que siguen dependiendo de las monedas para vivir. Obligar a que todas las personas hagan todos los pagos con dinero electrónico implica presuponer que todo el mundo tiene una cuenta corriente, una tarjeta bancaria o un móvil. Sin embargo, muchas personas, sobre todo migrantes, sufren exclusión financiera y no tienen acceso a esos servicios básicos.

También la Organización Nacional Sueca de Pensionistas está en contra de suprimir por completo los pagos en metálico. Incluso la Agencia Sueca de Contingencias Civiles ha recomendado a los ciudadanos que guarden en sus hogares algo de efectivo para emergencias, ya que no se sabe qué podría ocurrir en el país en caso de que cayesen los sistemas de pago, se provocase un ciberataque o, bueno, se declarase la guerra.