miércoles, 19 de octubre de 2011

Germanofilia





Gráficos from elpais.com

Si lideramos, se nos acusa de querer dominar Europa y de seguir soñando a escondidas con el Reich de los mil años. Si nos negamos a hacerlo, se nos acusa de torpes, egoístas e introvertidos que sólo buscan su propio interés económico. Si hubiéramos despachado la Luftwaffe a Libia, todo el mundo hubiera rememorado a Rommel y el Afrika Korps. Pero como nos abstuvimos en el Consejo de Seguridad en la votación sobre Libia, nos señalaron con el dedo diciendo "los alemanes sólo quieren exportar, no quieren comprometerse con la democracia y los derechos humanos".
En relación a la crisis del euro, se nos ha dicho de todo. A Angela Merkel se le acusa de ser una mojigata protestante que gobierna una potencia mundial como si fuera un ama de casa rural. "Frau Nein", según el economista Paul Krugman, es constantemente acusada de falta de europeísmo y denostada por su origen germano-oriental. Internamente, también se tilda a la Canciller de oportunista por gobernar pendiente de las encuestas (como si los políticos de los demás países no lo hicieran). El caso es que mientras los alemanes hacíamos reformas, moderábamos nuestros salarios y recuperábamos nuestra competitividad, muchos en Europa vivían en una burbuja provocada por los bajos tipos de interés y el crédito barato. Ahora, después de años de sacrificios, Alemania está saneada, crece y exporta, lo que prueba que hemos hecho las cosas bien. ¿Pero qué se nos dice? Que la culpa de los problemas de Europa la tenemos los alemanes porque vivimos por "debajo de nuestras posibilidades" (sic) y que tenemos que consumir más, ahorrar menos y endeudarnos más. Increíble pero cierto.
Grecia nos ha engañado todos y cada uno de los años en los que ha estado en el euro, y ahora el contribuyente alemán tiene que poner 200.000 millones de euros para salvar a ese país. Si ponemos dinero para salvar a Grecia de la quiebra, se nos dice que lo hacemos para proteger a nuestros bancos. Y si no ponemos dinero, se nos acusa de insolidarios y egoístas y de querer provocar la quiebra de Grecia para expulsarla del euro. Y si a cambio de poner nuestro dinero pedimos que hagan las mismas reformas que hicimos nosotros, se nos acusa de querer "alemanizar" Europa.
Si el Tribunal Constitucional alemán se toma en serio su papel de guardián de la democracia y los derechos fundamentales de los alemanes y cuestiona hasta dónde pueden tomar decisiones las instituciones europeas sin rendir cuentas ante el Parlamento o la ciudadanía alemana, la prensa europea dice que estamos bloqueando el avance hacia una unión política. Y si le recordamos a nuestros vecinos que durante años, los alemanes han financiado la mayor parte del presupuesto europeo (incluso en los momentos en los que el coste de la unificación alemana era asfixiante), muchos nos dicen: "ya, pero a cambio os hemos comprado miles de Audi y Mercedes". Incluso al mismo Sarkozy, frustrado por las reticencias alemanas, se le oyó decir apesadumbrado al salir de una reunión: "no han cambiado nada, no han cambiado nada".
Recopilar todos estos argumentos no significa estar de acuerdo con ellos. Pero ponerse en la piel del otro es a veces sumamente importante para saber cómo lograr lo que uno quiere o entender por qué no está logrando sus objetivos. Y el hecho es que en Alemania, muchos se sienten como víctimas, no como agresores, y piensan que han sido traicionados y engañados por el resto de los europeos. ¿Es la germanofobia real o imaginada? En mi próxima entrada aportaré algunos datos sobre cómo se percibe a Alemania desde otros países y cómo se valora su influencia (En la foto, manifestantes griegos pintan una esvástica en frente del consulado alemán en Tesalónica en julio 2011).
Aquí, algunos datos sobre cómo se percibe a Alemania desde otros países. Pues bien, el jurado internacional lo tiene bastante claro: de una lista donde estaban los 17 países más poderosos e influyentes del mundo, los 28.619 ciudadanos consultados en una macro-encuesta realizada por PIPA y la BBC en 27 países dieron a Alemania la mejor nota. Nada menos que un 62% de los casi 30.000 encuestados valoraron positivamente a Alemania y sólo el 15% de forma negativa. En Europa, la victoria fue abrumadora, pues Alemania ganó al Reino Unido por 4 puntos y a Francia por 10. Pero la marea alemana no se detuvo ahí: entre las potencias consolidadas ganó a Japón por 5 puntos y a Estados Unidos por 13. Comparándose con los emergentes, los resultados fueron también espectaculares: 13 puntos por encima de Brasil, 25 por encima de China, 27 por encima de India o Sudádrica y 35 por encima de Rusia.
Curiosamente, sólo Canadá está en condiciones de desbancar a Alemania como ganador de este singular concurso internacional. Si descontamos las valoraciones negativas de las positivas, Canadá queda la primera, con 50 puntos, seguida de Alemania con 48 puntos, una valoración que tiene singular relieve cuando se comparan las historias nacionales de Canadá y de Alemania (que, coincidirán conmigo, son bastante asimétricas en cuanto al número de damnificados que han dejado detrás). Mayor relieve aún tiene esta medida de "simpatía neta" cuando vemos que Estados Unidos se queda en un mero 4%, China baja hasta el -4% y Rusia desciende hasta el -5%. Mirando al final de la tabla, gloriosamente ocupada por Israel (con un 26% de rechazo) o Irán (con un increíble -45%), resulta evidente que a la reputación mundial de los alemanes le queda bastante margen de maniobra.
Ya", se dirá, "las valoraciones positivas se deben a que los encuestados son de países de fuera de la eurozona". Pues no exactamente: en esta encuesta, cuyo trabajo de campo se realizó entre diciembre de 2010 y enero de 2011, cuando las dudas y remoloneos de Merkel eran más que evidentes y cuando la mayoría de los países (entre ellos España, Portugal e Italia) ya habían comenzado a implantar los planes de ajuste requeridos por Alemania y las instituciones europeas, resulta que los italianos, con 89%, los españoles, con 74%, y los portugueses, con un 65%, superan con creces la media mundial de valoración positiva (que era de 62%). Si en algún sitio caen algo peor los alemanes, por razones previsibles, es en Turquía (28% de rechazo), aunque resulta intrigante que tengan tan mal imagen en China (39% de rechazo).
Esta macro-encuesta es consistente con los resultados del último Barómetro del Real Instituto Elcano (núm. 27 / Mayo-Junio 2011). En él, aunque un 40% de los españoles considera que Alemania se ha hecho "menos europeísta", no lo consideran "nada personal" (p.58). Y si la valoración personal de Merkel se resiente, bajando de 6,7 a 6 respecto al anterior barómetro, lo hace debido a la "crisis del pepino", situándose en niveles todavía bastante altos (sólo por detrás de Obama) y desde luego superiores a los obtenidos por Barroso, Sarkozy, Ashton o Van Rompuy que supuestamente son las voces del europeísmo.
Si por germanofobia entendemos odio a todo lo proveniente de Alemania, no parece que por el momento este fenómeno sea generalizado, ni en el mundo ni en Europa. Salvo algunas excepciones, lo que parece haber es un debate muy vivo y críticas al papel de Alemania en esta crisis. En mi próxima entrada intentaré dar cuenta de estas críticas, pero fijándome en algunas de las que, por proceder de la propia Alemania, considero que tienen mayor valor a la hora de centrar el debate. Mientras tanto, les dejo con un dato que me ha llamado la atención: en el mismo Barómetro del Instituto Elcano citado anteriormente lo que destaca es la mala imagen de Grecia entre los españoles. Si en Barómetros anteriores una mayoría era partidaria de socorrer a Grecia, en este último los datos se invierten: un 44% está en contra, y sólo un 41% a favor. ¿Hay aquí una corriente sumergida de solidaridad y reconciliación entre alemanes y españoles (a costa de los griegos)?

Por  José Ignacio Torreblanca   from elpais.com   18 de octubre de 2011

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