martes, 1 de agosto de 2023

Putin duerme tranquilo: por qué las élites rusas lo apoyan ahora más que nunca



Putin se reúne con empresarios rusos en el Kremlin (EFE)



El auge de las empresas militares privadas sigue preocupando a las élites gobernantes rusas, pero el motín de Wagner ha consolidado su apoyo al régimen de Putin




Poco más de una semana después de la fallida marcha sobre Moscú de la empresa militar privada Wagner, el primer ministro ruso, Mijaíl Mishustin, compareció en público para informar a Vladímir Putin sobre la salud de la economía rusa. La ocasión mostró la importancia de la tecnocracia interna de la élite gobernante rusa. En muchos sentidos, esta comparecencia tuvo la misma importancia que el informe público ofrecido a Putin por los jefes de los servicios de seguridad inmediatamente después del motín de Yevgeny Prigozhin a finales de junio.

Desde el comienzo de la guerra, los tecnócratas han permanecido leales al régimen y se han servido de su experiencia para reforzar la economía rusa en tiempos de guerra. Su importancia puede constatarse en su esfuerzo para dar forma a la política monetaria, mejorar la eficiencia de las industrias relacionadas con el ejército y establecer un nuevo registro digital para el reclutamiento militar. Al comienzo de la guerra de Rusia contra Ucrania, los expertos tanto rusos como de los think-tank occidentales albergaban la esperanza de que los funcionarios de las unidades económicas del Gobierno se opusieran a la decisión de Putin de ir a la guerra, dados sus valores de tendencia liberal y su mayor interacción con Occidente.

No fue así, pero ¿cómo pudo influir la operación Wagner en las actitudes y el estado de ánimo de este importante sector de la élite? Para investigarlo, el autor realizó entrevistas semiestructuradas a 12 altos funcionarios de ministerios y organismos federales rusos (poco después de la rebelión, y también a principios de julio) exclusivamente para el European Council on Foreign Relations. Los resultados sugieren que las acciones de Wagner pueden, en todo caso, haber reforzado la lealtad del grupo de tecnócratas al régimen de Putin. Y ello, a pesar de la profunda incertidumbre inicial de sus miembros sobre cómo responder durante el motín, la falta de liderazgo por parte de quienes dirigían estos ministerios y departamentos, y el temor —incluso la posibilidad real— de que estas élites hubieran sido abandonadas para enfrentarse solas a Prigozhin.

Entrevistados de los ministerios de Economía y Digitalización informan de que, durante la marcha de Wagner sobre Moscú, los ministros aconsejaron a los empleados que decidieran por su cuenta lo que debían hacer. De las 12 personas entrevistadas, diez se encontraban fuera de la capital cuando terminó repentinamente el motín, y algunas habían huido. El portavoz de la Duma Estatal, Viacheslav Volodin, confirmó más tarde indirectamente que muchos funcionarios habían abandonado efectivamente Moscú presos del pánico. Los entrevistados temían posibles represalias por parte de Wagner en caso de que el motín tuviera éxito. Prigozhin había criticado anteriormente a todo el aparato del Estado, no sólo al Ministerio de Defensa. De hecho, si el golpe hubiera tenido éxito, actores más radicales podrían haber accedido al poder, provocando una purga del aparato burocrático y el establecimiento de una economía cerrada centrada únicamente en los esfuerzos bélicos.

En contraste con algunos políticos federales electos y gobernadores que expresaron públicamente su apoyo al presidente a lo largo del sábado del motín, los funcionarios del Gobierno (incluidos los ministros, que son nombrados todos por el presidente de la Federación) se abstuvieron de adoptar una postura clara, si es que comentaron algo sobre la situación. Por ejemplo, el ministro de Digitalización se limitó a aconsejar a los rusos que se pusieran en contacto con sus seres queridos.

Tras haber sufrido esta alarmante experiencia, en los primeros días posteriores al motín, los entrevistados compartían la creencia común de que la vulnerabilidad del régimen había quedado gravemente expuesta y les preocupaba que pudiera volver a sufrir una presión similar en el futuro. Un funcionario de la Oficina Ejecutiva del Gobierno describió la situación como una "prueba de estrés que sólo se superó por pura suerte", atribuyendo la salida de Putin de la crisis a su conocida suerte.

Sin embargo, a principios de julio, la mayoría de los encuestados empezaron a adoptar una narrativa similar a la de los mensajes oficiales. Muchos empezaron a argumentar que el presidente había salido de la crisis "reforzado", habiendo evitado con éxito el derramamiento de sangre y los grandes enfrentamientos cerca de Moscú. Esta narrativa coincide con la de fuentes cercanas a la administración presidencial y a finales de junio se había convertido en el punto de vista dominante dentro de la burocracia rusa.

No obstante, los entrevistados siguieron señalando el riesgo creado por la proliferación de unidades armadas pertenecientes a las élites, principalmente a grupos de las corporaciones empresariales y estatales. Temen que esta evolución pueda desembocar en una mayor violencia durante los conflictos entre élites. Ya que, junto a los tecnócratas, otros sectores clave de la élite son los organismos de seguridad, como el FSB (Servicio Federal de Seguridad), que ostentan un poder significativo; así como el ejército y las industrias de defensa; políticos federales como el alcalde de Moscú o el presidente de la Duma Estatal; empresas afiliadas al Estado como Rosneft o corporaciones estatales como Gazprom; y empresas privadas como Alfa-Bank. Los medios de comunicación ya han identificado unidades armadas dentro de Gazprom. A los entrevistados les preocupa que los soldados experimentados de estos batallones puedan ser reubicados "más cerca de Moscú como medida de precaución" y que las empresas que aún no han establecido este tipo de unidades se planteen ahora "armar a sus guardias" tras el motín.

A corto plazo, los tecnócratas creen que es probable que se produzcan cambios de personal en el Ministerio de Defensa, las agencias de seguridad y otros organismos. Un funcionario del Gobierno sugiere que se producirán en septiembre, y que la ausencia de dimisiones de altos cargos se debe al deseo del Kremlin de evitar que parezca que cede a las exigencias de Prigozhin. Pero la previsión de cambios de personal está llevando a los entrevistados a prepararse para un aumento del trabajo en los próximos meses. La competencia se intensificará entre los organismos, que se esforzarán por demostrar su eficacia y competencia para asumir nuevas tareas. "El jefe [el ministro] nos ha reunido y nos ha dicho que ahora tenemos que esforzarnos más", afirma un funcionario del Ministerio de Hacienda. Varias fuentes afirman que cancelaron o aplazaron sus vacaciones de verano tras el motín ante la expectativa de que se les pidiera trabajar más.

En este sentido, los entrevistados también ven los próximos meses como un periodo de oportunidades para ellos mismos. "No hemos traicionado al presidente", afirma un alto cargo del Banco Central de la Federación Rusa, argumentando que a nadie del bloque económico del Gobierno -a diferencia de los miembros de las élites militar y de seguridad- se le puede reprochar que simpatice o apoye a Prigozhin. Otros entrevistados creen igualmente que serán recompensados por su lealtad y, en general, que su posición de su bloque dentro de la élite rusa se verá reforzada.

El motín de Prigozhin ha consolidado los grupos tecnocráticos en torno a Putin

Las expectativas están aumentando. Tras el Congreso Financiero de Rusia celebrado los días 6 y 7 de julio, un foro económico clave organizado por el banco central, múltiples entrevistados destacaron el ambiente positivo. Los participantes utilizaron expresiones como "espíritu guerrero", "mucho mejor que el SPIEF" (en referencia al principal foro económico ruso celebrado en San Petersburgo en junio: St. Petersburg International Economic Forum) y "un nivel de optimismo no visto en mucho tiempo" para describir el evento.

En resumen, el motín de Prigozhin ha consolidado los grupos tecnocráticos en torno a Putin. Si antes mostraban un sentimiento de "lealtad negativa" (apoyaban al régimen por falta de opciones alternativas, a pesar de su oposición personal a la guerra), ahora han consolidado su apoyo.

De hecho, es muy probable que la posición del grupo de tecnócratas dentro de la élite política se fortalezca. Mientras el Gobierno maneje con éxito la presión de las sanciones de la Unión Europea y Estados Unidos, si los tecnócratas se mantienen leales, la confianza de Putin en ellos debería crecer aún más. Ya que en el régimen personalista ruso, la confianza y el contacto personal con el líder autoritario son recursos vitales.

Si se producen dimisiones en el Ministerio de Defensa y las industrias relacionadas, algunos tecnócratas podrían ser nombrados para nuevos cargos o recibir autoridad informal para trabajar directamente con las empresas de defensa para mejorar su eficiencia. Esto permitiría a los tecnócratas no sólo apoyar la adaptación de la producción no militar a las tareas relacionadas con la guerra, como vienen haciendo desde el otoño pasado, sino también influir directamente en los procesos empresariales de las empresas militares que antes estaban únicamente bajo el control del Ministerio de Defensa.

Dicho esto, Putin no parece haber hecho todavía ningún guiño particular a favor del grupo de tecnócratas, o del Gobierno en su conjunto. Al contrario, el presidente ha expresado públicamente su gratitud a los representantes de los organismos de seguridad estatales y privados, en particular a la Guardia Nacional (Rosgvardia), incluidos los destacamentos bajo la autoridad de Ramzan Kadyrov en Chechenia. Estos destacamentos se desplegaron el 24 de junio para reconquistar Rostov, que había sido tomada por Wagner. Tras la rebelión, la Rosgvardia recibió un batallón de élite de fuerzas especiales del Ministerio del Interior. Además, se está preparando una nueva ley que concederá a la Rosgvardia, incluidos los batallones de Kadyrov, acceso a armamento pesado como tanques, aviones y buques de guerra, lo que reforzará significativamente sus capacidades en comparación con otros organismos de seguridad como el FSB.

Este aumento de la fuerza de una agencia de seguridad subraya que Putin, incluso después de la rebelión, sigue confiando en estos sectores de la élite militar público-privada más que en otros grupos. Todavía podría volverse más favorable a los tecnócratas ligados al Gobierno, pero de momento puede que se quede con lo ya conocido para mantener su apoyo incondicional.





*Análisis publicado originalmente en inglés en el European Council on Foreign Relations por Mikhail Komin titulado '“Fighting spirit”: Russia’s technocrat elite after the Wagner mutiny'


www.elconfidencial.com/mundo/2023-07-31/rusia-putin-wagner-tecnocratas_3708293/