miércoles, 19 de octubre de 2011

Italia: El hombre al volante de Ferrari


Foto from Bloomberg from Wall Street Journal.com

Muchos italianos ven en el líder de la automotriz una esperanza a la crisis del país. ¿Dejaría Luca Cordero di Montezemolo su glamorosa vida por una carrera política?
Por qué quiere hablar conmigo?", preguntó Luca Cordero di Montezemolo un día de mayo pasado. El presidente de la junta directiva de Ferrari parecía perplejo de que Paolo Nespoli, el único astronauta italiano en la Estación Espacial Internacional, hubiera pedido usar su única llamada desde la órbita para hablar con él. La pregunta parece un poco ingenua. Incluso si uno pasa unas pocas horas con él, comienza a sentir que todo el mundo en Italia quiere hablar con Montezemolo.
Muchos de ellos lo hacen. Los transeúntes lo detienen en las calles de Bolonia, donde vive durante la semana. Le piden tomarse una foto con él junto al nuevo modelo de Ferrari, el coupé deportivo FF. Montezemolo casi siempre accede. Inusual para uno de los empresarios más exitosos de Italia, se desplaza sin guardaespaldas. Es su idea de diversión. "¿Qué te parece el auto, è bella, no?", le pregunta a cualquiera a su alcance, como lo haría uno si sacara a pasear su nueva station wagon de 12 cilindros, 660 caballos de fuerza y US$300.000.
Montezemolo, de 64 años, no tiene que esforzarse mucho para recibir elogios. Cuando se reintegró a Ferrari en 1991, varios años después de la muerte del legendario fundador, Enzo Ferrari, la empresa se hundía: profundamente endeudada con ventas irregulares y calidad todavía más desigual. "Todos los automóviles tenían motores en la parte trasera y era muy difícil entrar y salir, era incómodo y un poquito pasado de moda", recuerda Montezemolo.
Hoy en día, Ferrari vende alrededor de 7.000 unidades al año y, sin duda, podría vender muchas más si Montezemolo quisiera. Las ventas descendieron durante la crisis financiera de 2008, pero Ferrari nunca ha tenido un trimestre de pérdidas. En 2010, su facturación aumentó 8%, a 1.900 millones de euros, unos US$2.760 millones al cambio actual, mientras que la utilidad subió 27%, a 302,7 millones de euros.
Montezemolo también rediseñó el legendario automóvil de carrera del equipo de Ferrari para la Fórmula 1, cuyos días de gloria parecían haber quedado atrás. Cuando inició su segundo período en Ferrari, el equipo no ganaba un campeonato desde hacía 12 años. Desde 1999, Ferrari obtuvo 14 títulos, ocho de ellos del campeonato de constructores por mejor equipo y seis por torneos de pilotos.
Eso, por sí solo, da a Montezemolo un aura divina en Italia. "Ha sido uno de los gigantes de la F1 por muchos años", dice Martin Whitmarsh, director de la escudería McLaren, uno de los adversarios más acérrimos de Ferrari. "Tiene una pasión que sus competidores pueden sentir, y a veces hasta puede ser incómodo tenerlo cerca". Lo que es más sorprendente, se dice que el equipo de Ferrari gana poco a pesar de contar de lejos con el presupuesto más grande del deporte —unos US$415 millones— el año pasado, según Formula Money, un informe anual de la industria. Eso, por sí solo, es increíble en el pozo financiero sin fondo de las carreras de Fórmula 1.
¿Montezemolo presidente?
La videocomunicación con la estación espacial se establece en la sede de Ferrari en Maranello y el granuloso astronauta aparece en la pantalla vistiendo una camiseta roja, el color de Ferrari, con la bandera italiana cosida en el pecho. "Gracias por usar esa camiseta y esa bandera", le dice el ejecutivo. "Lo único que falta allí es el Cavallino", añade. El Cavallino Rampante es el logotipo de Ferrari, un semental de crianza sobre fondo amarillo. El astronauta flota hacia otra parte de la cabina y señala un brillante Cavallino amarillo pegado a una gran caja de metal. "Usted me hace sentir orgulloso de ser italiano", dice Montezemolo, solemne. "No, usted me hace sentir a mí orgulloso de ser italiano", responde Nespoli con igual solemnidad. Antes de desconectarse, el líder de Ferrari invita a toda la tripulación a que lo visite en Maranello a su regreso a la tierra.
No es fácil resistirse al encanto de Luca Cordero di Montezemolo, marqués de Montezemolo (aunque no utiliza el título). Con su cabello ondulado y no tan largo, nariz aguileña, sobrio traje cruzado gris y pañuelo, Montezemolo representa a una Italia impecable, en claro contraste con la ópera cómica del primer ministro Silvio Berlusconi, a quien muchos italianos les gustaría reemplazar con Montezemolo.
Un reciente sondeo realizado por la encuestadora SWG halló que 60% de los italianos piensa que si Montezemolo se dedicara a la política sería algo bueno para Italia. En 2009, el ejecutivo fundó Italia Futura, una agrupación no partidaria de expertos a cargo de Andrea Romano, profesor de historia de la Universidad de Roma Tor Vergata. No es precisamente un partido político, señala Romano, sino una "marca" política asociada a Montezemolo. El sello distintivo de la marca es la capacidad de gestión y un llamado a desmantelar la estructura política italiana y revivir su ímpetu emprendedor. Algo parecido también pedía Berlusconi cuando entró en escena por primera vez, pero luego se desvió un poco. Montezemolo, en cambio, es digno de confianza, asegura Romano.
Últimamente, Montezemolo ha hecho algunos comentarios que hicieron ruido político. Con Italia en medio del caos financiero y en apuros por conseguir dinero, dijo públicamente que debería pagar mayores impuestos, al igual que otros italianos muy ricos. "Yo soy rico y estoy dispuesto a pagar más impuestos", expresó al diario romano La Repubblica. El periódico calculó sus ingresos anuales en torno de 5 millones de euros. "A cambio, pido que el Estado reduzca sus actividades y opere con mayor eficiencia. En cuanto a mi propuesta de establecer un impuesto sobre los ingresos anuales de entre 5 y 10 millones de euros al año, he escuchado un silencio ensordecedor".
¿Se postulará? Es una pregunta que Montezemolo esquiva con habilidad, pero que deja de manera provocadora en el aire. "No quiero decirle ninguna mentira porque dentro de cinco o seis meses usted podría regresar y reclamarme por qué le mentí, pero en este momento estoy muy feliz y ocupado con Ferrari", agrega.
Entre amigos
Paolo Borgomanero es amigo de Montezemolo desde hace 20 años y lo conoce bien. A ambos les encantaba la colonia Acqua di Parma y lamentaban juntos el no poder conseguirla. Así fue que en 1992 compraron la empresa "por unos pocos millones de liras", dice Borgomanero. En 2003, la vendieron a LVMH por 20 millones de euros. "A él le encanta cuando la gente le dice 'oh, presidente, por favor, haga algo por el país'", revela el amigo. "Si estuviera seguro de que toda la gente lo quiere, lo haría, sin ningún problema. Si sólo algunos lo quieren, es un problema. Odia tener enemigos, enemigos que lo atacan por la espalda".
La historia de Montezemolo, que a todo el mundo le encanta, desde a los astronautas hasta a los camareros, podría haber salido de los estudios de cine Cinecittà, cuyos clásicos le mostraron al mundo los abundantes placeres de la vida italiana. Montezemolo admiraba en particular la manera en que su mentor Gianni Agnelli, el ex presidente de Fiat, nunca perdió su "pasión casi provinciana" por esas cosas de las que todos los italianos disfrutan. Montezemolo tiene mucho de eso.
Un amigo lo recuerda llegar sudoroso a un restaurante de pastas junto al mar, luego de un largo paseo en bicicleta. El propietario lo recibe sorprendido: "¡Qué casualidad! Usted dice que se llama Luca y se parece mucho a Luca Cordero di Montezemolo". Aunque tiene su propio yate, el líder de Ferrari prefiere pasear por la ensenada debajo de su casa en Capri en un pequeño y rápido bote. En su casa de Bolonia tiene dos burros y guarda fotos de ellos en su iPhone, junto con tomas de las rosas de su jardín. "¡Me encantan los burros!", exclama.
Tiene familiares y amigos por todas partes. Vive en Roma, con su segunda esposa, Ludovica Andreoni, y sus tres hijos, Guia, de 11; Maria, de 8; y Lupo, de 1. Matteo, de 33 años, es su primogénito. El único hijo de su primer matrimonio dejó Goldman Sachs en Londres y ahora está a cargo de la firma de inversiones de la familia, Montezemolo & Partners, que tiene una participación controladora en el fondo de capital privado Charme, con 180 millones de euros bajo gestión. Charme posee varios fabricantes de muebles de lujo, como Poltrona Frau, Cassina, Cappellini y Thonet, y la marca de suéteres de cachemira escocesa Ballantyne.
Desde afuera parece la más amistosa forma de capitalismo, en la que un grupo de amigos compra las cosas que le gustan. Ayuda que los amigos de Montezemolo se llamen Diego Della Valle, el fundador de Tod's; y Seragnoli, una de las grandes familias industriales de Italia. Su más ambiciosa inversión es una empresa llamada NTV. Será la primera línea de ferrocarril privada de alta velocidad de Europa, llamada Italo, cuando el próximo año ponga en marcha su primer recorrido entre Milán y Roma. Montezemolo pone el precio de la inversión en 1.000 millones de euros hasta el momento. Él es el presidente de su junta directiva y, junto con Della Valle y un tercer amigo, el empresario Gianni Punzo, poseen 33,5% de la firma.
Montezemolo y Della Valle hablan todo el tiempo, a menudo sin ninguna razón. De repente, durante la entrevista, Della Valle llama de improviso. "Aquí estoy, con un periodista. Odia tus zapatos", le anuncia Montezemolo, antes de pasarme el teléfono. Le pregunto si siempre lo molesta así. "Deberías ver cómo se pone después de unas cuantas copas de vino", responde el dueño de Tod's. "Hace 25 años éramos apenas dos jóvenes en Roma que soñaban sobre lo que harían un sábado en la tarde. Sentimos lo mismo sobre el estilo de vida italiano y él me ayudó a comenzar con Tod's. Tiene un toque humano, pero es muy sofisticado", añade.
La llamada que lo cambió todo
La primera parte de la película de Montezemolo comienza cuando regresa brevemente a Italia, mientras hacía una maestría en derecho comercial en la Universidad de Columbia. Había sido un exitoso piloto de rally del equipo Lancia, pero era tiempo de sentar cabeza. Montezemolo proviene de la vieja aristocracia piamontesa y su árbol genealógico incluye generales, cardenales y cirujanos. Un popular programa de radio llamado "Chiamate Roma 3131" —algo así como "Llama a Roma 3131"— convoca como invitado al elegante piloto. Un oyente llama y comienza a provocarlo.
"Me dijo que yo nunca habría conseguido nada si no hubiera tenido dinero, que las carreras de automóviles eran un deporte de niños ricos y demasiado peligroso y bla bla bla", recuerda Montezemolo, quien asegura que le respondió al oyente que estaba hablando muchas sandeces. "Enzo Ferrari estaba escuchando el programa en su oficina, así que llamó al 3131 y preguntó quién era el joven que tenía las bolas para responder a ese idiota. Eso fue en diciembre de 1972 y me dijo que necesitaba a alguien como yo para reorganizar el área de carreras de Ferrari. 'No tienes que pedírmelo dos veces', le respondí", relata Montezemolo, que por entonces tenía 26 años. Su familia no se puso muy contenta. "Oye, fuiste a EE.UU. para convertirte en abogado internacional y otra vez estás jugando con carros", cuenta que le dijeron.
En 1973, el equipo de Ferrari quedó en el puesto 19. Pero, en lo que se recuerda como la primera vez en que Montezemolo demostró su don para elegir talento, luego eligió a Niki Lauda, un piloto austríaco poco conocido, para representar a Ferrari. Lauda ganó los campeonatos de 1975 y 1977.
Algo que Montezemolo no cuenta es que no llegó a Ferrari como un total desconocido. Uno de sus amigos de colegio más cercanos es Cristiano Rattazzi, hijo de Susanna Agnelli y sobrino de Gianni y Umberto Agnelli, dueños de Fiat. Los Agnelli ayudaron a sacar a Ferrari de un atasco en 1969 cuando compraron 50% de la empresa. Hoy poseen 90%.
Después de 1977, los Agnelli lo enviaron a varios puestos de su imperio: sus negocios periodísticos, que incluían el periódico La Stampa; el aperitivo Cinzano; y, con Cinzano como su principal patrocinador, la Azzurra, el primer participante italiano de la Copa América de vela, en 1983. La experiencia fue agridulce —Italia quedó en tercer lugar—, pero confirmó que Montezemolo sabía poner un buen show. Su siguiente evento exitoso fue la organización del Mundial de fútbol en 1990. Un año después, Agnelli, eludiendo a su propio hijo Edoardo, le confió a Montezemolo la dirección de su joya deportiva, el club Juventus. Estuvo allí sólo un año, que resultó un fracaso estrepitoso y representa un punto bajo de su carrera. "No le desaría a nadie un año como ese", diría más tarde.
A partir de entonces, Agnelli lo puso al mando de la intermitente Ferrari. Enzo Ferrari había muerto tres años antes. La empresa estaba inflada, sus automóviles eran aburridos y su equipo de carreras era un desastre. "Antes de que Luca llegara, los autos eran más Fiat que Ferrari", recuerda Antonello Perricone, otro veterano de Fiat que conoce a Montezemolo desde que eran niños. "Luca cambió el ADN de la empresa por completo", opina.
El sello Montezemolo
Una buena forma de apreciar la huella de Montezemolo en Ferrari es visitar la fábrica en Maranello. En la última década, ha encargado a célebres arquitectos como Jean Nouvel, Renzo Piano y Massimiliano Fuksas el diseño de los edificios que componen el complejo fabril.
Sin embargo, su sello más claro está en los propios autos. Él tiene mucho que ver con la escuela poética automovilística que dice "que el auto es como una mujer", embelleciendo la vieja metáfora con un detalle encantador (la primera cita es cuando uno coloca la llave para arrancar el auto). Cuando recibió un doctorado honorario en diseño industrial del Politécnico de Milán, pronunció un discurso sobre la diferencia entre la tecnología "fría" y "caliente". Básicamente dijo que Porsche es frío; mientras que Ferrari, es caliente.
La palabra 'pasión' surge con casi todos lo que lo conocen, aunque muchas veces sea un eufemismo para su temperamento explosivo. El año pasado, cuando Ferrari perdió en los segundos finales el Gran Premio de Abu Dhabi, Montezemollo, que veía la competencia en un cuarto solo, tiró una silla contra el televisor. "Por lo general, los industriales son fríos y agudos", dice su amigo Borgomanero. "Pero Luca no es así. Cuando está contento, todos lo notan; y cuando no, también es evidente".

Por Por JOSHUA LEVINE  from Wall Street Journal  14/10/2011

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