jueves, 24 de agosto de 2023

Una catana clavada en el corazón de Shanghái: la némesis de China no es EEUU



Bandera japonesa junto a las banderas taiwanesa y estadounidense, grandes rivales geopolíticos de China. 
(EFE/David Chang)



China rivaliza con EEUU en la gran disputa por la hegemonía global, pero la sociedad china rechaza especialmente a Japón por los crudos sucesos de la II Guerra Mundial



Apoyados en una barandilla de la conocida zona del Bund de Shanghái, en el malecón junto al río Huangpu, F, un empresario multidisciplinar chino, señala los rascacielos del Pudong, el espectacular distrito financiero de la ciudad. Se detiene en uno, con forma de abrebotellas, y explica: "Ese es el Shanghai World Financial Center. Fue uno de los primeros rascacielos de la nueva ciudad. Todo esa tierra era hace 40 años un campo de arroz. Aquel edificio lo construyó un arquitecto japonés que quiso humillar a China. Al inicio se pretendía que la apertura de la parte alta fuera redonda, lo que parecía la bandera de Japón. La gente, incluido el alcalde, protestó y se cambió el diseño".

Además, "el edificio tiene la forma de una catana de los samuráis. Simboliza que una espada japonesa se clava en el corazón de China. Por eso, al lado, levantamos la Torre de Shanghái, el edificio más alto de China y el segundo del mundo. Simboliza un bambú chino, más grande, más fuerte, que vence a la catana”, añade orgulloso F.

Aquí no hay mucha simpatía por los japoneses, ¿verdad? "Los japoneses parecen educados y dulces, pero tiene el corazón negro. La gente no olvida las matanzas que hicieron aquí en la Segunda Guerra Mundial. Muchos chinos salvaron la vida en Shanghái resguardándose en las concesiones de Francia y Reino Unido. Los japoneses mataban a la gente por placer. Eso los chinos no lo hemos olvidado. Muchos amigos míos dicen que irían a una guerra contra Japón mañana", responde F.

La historia que narra F sirve como ejemplo de la complicada relación que mantienen las dos naciones históricamente más poderosas de Asia. Hay algunas inexactitudes en su relato del rascacielos que está impregnado de agravios y desagravios con tintes nacionalistas. Entre ambos países hay hoy un problema político que, en todo caso, tiene un enorme calado en la calle.


Japón, el más odiado

"Japón no tiene tierras y siempre ha necesitado conquistar tierras de China. Yo he estado varias veces allí. Son muy educados y corteses, el problema son sus políticos. América usa hoy a Japón para hacer la guerra a China", nos dice un conductor en Pekín. "A la gente no le gustan mucho los japoneses. Mataron a mucha gente en la Segunda Guerra Mundial. Cuando ellos vienen aquí, muchas veces no se distinguen porque somos muy parecidos y ellos intentan pasar desapercibidos", escuchamos en la ciudad de Xi’an.

"Mi padre al país que odia es a Japón, no a EEUU. Él iría a la guerra con ellos si pudiera"

No es una enemistad nueva crecida entre las nacionalistas generaciones jóvenes que en muchas partes del globo asumen banderas y agravios que no asumieron sus padres y abuelos. Es un rechazo que los chinos guardan en la memoria. "Mi padre al país que odia es a Japón, no a EEUU. Él iría a la guerra con ellos si pudiera", nos explicaba en 2015 en México la corresponsal china de CCTV, Qingyun.

En 2019, en una estación de metro de Hong Kong había una larga y muy explícita exposición de las matanzas de los japoneses en China. En el museo del Partido Comunista de Shanghái, en su parte histórica, también se explican con bastante detalle las masacres, que en este caso comparten espacio con las que protagonizaron las potencias europeas en las guerras del Opio o la rebelión de los bóxers. Se narra todo sin eufemismos.

Más duro aún es en Nankín el memorial levantado para no olvidar la masacre que los japoneses hicieron allí entre diciembre de 1937 y enero de 1938. Las fotos y números estremecen. No hay cifras exactas de las víctimas, se cree que fueron más de 300.000, en una especie de locura asesina en la que las tropas japonesas cometieron todo tipo de atrocidades.


Una 'enemistad' reavivada

"Hay un evidente rastro de problemas desde principios del siglo XX. La gente recuerda la Segunda Guerra Mundial y todo lo que sucedió, pero durante el periodo de Mao se puso más énfasis en el imperialismo de Estados Unidos. La nueva Constitución de Japón, en su artículo 9, consagraba su posición no beligerante y el no mantenimiento de sus fuerzas armadas. Eso hizo que China no percibiera a Japón como un agresor potencial. La pregunta que debemos hacernos en China y Japón es por qué cambia eso en los años ochenta y noventa. Muchos intelectuales japoneses tenían un mirada favorable a la revolución de Mao y eso cambia en esas décadas en las que se regresa a un lenguaje más beligerante”, explica a El Confidencial el historiador y filósofo indio Viren Murhty, que ha escrito entre otras muchas obras The Politics of Time in China and Japan.

Su asiática voz neutral, enfocada en la historia de esta parte del mundo, sirve para entender el complejo pasado y futuro que comparten ambos países. ¿Para China fue un shock comprobar que el que durante siglos consideraron un país menor se convertía en una superpotencia capaz de dominarlos? "Hay que acudir a la historia. En el libro narro como Toyotomi Hideyoshi, el soberano feudal que unificó Japón, quiso ya invadir China en el siglo XVI y convertirla en un país tributario. Luego lo que acabó es invadiendo Corea y los chinos y sus ejércitos consiguieron pararle. Es el primer encontronazo entre ambos países. Luego, los japoneses comienzan a despreciar a la Dinastía Qing, que era una dinastía extranjera, los manchúes, lo que hizo pensar en Japón que ellos tenían más de China que la propia China. Así se llega hasta el siglo XIX, donde ocurre la guerra sino-japonesa (tras esa guerra que vence Japón, China cede Taiwán a los japoneses). China entiende allí que el mundo ha cambiado" explica Murthy.

¿Empieza ahí ese rechazo? "Muchos dicen que ahí nace el nacionalismo chino, pero no hay un odio. Tras la guerra sino-japonesa, muchos funcionarios chinos se trasladan a Japón bajo la idea de que hay que aprender de ellos. Son tiempos de un darwinismo social. La victoria de Japón sobre Rusia en 1905 es un revulsivo que admira toda Asia. Un país asiático vence por primera vez a una potencia europea. Nosotros somos la misma raza, se piensa en China, debemos aprender de ellos. En 1924, Sun Yat-sen (creador del partido nacionalista chino Kuomintang) da un famoso discurso en la ciudad japonesa de Kobe hablando de panasianismo. Ese es un momento clave. Japón debe decidir ahí si se convierte en otra potencia imperialista como las europeas o en el país que ayudará a otras naciones en Asia. Y ahí ocurre la guerra mundial y toda esa agresividad de Japón, pero tras el fin del conflicto los comunistas chinos no ven a Japón como un problema porque lo ven subordinado a EEUU”, explica el historiador indio.

"Japón ha incumplido reiteradamente los límites de su Constitución pacifista y el principio de la política exclusivamente orientada a la defensa"

Esa subordinación de la que habla Viren, sin embargo, es ahora un problema que está llevando a ambos países a un muy complicado escenario diplomático. China sabe que su gran enemigo real es Estados Unidos, pero Pekín ve con preocupación el rearme japonés que, según ellos, contradice el pacifismo consagrado en su constitución. El Gobierno de Xi Jinping denuncia la cercanía entre Tokio y Washington, lo que define como OTAN asiática. "Japón ha incumplido reiteradamente los límites de su Constitución pacifista y el principio de la política exclusivamente orientada a la defensa", ha dicho en julio el Ministerio de Defensa chino ante los anuncios de Tokio de empezar un rearme estratégico. "Afrontamos la situación de seguridad más grave y compleja desde el final de la Segunda Guerra Mundial", ha declarado Japón.

La animosidad es evidente. China lleva semanas atacando a Japón en todos los foros diplomáticos por sus vertidos de, según Pekín, agua contaminada de la central nuclear de Fukushima al mar. "Ya no podemos comprar pescados japoneses ni otros productos procedentes de Japón", nos explican en Pekín. China no pierde oportunidad de denunciar esa situación en cualquier foro multilateral, aunque el tema a tratar no tenga nada que ver con esa materia. El veto es real, en todo caso, y afecta a todos los productos alimentarios procedentes de diez regiones japonesas.


Japón usa la carta taiwanesa

La respuesta de Japón ha sido, indirectamente, tocar el punto más sensible de China, Taiwán, donde los nipones tienen una relación histórica con ramificaciones nacionalistas que llegan hasta hoy. A finales de julio, una delegación de parlamentarios japoneses, encabezada por el ex ministro de Defensa, Shigeru Ishiba, visitó Taiwán. El tono y materias en discusión filtradas durante la visita sorprende. "Necesitamos pensar en el futuro sobre qué tipo de situaciones podrían ocurrir, qué tipo de leyes y acuerdos deberíamos preparar y qué tipo de armamento podríamos usar. Necesitamos trabajar juntos para llegar a un consenso sobre esto antes de cualquier cosa que pueda suceder", dijo el ex ministro de Defensa japonés.

Por su parte, la presidenta de Taiwán, Tsai Ing-wen, apuntó a algo a lo que Tokio es sensible: "Salvaguardar Taiwán no es solo salvaguardar la soberanía. Es un tema de seguridad estratégica. Taiwán es una línea de defensa muy crítica. Continuaremos profundizando nuestra cooperación con Japón y otros socios democráticos para defender la paz y la estabilidad del área del Indo-Pacífico".

Hay aquí también importantes componentes históricos en la retórica nacionalista que unos y otros usan para justificar sus pasos. Japón dominó Taiwán durante 50 años. Desde 1895 hasta su derrota en la Segunda Guerra Mundial. Pese al inicial rechazo que la población tuvo al inicio ante sus colonizadores nipones, la mayoritaria visión hoy taiwanesa es que Japón modernizó la isla y eliminó la alta corrupción endémica que sufría. La posterior llegada de las tropas chinas de Kuomintang, enemigas de las tropas comunistas chinas de Mao, y su gobierno posterior despótico para muchos a partir de 1945, han convertido al periodo de dominación japonesa en una especie de símbolo del independentismo. Especialmente en el sur de la isla, donde hay mucho más apoyo a las tesis separatistas y rompedoras con el actual status quo, se usa a Japón para negar la legitimidad de la soberanía china. La actual visita de los parlamentarios japoneses supone un paso más en ese sentido.

Sin embargo, ese escenario y declaraciones provenientes de parlamentarios nipones supone para la política exterior china una peligrosa línea roja que cruza Tokio. Pekín entiende Taiwán como un problema de soberanía interno y la injerencia de sus vecinos supone un posible punto de ruptura. "Las relaciones entre China y Japón cambian constantemente. En este momento son complicadas, como lo son las de China con Corea, y hay mucho trabajo por hacer. Japón no va a formar parte del proyecto comercial de Pekín de la Ruta de la Seda. Tampoco lo hace India, con lo que China tiene también algunos problemas históricos, pero creo que entre Delhi y Pekín es más fácil superar los problemas", opina Viren.


Panasianismo frustrado

¿Hay opciones de que se cree una suerte de panasianismo? "Estoy justo acabando un libro sobre esto. Eso giraría un poco en esa iniciativa de la Ruta de la Seda. En China la idea panasiática nunca ha sido muy fuerte porque tiene muy mala fama ya que se relaciona con el imperialismo japonés que la uso para justificar sus conquistas. Con Mao no se hablaba de panasianismo. En Japón, en los años cincuenta y sesenta, la figura del escritor sinólogo Takeucho Yoshimi habla de este concepto para unir maoísmo y panasianismo. Hoy sus obras son muy populares en China. Actualmente, Japón está muy relacionado con EEUU para poder encabezar un movimiento de unidad asiático. China, mientras esté de alguna manera conectada al comunismo, no será parte de ese movimiento. Y en India esta ha sido siempre una idea tenue", reconoce el historiador.

Sin embargo, a la luz de los últimos acontecimientos geopolíticos ve posible que está situación cambien: "Otra cosa son los cambios que está produciendo la Guerra de Ucrania. Acabo de llegar de Alemania. En Europa, los medios y mensajes están bastante a favor de la OTAN y EEUU, pero en otros lugares del globo hay una visión diversa y ahí hay una línea divisoria en la que pensar”, señala Viren.

Efectivamente, hay un eje de Ucrania hasta Taiwán, con todo tipo de ramificaciones geopolíticas, que está recolocando los bloques. Japón y China, enemigos íntimos, juegan una parte esencial en ese tablero. Tokio tiene una pésima reputación en Pekín y viceversa. Un estudio de la ONG japonesa Genron NPO dice que el 91% de los nipones tenía una mala impresión de los chinos en 2021 por un 66% de chinos que tenía entonces una mala impresión de Japón. En China, la mala imagen de Japón había descendido desde el 90% que alcanzaba entre 2012 y 2013, según el mismo estudio. Sin embargo, la animosidad crece rápidamente y ha subido 24 puntos desde 2018. No es fácil, en una sociedad no libre como la china, encontrar estudios fiables de sus opiniones, pero a nivel de calle la imagen negativa de Japón parece muy superior a ese ya alto 66%.

El enorme pasado cultural común entre ambos países no parece suavizar las cosas, aunque aquí también hay caminos entrelazados. "China es la civilización más antigua. Ahí empieza la escritura. Japón tiene sus propias tradiciones. Tanto Japón como Corea intentaron emular en un momento el sistema imperial chino. Sin embargo, en Japón eso no funcionó. Japón tenía una visión más feudal, como la europea, y el sistema centralizado que se pretendía imponer allí se rompe en el siglo XII. A partir de ahí ambos países tienen caminos diversos. Hasta 1868, con la restauración Meiji, Japón tiene un sistema shogun (caciques militares, líderes de los samuráis, que gobernaban de facto el país bajo el paraguas de un emperador con un poder más simbólico). Japón ve a China entonces como el pasado. Y Japón pretende alejarse de eso mientras China ve a Japón como algo moderno. Personajes como el reformista Liang Qichao van a Japón a estudiar a inicios del siglo XX. Muchos de esos chinos son discriminados. Se les ve como pobres, gentes de una nación no desarrollada. Al final Japón aprendió primero de China y luego China de Japón. Son palabras de ida y vuelta”, concluye Viren.

Pero en esta historia circular, donde el poder mengua y crece, China vuelve a ser el pez grande de la relación bilateral. El viejo imperialismo chino, que se conformaba antaño con someter con tributos a sus pequeños estados limítrofes, aquellos que los emperadores consideraban simplemente bárbaros, no volverá a cometer el error de encerrarse por desinterés y prepotencia. China parece haber aprendido una lección histórica, tras humillantes derrotas, de especialmente Japón, su principal rival.




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