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El acceso a la información en la red afecta a la capacidad para recordar. Los expertos discrepan sobre los efectos de la tecnología en las habilidades cognitivas.
Las calculadoras libraron al cerebro de hacer complicadas operaciones. Más recientemente, la agenda del móvil hizo que pocos sean capaces de recordar más de dos números de teléfono. Y en cuanto a la red, ¿cómo está afectando al cerebro el hecho de que toda la información esté al alcance de un golpe de teclado? Un grupo de investigadores asegura que internet está alterando nuestra capacidad para recordar.
Tres psicólogos de prestigiosas universidades de EEUU han realizado una serie de experimentos (ver página siguiente) para medir las consecuencias cognitivas de tener la información tan accesible. Es lo que llaman Efecto Google. Su principal conclusión es que los humanos están reorganizando la forma en que recuerdan la información. El cerebro delega en internet buena parte de lo que hay que recordar. ¿Significa esto que está dañando la capacidad para recuperar la información?
“La única evidencia que tengo es que lo que recordamos parece ser diferente. No sospecho (ni hay pruebas de ello) que la memoria se haya visto dañada”, explica en un correo electrónico la profesora de Psicología de la Universidad de Columbia y coautora del estudio Betsy Sparrow. De la misma forma que, antes de internet, los humanos tendían a descansar parte de la información en los amigos, grupos de trabajo o la pareja, ahora esa memoria externa es Google. El cerebro hace un simple cálculo económico: ¿para qué retener algo que puedo recuperar fácilmente?
Organizar la información
Esto lleva a la segunda conclusión del estudio, en el que también han participado la psicóloga Jenny Liu, de la Universidad de Wisconsin-Madison y el veterano profesor de Psicología en Harvard Daniel Wegner, que hace ya 30 años elaboró el concepto de memoria transactiva por la que los seres humanos delegan parte de su memoria en los demás. Según publican en la revista Science, internet y los ordenadores están provocando que el dónde sea más importante que el qué. En sus experimentos comprobaron que, cuando los participantes sabían que la información podría ser recuperada después, recordaban con más facilidad en qué carpeta habían guardado sus respuestas que el contenido mismo de la respuesta.
“Yo creo que nuestra memoria siempre se ha organizado así en cierta medida. Siempre es bueno saber a quién preguntar sobre temas específicos, por ejemplo”, opina Sparrow. “Sólo que ahora puede que sea más importante que nunca el dónde y no el qué”.
A lo largo de la historia, la tecnología ha tenido su impacto sobre las habilidades humanas. El problema es determinar su alcance. “El desarrollo, por ejemplo, de la tecnología de fabricación de herramientas hace miles de años modificó la capacidad de supervivencia de los individuos que las desarrollaron y de las comunidades que las adoptaron, y eso fue modificando el acervo genético de esas poblaciones”, explica el investigador del Instituto de Neurociencias de Alicante (CSIC-UMH) Ángel Barco.
“Sin embargo, el cambio en la forma de procesar la información descrito en esta investigación no es heredable, sino un resultado de la plasticidad intrínseca del cerebro humano y su capacidad de aprendizaje. Habrá que esperar muchas más generaciones para que las nuevas tecnologías de la información tengan un impacto en nuestra herencia genética, si alguna vez lo tienen”, añade.
Fue el escritor Nicholas Carr
quien, en 2008, escribió el famoso artículo ¿Está Google volviéndonos estúpidos? en la revista The Atlantic. Su diatriba contra los efectos negativos de la moderna tecnología sobre la cognición humana se convirtió en el libro Superficiales. ¿Qué está haciendo internet con nuestras mentes? (Taurus Pensamiento) que fue finalista del Premio Pulitzer el año pasado. Carr ve confirmados sus temores sobre la fragmentación de la personalidad humana y pregunta en su blog a los autores de la investigación: “A medida que la memoria se desplaza de la mente individual a una base de datos compartida en máquinas, ¿qué ocurre con esa única cohesión que es el yo?”.
Por MIGUEL ÁNGEL CRIADO from publico.com 19/07/2011
Cuatro maneras de evaluar cómo funciona la mente
Ante una cuestión difícil, pensar en la red
A 46 estudiantes de Harvard se les sometió a dos bloques de 16 preguntas, unas fáciles y otras difíciles. Tras las respuestas, a cada grupo se le sometió a una versión modificada de la prueba de Stroop. Esta tarea mide el tiempo de reacción ante una tarea provocada por la interferencia semántica entre una palabra y su significado. Por ejemplo, cuando se pregunta en qué color (en este caso negro) está escrita la palabra blanco. En este experimento se mostró en colores diferentes términos relacionados con la tecnología, como Google, Yahoo o ratón, junto a otros no relacionados con internet. Los investigadores comprobaron que los estudiantes tardaban más en decir el color de las primeras palabras que el de las segundas, lo que indicaría que estaban pensando en buscar las respuestas del test difícil en la red. “Parece que cuando nos enfrentamos a un vacío en nuestro conocimiento, tendemos a acudir al ordenador para corregir la situación”, escriben los investigadores.
Lo que se puede recuperar, se olvida
El segundo experimento contó con la participación de 60 estudiantes. Les presentaron 40 sencillos enunciados del tipo “El transbordador espacial ‘Columbia’ se desintegró durante la reentrada sobre Texas en febrero de 2003” que tuvieron que escribir en el ordenador. Los investigadores dividieron a los participantes en dos grupos. Mientras a unos les dijeron que la máquina grabaría lo que habían escrito, al resto les dijeron que la información sería borrada. Para complicar la prueba, pidieron a la mitad de cada grupo que memorizaran lo que habían escrito. Después, solicitaron a los 40 que escribieran los enunciados que recordaban. Aquellos que pensaban que la información no se había grabado fueron capaces de recordar más detalles de los enunciados que los que creían que sí se había hecho una copia. “Desde que los motores de búsqueda están a nuestra disposición, sentimos que no necesitamos codificar la información internamente. Cuando la necesitamos, la vamos a buscar”, concluyen.
La relativa importancia de tomar notas
A 28 estudiantes, esta vez de la Universidad de Columbia, les presentaron 30 enunciados sencillos y se les permitió tomar notas sobre ellos en el ordenador. También se les avisó de que, mientras que un tercio de las frases se guardarían en el equipo, otras aparecerían con un mensaje de que serían guardadas en una determinada carpeta mientras que el tercio restante serían borradas. Después se les volvieron a pasar las 30 frases pero con alguna palabra cambiada y se les preguntó si cada una mostraba lo que habían visto en el primer test. Aunque la capacidad de recuerdo de los enunciados fue alta en todos, recordaron mejor los enunciados que no se iban a conservar. Más sorprendente aún: las frases que sabían que habían sido guardadas se recordaban mejor. “La creencia de que uno no tendrá acceso a la información en el futuro mejora la memoria de su contenido, pero saber que fue guardada refuerza la idea de que se puede recuperar”, dice el estudio.
¿Dónde están los datos?
En una variación del tercer experimento, en el último de los test que se realizaron, 34 alumnos de la Universidad de Columbia leyeron otros 30 enunciados, pudiendo tomar notas que guardarían en determinadas carpetas del ordenador. Después se les dio diez minutos para escribir a mano tantas frases como recordaran. Por último, se les fue preguntando dónde habían guardado cada enunciado. Al comparar esto con lo que habían anotado, los investigadores comprobaron que los participantes recordaban mejor dónde estaban los enunciados que el contenido de los mismos. “Esta es una de las primeras evidencias de que cuando las personas esperan que la información permanecerá accesible de forma continua (por ejemplo, gracias a tener un acceso a internet ), son más propensas a recordar dónde se encuentra [la información] que a recordar los detalles de la información”, dicen.
From PÚBLICO 19/07/2011
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