lunes, 13 de febrero de 2023

Google vs. Microsoft: guerra abierta por la inteligencia artificial que va a cambiar tu vida




Logo de Google. (Reuters/Dado Ruvic Illustration)



Google se ha desplomado esta semana 100.000 millones en bolsa. El motivo: es la primera vez en más de una década que alguien amenaza de verdad su imperio de publicidad 'online'. Ese alguien es ni más ni menos que Microsoft




Haga memoria. ¿Cuándo fue la primera vez que usó Google? Tal vez ni se acuerde. Piense en esto otro: ¿cuánto tiempo lleva usando el buscador de la misma forma? Entra, teclea unas palabras, escanea la lista de enlaces y empieza a pinchar y pinchar esperando dar con la información. A veces la encuentra en unos segundos, otras tarda varios minutos y muchas otras jamás consigue nada. En realidad, más del 50% de las búsquedas que hacemos en Google acaban sin producir ningún clic en los enlaces. El motivo es que los resultados son tan irrelevantes que no nos sirven. Y vuelta a empezar. Cuesta creerlo, pero Google ha amasado con este sistema un invencible imperio publicitario de 220.000 millones de dólares al año. Un imperio al que Microsoft le acaba de declarar la guerra blandiendo una arma inesperada: ChatGPT.

"Hoy la búsqueda es fantástica, funciona... el 50% de las veces". Así despachó esta semana el jefe mundial de Microsoft, Satya Nadella, a su eterno rival, Google. Y fue más allá. "Quiero que la gente sepa que les hemos sacado a bailar" continuó. En los casi 10 años que Nadella lleva al frente de la compañía, nunca antes le había echado semejante pulso a Google. Lo hizo este martes, en un evento junto a Sam Altman, el fundador de OpenAI, los creadores de ChatGPT, en un golpe que luego desveló llevaba preparando desde marzo de 2022. ¿Por qué no usar inteligencia artificial para reinventar los buscadores? ¿Por qué no hacer lo mismo con el navegador, las aplicaciones, el sistema operativo, las redes sociales... y prácticamente todo lo que usamos en nuestro día a día?

Es la arriesgada apuesta con la que Microsoft ha cogido desprevenido a Google por primera vez en más de una década y que atisba el comienzo de una nueva era en internet. Incluso en China, el gigante Baidu anunció el martes que también lanzará su propio ChatGPT en marzo. Horas después sus acciones se dispararon. Alibaba, el 'Amazon chino', ha confirmado planes similares. Igual que el iPhone pulverizó la telefonía en 2007, o Netscape se convirtió en el rey de la red en 1995, Microsoft ensaya ahora un doble salto mortal. La pregunta del millón es si lo va a conseguir.

Este martes, Nadella y Altman mostraron cómo funcionará Bing a partir de ahora, como una "máquina de respuestas". En lugar de teclear palabras y pinchar enlaces, Bing ahora entiende preguntas complejas y ofrece respuestas directamente gracias a ChatGPT. "Sugiéreme un plan para este fin de semana en Madrid" "¿Qué ejercicios debo hacer para curar una tendinitis de hombro?" "Dame ideas para escribir un relato corto de ciencia-ficción". "¿Cuál es el barrio más barato de Barcelona para alquilar piso?".

Tras 24 horas probándolo (el sistema aún está en acceso limitado), mi sensación es que, efectivamente, estamos ante un cambio de calado, aunque no inmediato. Bing con ChatGPT incorporado falla tanto como Bard, el nuevo chat inteligente de Google. Pero la llegada de esta tecnología a los buscadores y decenas de servicios online ya no tiene marcha atrás. Podría jubilar Google por Bing ahora mismo y no lo echaría de menos ni un segundo.

Google adelantó a Microsoft en gasto en I+D en 2015. Desde entonces la distancia no ha parado de aumentar, pero no le ha servido de mucho

En Mountain View deben estar pensando algo parecido a juzgar por lo que ha pasado esta semana. Google organizó este miércoles un evento mundial en París para presentar Bard, pero Microsoft se adelantó al martes con su propio evento sorpresa. Google decidió entonces partir su evento en dos, anunciar Bard el lunes, deprisa, mal y corriendo, entre el desconcierto de los medios en todo el mundo, y el resto de cambios en Maps y el Traductor, el miércoles. La cosa no salió bien. Alphabet, la matriz de Google, ha perdido más de 100.000 millones de dólares en capitalización desde el martes. Supuestamente, por un error garrafal de Bard al contestar una pregunta sobre el telescopio James Webb. En realidad, el motivo es más preocupante.





"Google no ha perdido 100.000 millones por el error de Bard. ChatGPT comete los mismos fallos, o peores. Los ha perdido porque, por primera vez, hemos comprobado que puede haber un sistema mejor para hacer búsquedas. Google tiene un monopolio en publicidad online, nadie esperaba que pudiera surgirle un competidor creíble de repente. Pero eso es justo lo que ha sucedido. Y no es un problema técnico, es un problema de modelo de negocio", explica a este diario Andrés Torrubia, ingeniero especialista en IA.

Google es víctima de su propio éxito y monopolio indiscutible, con más de un 90% de cuota en buscadores a nivel mundial. Es un caso de libro del conocido como dilema del innovador. La compañía necesita innovar, crear nuevos servicios para asegurarse su futuro, pero a la vez tiene cero incentivo para hacerlo porque es una máquina de imprimir dinero. La inercia le ha llevado a optar por la solución previsible, seguir ordenando el monopolio. Innovar, pero no mucho. En silencio. De hecho, adelantó a Microsoft en gasto en I+D en 2015, y desde entonces la distancia no ha parado de aumentar, pero no le ha servido de mucho.

"Nadie esperaba que a Google pudiera surgirle de repente un competidor creíble. Pero eso es justo lo que ha sucedido"

"La calidad de los resultados de Google hace años que ha ido a peor. Hay demasiados enlaces pagados, mucha publicidad y Google casi ha renunciado a ordenar la información. Esa era su gran misión", explica a este diario Asier Gutiérrez-Fandiño, ex ingeniero de IA en el Barcelona Supercomputing Center, asesor para el Gobierno en IA y director de LHF Labs. Gutiérrez-Fandiño añade otro factor clave que explica su gran lentitud: "La gran incógnita es cómo monetizas un buscador con un modelo de IA y funciones de chat. ¿Cómo evitas cargarte tu negocio mientras creas otro nuevo?".

Al otro lado del ring, Microsoft encarna todo lo contrario: tiene muy poco que perder (Bing no llega ni al 3% de cuota a nivel mundial) y mucho que ganar. Puede permitirse experimentar con nuevas funciones y modelos de negocio igual que si fuera una startup, justo lo que es OpenAI. Una de las salidas que el propio Nadella baraja es la de cobrar una suscripción por el nuevo Bing en lugar de financiarlo con publicidad, como ha hecho Google hasta ahora. Es algo que OpenAI ya ha anunciado: 20 dólares al mes por un ChatGPT de pago. Imagine tener a su alcance una página que no le cuele publicidad, que le ofrezca respuestas al instante y no le obligue a ir pinchando enlace tras enlace. ¿Pagaría por ello? "Lo que Microsoft ha dejado claro es que el modelo de buscador conversacional es superior. Ha obligado a Google a moverse. Pero no va a ser fácil", señala Torrubia.

El motivo principal es que ofrecer un buscador o cualquier servicio online con una IA incorporada es, de momento, prohibitivamente caro, un detalle por el que tanto Microsoft como Google han pasado de puntillas esta semana. Algunas estimaciones señalan que OpenAI se deja 100.000 dólares al día (3 millones al mes), solo en mantener los servidores que alimentan todas nuestras preguntas en ChatGPT. El servicio alcanzó 100 millones de usuarios en enero, solo dos meses después de su lanzamiento, lo que la convirtió en la aplicación online con el crecimiento más rápido de la historia de internet, según UBS. Impresionante, pero muy lejos de las cifras diarias que procesa Google.

Se calcula que tecleamos en su cajita más de 60.000 preguntas por segundo. El coste por búsqueda en un modelo con IA es mayor al de los sistemas tradicionales (0,0106 dólares en Google frente a 0,0142 en ChatGPT). El resultado es que ni la publicidad podría pagar un buscador inteligente que opere a nivel mundial. Dicho de otra forma, Google se ha visto forzado a lanzar Bard, pero es muy probable que aún no sepa ni cómo va a pagarlo. "El coste de ejecución y la monetización van a ser el gran inconveniente. Y eso va a limitar el uso de IA en otros ámbitos, como en las administraciones públicas", apunta Gutiérrez-Fandiño.


Primero en mover, último en llegar

La batalla abierta entre Google y Microsoft por la IA es aún más sorprendente si se tiene en cuenta un hecho: Google era el líder absoluto desde hace 15 años en este terreno, contaba con las mentes más privilegiadas, como Geoffrey Hinton, considerado uno de los padres de la IA, premio Turing (el Nobel del sector) en 2018. Y, de repente, OpenAI le ha adelantado por la derecha. ¿Cómo se explica semejante giro de guion?

La respuesta hay que buscarla en varios acontecimientos cruciales. El primero se produjo en 2014, cuando Google compró la OpenAI del momento, la firma británica DeepMind. Fue la época en la que se labró una merecida fama de 'capo' de la inteligencia artificial, con el software de DeepMind venciendo al mejor jugador del mundo del juego Go en 2016. Pero eran solo fuegos artificiales, la cara amable de la IA. Pronto llegarían los momentos amargos.

En 2016, Sundar Pichai, CEO de Alphabet, anunció la decisión de poner la inteligencia artificial en el centro de su estrategia. En realidad, era una respuesta al asistente de voz Alexa, de Amazon, que se había adelantado al Google Assistant. El gigante de Mountain View comenzaba a arrastrar los pies. Dos años más tarde, en 2018, Google montó su evento anual por todo lo alto, la Google I/O, para presentar Duplex, un asistente que te permitía reservar mesas en restaurantes de forma automática. Resultó ser un fiasco absoluto por sus fallos y su limitada aplicación. Duplex dejó cicatriz. "Estoy seguro que hubo algo de estrés post traumático entre los directivos", recuerda a Forbes Brooke Hammerling, al frente de una de las agencias de PR más relevantes de Silicon Valley. Lo peor estaba por llegar.

El año pasado, un ingeniero de Google afirmó que el software tenía sentimientos, algo técnicamente imposible

Este mismo año se destapó el escándalo de Project Maven. Google estaba trabajando en secreto con el Pentágono para ayudarle a crear armamento con inteligencia artificial. Los empleados se rebelaron, se manifestaron a las puertas de su sede acusándoles de haber traspasado una línea roja. Google canceló el contrato para sofocar la revuelta, pero también despidió a algunas de las investigadoras más brillantes de EEUU especializadas en ética de IA, como Timnit Gebru y Margaret Mitchel. Comenzó así una fuga progresiva de ingenieros que prefirieron abandonar el confort del Googleplex para montar sus propias startups de IA.

Google tampoco tuvo suerte con LaMDA, un potente sistema de IA parecido a ChatGPT creado en 2020. El año pasado, un ingeniero afirmó que el software tenía sentimientos, algo técnicamente imposible. Google acabó despidiéndolo. Pese a quemar miles de millones al año y ser el líder indiscutible, la realidad es que las iniciativas de IA de Google casi siempre han estado envueltas en la polémica, algo que ha empujado al buscador a ser mucho más lento y conservador en su apuesta por esta tecnología.

La T de ChatGPT (Generative Pre-Trained Transformer) viene esta innovación de Google

A finales de año, mientras ChatGPT fascinaba al mundo, después de que Microsoft invirtiera 10.000 millones en OpenAI, Sundar Pichai apretó el botón del pánico, llamó a los fundadores Sergey Brin y Larry Page, y movilizaron a toda la compañía para responder a la nueva amenaza. El resultado lo hemos presenciado esta semana y es irónico e injusto a la vez.

Si no fuera por Google, OpenAI no existiría. En 2017, un grupo de ingenieros de Google publicaron en abierto un modelo neuronal llamado Transformers capaz de procesar texto de forma muy efectiva. "La T de ChatGPT (Generative Pre-Trained Transformer), viene de ahí, de esta innovación de Google. OpenAI no ha hecho nada nuevo, solo ha entrenado ese modelo para un fin muy concreto y lo ha llevado a escala de la mano de Microsoft", explica Torrubia. Google hizo todo el trabajo, pero ahora OpenAI lo ha empleado para ponerle en el mayor aprieto de su historia. Y la persona que ha urdido semejante golpe de estado tiene nombre y apellidos: Sam Altman.


"¡Qué te jodan! No tengo Asperger"

Corría el verano de 2008. Hacía menos de un año que Steve Jobs había dejado boquiabierto a medio mundo con la presentación del primer iPhone, y ahora reaparecía. Era la conferencia anual de desarrolladores, la WWDC, y la expectación era máxima. Jobs presentó la App Store, la tienda de apps que revolucionaría aún más la telefonía. Para el lanzamiento, Apple llamó a escena a varios programadores, entre ellos un joven titubeante de 22 años que aparentaba tener 18, el CEO de una red social llamada Loopt. Casi nadie se acuerda de lo que dijo aquel muchacho, pero las bromas sobre lo que vestía, un desconcertante polo de doble cuello, rojo y verde chillón, perduran más de una década después (puedes ver aquí la presentación, a partir del minuto 28).

Ese chaval era Sam Altman, fundador de OpenAI. Esta semana, poco después de publicar un selfi con su nuevo socio, el CEO de Microsoft, Satya Nadella, alguien se lo recordó 15 años más tarde. "Atrévete a llevar un polo de doble cuello en el escenario". Faltaban solo unas horas para que Microsoft desvelara el nuevo Bing con ChatGPT. "Los estoy guardando para el momento adecuado, pero no te preocupes, los tengo preparados", bromeó Altman.

El polo de doble cuello es algo más que una anécdota, es el sello marca de la casa del creador de ChatGPT. Quienes le conocen bien le describen como una persona excéntrica, brillante y extremadamente introvertida. "No me interesan ni las fiestas ni la mayoría de la gente", explicaba hace 7 años a The New Yorker. Algunos periodistas, convencidos de que sufría síndrome de Asperger, le habían llegado a preguntar cómo es vivir con ello. "Yo pensaba, ¡que te jodan! No tengo Asperger. Pero luego entendí por qué piensan que lo tengo".

Altman estudió dos años ingeniería en Stanford, pero lo dejó a los 19 para montar su propia startup, Loopt. Fue uno de los selectos nombres que entró en la aceleradora YCombinator, creada por Paul Graham, una de las vacas sagradas de Silicon Valley. Graham se convirtió en su mentor, le conectó con las mayores fortunas y los cerebros más finos del Valle, desde Marc Andreessen a Peter Thiel pasando por Elon Musk, hasta que vendió Loopt por 43 millones de dólares. En 2014 saltó a presidir la aceleradora. Solo un año después, organizó una cena a la que asistirían Elon Musk, Peter Thiel, Reid Hoffman y otros distinguidos inversores e ingenieros.

Hacía solo un año que Google había comprado DeepMind, y Altman, Musk, Thiel y compañía trazaron un plan, crear una organización sin ánimo de lucro llamada OpenAI para servir de contrapeso a los intereses comerciales del buscador. Con Altman al mando, OpenAI sufrió una transformación radical. En apenas un par de años, pasó de ser una iniciativa altruista a desarrollar la IA comercial con la que ocho años después haría frente a Google en su propio jardín. "Fueron muy inteligentes montando OpenAI. Tuvieron una gran valentía y falta de escrúpulos para transformar una ONG en una compañía con fines comerciales", explica a este diario Jacobo Elosua, fundador de la startup española Iris.ai.

OpenAI, ahora con 300 empleados, no solo se ha aprovechado de la tecnología de Google, también le ha hecho daño donde más duele, robándole ingenieros. Varios de sus cofundadores, como Ilya Sutskever y Wojciech Zaremba, abandonaron el buscador para unirse a OpenAI. Según The Information, la compañía fichó a otros 5 ingenieros de Google poco antes del lanzamiento de ChatGPT. Ese es el gran fuerte de Altman: no es investigador de IA, es un estratega nato. "Creo que su jugada maestra es cómo ha cerrado el acuerdo de 10.000 millones con Microsoft. No ha vendido la compañía. Altman ha incluido varias clausulas que le dejan plena libertad, solo tiene que compartir beneficios, pero puede echar a volar por su cuenta si quiere y cuando quiera", explica Elosua.

"No he visto a nadie enganchado al metaverso, y sí a mucha gente enganchada a ChatGPT"

La sombra de Altman y OpenAI no solo ha empequeñecido a Google, ha dejado además a Facebook fuera de juego. Mark Zuckerberg decidió apostarlo todo al metaverso, casi 15.000 millones de dólares de inversión, justo en el momento en el que toda la industria gira hacia la inteligencia artificial. ¿Es el mayor fallo estratégico de la historia de la red social? "Facebook se lanza al metaverso no porque los usuarios lo pidan, sino porque la compañía lo necesita. No he visto a nadie enganchado al metaverso pero sí que conozco a muchos enganchados a ChatGPT. El metaverso no soluciona ningún problema de la gente, solo intenta solucionar un problema a Facebook", explica Torrubia.





Lo chocante es que, igual que ocurrió con Google, OpenAI se ha beneficiado de las elevadísimas inversiones de Facebook en inteligencia artificial. "Facebook creó uno de los sistemas de IA más populares en todo el mundo, PyTorch, usado en el corazón de ChatGPT. Es lo más fascinante que he visto en años, una ONG transformada en empresa que usa la tecnología de Google y Facebook para hacerle la puñeta a las dos", se ríe Torrubia. Steve Jobs tenía un mantra: "los buenos artistas copian, los grandes roban". Claramente, Sam Altman aprendió de los mejores.





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11/02/2023 - 05:00 Actualizado: 12/02/2023 - 20:33
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