- La reunión entre Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica se celebrará entre el 22 y 24 de agosto
- El conjunto de estos países representa el 43% del PIB mundial...
- ...mientras que los países del G7 es un 27%
La cumbre de los países que se agrupan tras el acrónimo de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) se celebrará entre el 22 y el 24 de agosto de 2023. La reunión tendrá lugar en Johannesburgo, Sudáfrica, país que actúa como su anfitrión, dada la condición que ostenta como presidente de esta asociación durante 2023.
Esta será la cumbre más importante de los BRICS desde la realización de su originaria, que tuvo lugar en Rusia, en 2009, y será la primera que se celebre de forma presencial tras la pandemia de la COVID-19.
Los BRIC, primero, hasta la incorporación de Sudáfrica, en 2011, y los BRICS, después, concibieron, inicialmente, su partenariado con expectativas modestas. Sin embargo, la transformación profunda y acelerada que se está produciendo en el mundo, desde febrero de 2022, ha empujado a que los BRICS alberguen hoy perspectivas transformadoras.
La incertidumbre geopolítica sin precedentes que vive el planeta, al menos, desde el final de la II Guerra Mundial, en 1945, está planteando retos inesperados y de difícil manejo para Occidente.
La inflación está lejos de haber sido controlada y sigue aumentando en muchos de los países más desarrollados de la Tierra, y las elecciones presidenciales estadounidenses de 2024 se acercan a toda velocidad con la polarización política aumento.
Asimismo, el Partido Demócrata, al menos, por el momento, parece empeñado en que sea reelegido un hombre que es más un candidato para ser atendido en un geriátrico que para ocupar el despacho oval de la Casa Blanca, dada su incapacidad cognitiva para ejercer las funciones de presidente de EE. UU.
Por si fuera poco, este candidato fue proclamado vencedor de las elecciones de 2020, de las que nunca se quiso investigar, hasta el final, si su resultado había sido libre y justo, y se encuentra, en estos momentos, cuestionado por comportamientos, suyos y de su familia, que podrían ser de naturaleza delictiva, incluso, criminal, muy graves.
Finalmente, crece el malestar y el desasosiego en Europa por el camino de destrucción económica al que su socio, EE. UU., la está arrastrando, a pesar del refuerzo aparente y falso de las relaciones que se ha producido entre ambas durante el último año y medio.
La guerra en Ucrania, que se encuentra en su momento crítico, se ha convertido en la prueba decisiva del curso futuro de los acontecimientos en el mundo. EE. UU., en particular, y Occidente, en general, parecen seguir entusiasmados por alcanzar los que han declarado como tres de sus objetivos estratégicos, es decir, quebrar económicamente, aislar diplomáticamente y derrotar militarmente a Rusia.
Todo indica que, antes de fin de año, se hará patente que los estadounidenses y sus aliados habrán fracasado en estos tres propósitos y que el único en el que EE. UU. saldrá triunfante será en el del estancamiento de la competitividad de las economías europeas.
La llamada contraofensiva ucraniana contra Rusia en las regiones de Jerson, de Zaporiyia y en las del Donbas es un desastre sin paliativos. De hecho, a la vista de esto, EE. UU. y sus socios plantearon al presidente de Ucrania, durante la pasada cumbre de la Organización del Tratado de la Alianza Norte (OTAN), celebrada en Vilnius, un ultimátum.
La amenaza consiste en que, si, antes de fin de año, Zelensky no reconquista el territorio ucraniano que, a fecha de hoy, se ha adherido a Rusia, incluyendo Crimea, EE. UU. abandonará la idea de mantener Ucrania dentro de las fronteras previas a febrero de 2022. En paralelo, al este, las economías euroasiáticas crecen con fuerza y la influencia política de sus países se incrementa de forma significativa.
Con todo lo anterior, el proceso de desdolarización del mundo se extiende con velocidad y los propios países de los BRICS hablan públicamente o bien, como es el caso de Brasil o de Sudáfrica, de crear una moneda nueva para la transacción de operaciones a nivel mundial, o bien, en el caso de Rusia, de una cesta de monedas nacionales de los BRICS.
En definitiva, se trataría de formalizar lo que está sucediendo ya en la práctica en el continente asiático, dónde las operaciones comerciales se están cerrando en las monedas nacionales de las partes involucradas respectivas.
El atractivo de los BRICS crece en todos los continentes
En la cumbre de Johannesburgo, los BRICS deberán desarrollar criterios y modelos consensuados para gestionar la incorporación de nuevos países miembros que han mostrado su intención de ser candidatos a dicha asociación.
Sudáfrica ha informado que, tras los anuncios de Argentina o de Irán para formalizar sus peticiones respectivas de unirse a los BRICS, Arabia Saudí, Egipto y Turquía, socio de la OTAN, tienen los mismos planes, además de otros nueve. La lista de aspirantes es larga y la cola de ingresos podría alargarse hasta los treinta países.
El Producto Interior Bruto (PIB) agregado de los miembros actuales de los BRICS representa un 43% de la economía mundial, mientras que el de los países que componen el G7 es un 27% de la economía global.
EE. UU. y Europa necesitan digerir esta realidad y empezar a acostumbrarse a un mundo que es cada día más complejo y en el que el número de naciones y de continentes que están haciendo valer su papel en el mismo, con asertividad, está creciendo.