jueves, 31 de agosto de 2023

Los jabalíes de Alemania son radiactivos y no es Chernóbil: la culpa es de las armas nucleares



Imagen de un ejemplar de jabalí abatido por cazadores. 
(iStock)



Los jabalíes de Alemania tienen elevados niveles de radiactividad que hasta ahora se habían atribuido al accidente de Chernóbil, pero una investigación ofrece una nueva hipótesis




Los jabalíes que deambulan por los bosques de Alemania tienen altos niveles de radiactividad. De hecho, en regiones como Sajonia existe una red de vigilancia desde 2012, y las autoridades advierten de que uno de cada tres de estos animales no es apto para el consumo humano. Las autoridades germanas indemnizan a las asociaciones de caza para evitar que la carne de jabalí, que se presupone potencialmente contaminada, sea vendida en los mercados. En otros países, como Suecia, también se detectó hace años el mismo fenómeno. Hasta ahora, no había ninguna duda sobre la fuente del problema: el accidente nuclear de Chernóbil, ocurrido en 1986, cuando Ucrania aún formaba parte de la URSS. Sin embargo, acaba de publicarse un estudio que cuestiona ese origen.

El artículo, que aparece en la revista Environmental Science & Technology, ofrece una nueva e inquietante interpretación: según los autores, el cesio radiactivo que se detecta en los jabalíes procede, al menos en gran parte, de los ensayos nucleares que durante décadas han realizado las grandes potencias mundiales. En concreto, la contaminación habría alcanzado estos bosques centroeuropeos en forma de lluvia radiactiva y de esa forma aún persiste en el medio ambiente, y es detectable en estos animales y en su carne debido a su relación con el entorno a la hora de alimentarse.

El cesio radiactivo, que puede suponer un riesgo para la salud y el medio ambiente si se acumula en grandes cantidades, es un subproducto de las explosiones de armas nucleares, pero también de la producción de energía nuclear. Por eso, los autores admiten que la hipótesis de que Chernóbil era la única fuente de la contaminación que se detectaba en estos animales salvajes tenía toda la lógica. Sin embargo, cabía esperar que, con el paso del tiempo, los niveles fueran disminuyendo, algo que no ha sucedido. Por eso, iniciaron una nueva investigación que pretendía determinar el origen de la radiactividad. Los científicos compararon la cantidad de cesio-135 con la de cesio-137 con un sofisticado espectrómetro de masas. Estudios anteriores habían demostrado que esta proporción indica claramente las fuentes, pudiendo distinguir si procede de explosiones de armas nucleares o de reactores. En este caso, sus resultados indican que es la primera opción.

Georg Steinhauser, científico de la Universidad Técnica de Viena, y Bin Feng, de la Universidad de Hannover, lideran esta investigación, que se llevó a cabo con la colaboración de cazadores del sur de Alemania. De esta manera, observaron que el 88% de las muestras de carne recogidas excedían los límites reglamentarios alemanes para el cesio radiactivo en los alimentos. Para las muestras con niveles elevados, los investigadores calcularon las proporciones de cesio-135 y cesio-137, y descubrieron que las pruebas de armas nucleares eran responsables de entre el 10% y el 68% de la contaminación. Esto supone que, en algunos casos, solo la radiactividad atribuible a las armas nucleares excedería lo permitido.


placeholderJabalíes. (EFE)
Jabalíes. (EFE)

La conclusión de los investigadores es que los ensayos con armas nucleares de mediados del siglo XX fueron una fuente de cesio radiactivo que, al menos en suelo alemán, ha sido subestimada. No obstante, la explosión de Chernóbil también ha contribuido a la contaminación, que se deja notar especialmente en el jabalí debido a que este animal tiene como costumbre hurgar en el suelo en busca de alimentos como las trufas. Así, aunque el cesio-137 ha disminuido en la mayoría de estos animales de caza, sus niveles de radiactividad no han cambiado sustancialmente, de manera que la carne sigue superando los límites reglamentarios para el consumo. En algunos lugares, esta circunstancia contribuye a que haya menos caza, lo que a su vez contribuye a la superpoblación.


Un sustancial cambio de enfoque

Uno de los mayores expertos en la medición de la radiactividad en fauna es el español Germán Orizaola, investigador de la Universidad de Oviedo que lleva años estudiando el entorno de Chernóbil. En su opinión, este nuevo trabajo es interesante, precisamente, porque cambia el enfoque que predominaba hasta ahora y supone “no echarle la culpa de todo” a la tragedia de 1986. “Hay asumir que hay unas cantidades de material radiactivo circulando que no se deben a ese accidente, sino a las pruebas con armas nucleares”, comenta en declaraciones a El Confidencial.


placeholderPrueba nuclear de EEUU.
Prueba nuclear de EEUU.

De acuerdo con el recuento que realiza la ONU, tras las bombas que lanzó EEUU en Hiroshima y Nagasaki en 1945 para acabar con la II Guerra Mundial, en los siguientes 50 años, diferentes países llevaron a cabo más de 2.000 ensayos: los propios americanos, 1.032 pruebas entre 1945 y 1992; la URSS, 715 entre 1949 y 1990; el Reino Unido, 45 entre 1952 y 1991; Francia, 210 entre 1960 y 1996; China, 45 entre 1964 y 1996; India, una en 1974. El Tratado de Prohibición Completa de Ensayos Nucleares de septiembre de 1996 frenó esta carrera, pero, aun así, India y Pakistán realizaron pruebas en 1998 y a Corea del Norte se le atribuyen varias desde 2006 hasta la actualidad.

¿Cuál es la consecuencia? En los peores casos, algunas de las detonaciones han dado lugar a lluvias radiactivas. Una de las más conocidas fue un ensayo estadounidense en el atolón Bikini, en el Pacífico, en 1954, porque se detectaron precipitaciones contaminadas por gran parte del mundo, incluida Europa. Según una investigación de los Centros de Control y Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) de EEUU, en la actualidad todavía se detectan ese tipo de precipitaciones en pequeñas cantidades en todo el mundo.

Todos estos ensayos “liberaron sustancias radiactivas al ambiente y que constituyen lo que se llama global fallout”, explica Orizaola; es decir, “cantidades muy muy pequeñas que se depositaron en el suelo y se pueden mover debido a corrientes de aire, calimas u otras circunstancias”. De hecho, este investigador se ha propuesto medir la radiactividad que llega a la península ibérica procedente del polvo del Sáhara, en particular cuando se producen episodios de calima importantes, como ocurrió el año pasado. En realidad, esas partículas no son especialmente radiactivas, sino que cualquier suelo del mundo y cualquier entorno tiene radiactividad natural. En principio, las deposiciones extremadamente pequeñas de los restos de lejanos ensayos nucleares tampoco son un problema grave en circunstancias normales. Lo que ocurre en el caso de los jabalíes es que “acumulan más de estas sustancias por el tipo de dieta”, recuerda.


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