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Quizá no hayan oído hablar del “milagro económico” de Dakota del Norte, en Estados Unidos, ni sepan de la existencia de su banco estatal. Yo tampoco hasta que el otro día empecé a rebuscar en Internet. Todo empezó con una simple conversación con un profesor del Instituto de Empresa que me contaba que su madre era partidaria de recuperar la banca pública para terminar con los problemas de crédito que padecen miles de pequeñas empresas y familias. Llevamos tres años de crisis, argumenta esta mamá, y lo único que crece, junto al desempleo y los recortes sociales, son las inyecciones de liquidez al sistema bancario –por no hablar de los rescates con dinero público– y los escándalos por indemnizaciones millonarias a directivos de entidades en quiebra. Así que la idea me sedujo y empecé a buscar literatura sobre el tema.
Al principio estaba convencida de que una propuesta de esta índole sólo podía provenir de grupos marginales de izquierda y organizaciones antisistema. Así que mi sorpresa ha sido mayúscula al descubrir que es un debate recurrente en los medios de comunicación norteamericanos y que existen varios economistas –algunos tan prestigiosos como el Nobel Joseph Stiglitz– que la defienden. Y buscando, buscando encontré el milagro de Dakota: el estado con menor tasa de desempleo de todo Estados Unidos y con superávit presupuestario desde el comienzo de la crisis financiera en 2008.
De Dakota, lo único que conocía era la mítica localidad de Fargo desde que los hermanos Coen la catapultaron a la escena mundial en su magnífica película homónima de 1996. Para el resto, he tenido que recurrir a Google: Dakota del Norte es un estado que linda al norte con Canadá, tiene una población de poco menos de 700.000 habitantes –el 0,2% de los ciudadanos de todo el país–, su economía se basa en la agricultura y el petróleo y la renta familiar media ronda entre los 45.000 y los 49.900 dólares [entre 33.200 y 36.800 euros], similar a la media nacional estadounidense. ¿Cuál es su secreto? Mientras que algunos columnistas argumentan que el petróleo ha sido la base del éxito, otras voces afirman que hay algo más. ¿Qué es? “El petróleo es un factor, pero Alaska, con la misma población que Dakota del Norte y el doble de producción de crudo, tiene una tasa de paro bastante mayor. Dakota tiene algo que ningún otro estado tiene, algo que lo hace único: un banco público”, afirma Ellen Brown, abogada y presidenta del Public Banking Institute.
Con sede en la localidad de Bismark, el Banco de Dakota del Norte (BND, en sus siglas en inglés), nació para apoyar a los granjeros y negocios locales y hoy es el segundo mayor banco del estado. Recibe el grueso de sus depósitos de impuestos y tasas estatales –solo el 1,5% es de minoristas– y paga unos intereses comparables por éstos, ya sean públicos o privados. El año pasado cerró con un beneficio de 61,9 millones de dólares. No es mucho, pensarán. Pero lo que no saben es que fue el séptimo récord consecutivo de beneficios. A ver cuántas entidades pueden decir lo mismo.
Desde 1945, el BND transfiere los beneficios a un fondo general y desde entonces ha aportado más de 550 millones –una media de 8,4 millones por año–. “Somos un catalizador del crecimiento”, asegura su presidente Eric Hardmeyer. ¿Cómo? La clave está en el acceso al crédito para fomentar el desarrollo económico del estado de Dakota del Norte. Líneas de crédito a estudiantes, granjeros, empresas y emprendedores para actividades agrícolas no tradicionales, retener empleo, invertir en tecnología, par cubrir … Pero lejos de competir con las entidades financieras locales, el BND trabaja en colaboración con ellas en una especie de réplica mini de la Fed, el banco central del país. “Las líneas de préstamo han crecido ininterrumpidamente desde 2006 y en los últimos quince años, el BND ha contribuido al presupuesto estatal más que las tasas al petróleo”, asegura Brown. Y a diferencia de otros grandes bancos comerciales, el BND ha huido de los experimentos financieros –no invierte en derivados– y tiene una de las tasas de morosidad más bajas del país. “La relativa fortaleza de la economía del estado y las garantías sobre la cartera de créditos ayudarán a mantener la calidad de los activos de BND por encima de la media”, señalaba el último informe de Standard & Poor’s, en julio de 2010.
Como la propia Brown defiende, los bancos públicos son una solución, no sólo viable en tiempos de crisis, sino económicamente sostenible, porque operan de manera transparente según la regulación existente. “No buscan maximizar el beneficio a corto plazo con aventuras especulativas y no los dirigen los políticos, sino profesionales de la banca, ni están al servicio de éstos”, se puede leer en la web del Public Banking Institute.
A los escépticos –muchos, seguro– les recomiendo que abran este enlace (http://www.publicbankinginstitute.org/misperceptions) que desmonta alguno de los falsos mitos sobre lo que debe ser la banca pública. Yo me quedo con una lección: existen otras formas de hacer las cosas… y ¡funcionan!
Por Amaia Arteta from capital.es 11/10/2011
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