lunes, 24 de octubre de 2011

Perdonar es fundamental, pero no siempre es posible


Foto from abcamor.com

QUIEN HA CAUSADO EL DAÑO, DEBE ARREPENTIRSE
Hay algunas actitudes que el ser humano conserva desde sus orígenes sin que cambien con el paso de los años, y el perdón y la reconciliación son parte de ellas. Es uno de los comportamientos que sigue funcionando igual. Este acto se ha realizado desde que el hombre existe, es parte de nuestras estrategias sociales y posee unos modos de funcionamiento que no han variado en millones de años.
Al poseer un componente genético, ambiental y cultural, no se trata de una cualidad original de los humanos. Tanto en hombres como en animales, cuando cualquier tipo de relación se ve amenazada por el daño grave de una de las dos partes, siempre se plantea un arreglo para dejar las cosas como estaban antes.
El perdón forma parte de las relaciones sociales, sobretodo de la resolución de un conflicto y, por tanto, de la reconciliación. Es por eso que la función reconciliadora no sólo sirve para recuperar el vínculo, sino que tiene como consecuencia volverlo más equilibrado.
Un aspecto fundamental en este acto es la empatía, que tiene como función que las partes en conflicto puedan ponerse en la piel del otro para que el que ha realizado el daño pueda ver el sufrimiento creado y para que el damnificado sienta el arrepentimiento de su agresor.
Pero a la hora de realizar la reconciliación, puede ser que una de las partes no sea sincera, bien porque el arrepentimiento no sea real, bien porque la persona damnificada acepte las disculpas sin que lo haga de forma franca. Está claro que siempre ha habido y habrá mentirosos y gente que haga como que perdona, pero a la mayoría de las personas les funciona esto porque lo hacen de forma veraz.
Es importante para la resolución que quien ha hecho el daño inicie la reconciliación y se arrepienta, pero en ocasiones es muy difícil saber quién ha sido el responsable, ya que a veces es culpa de ambas partes. Y es que la tozudez de los sujetos siempre es un factor que hace más complicada la resolución del conflicto y la retrasa, hasta que alguien se lanza a dar el primer paso.
Cuando el entendimiento tiene que realizarse entre dos grupos grandes de personas, la situación es aún más enrevesada, ya que puede haber individuos que no estén de acuerdo en quién es el agresor o en si se acepta o no el perdón. Para estos casos, es bueno que haya un líder que ejecute la solicitud de perdón o que coordine los pasos a dar. Pero es bueno que el perdón se haga de la forma más intensa y reforzante posible, por lo que si las disculpas se realizan de forma recíproca, la reconciliación será más completa y estable.
La cuestión se centra en si las dos partes están de acuerdo en pedir disculpas. Esa es la cuestión fundamental porque si se realiza esta pacificación, tendrá que haber una negociación para ver en qué términos se soluciona el conflicto. En situaciones como esta, cuantos más factores bajo control haya, mejor se resolverá el conflicto.
Otro aspecto fundamental es el arrepentimiento y la certeza de que el agresor no va a volver a hacer algo como lo hecho, pero en conflictos muy complicados pueden existir aspectos sociopolíticos donde la psicología tradicional no funciona.
Por otra parte, puede darse el caso de que el perjudicado no sea capaz o no quiera perdonar. Esto dependerá del tipo de relación y del perfil psicológico de cada sujeto porque hay personas muy rencorosas cuyo resentimiento aumenta con el tiempo y puede que éste sea enorme comparado con el daño realizado. De todas formas, lo bueno es que se acepte porque en otro caso, no habría reconciliación y el sentimiento de culpa permanecería en el agresor.
En otros casos, con el paso del tiempo, el odio se ha enfriado y se ha mitigado, lo que hace mucho más fácil el arreglo. Para estas situaciones se recomienda una reconciliación lo más temprana posible, siempre dejando un tiempo para calmarse y pensar en lo ocurrido.
También hay que tener en cuenta en el proceso que la reconciliación debe ocurrir cara a cara y no con intermediarios o mediante escritos, ya que la comunicación no verbal nos permitirá percibir si el arrepentimiento es real. Esta sería la resolución ideal, con palabras y gestos de por medio.
Sin embargo, en casos muy extremos como asesinatos, esto puede ser perjudicial porque encontrarse al asesino de alguien querido de frente podría empeorar el estado psicológico de la víctima. El rencor hacia el agresor y la ansiedad del damnificado puede dispararse o, por el contrario, podría ocurrir que el hecho de ver la cara del agresor puede hacer que nos demos cuenta de que también es un ser humano, lo que podría facilitar el perdón.
A pesar de esto, es muy difícil predecir cuál es la mejor solución en casos de reconciliación colectiva tras un conflicto porque las situaciones de disputa, aunque parecidas en un principio, en el fondo son muy distintas.
Por último, hay que analizar la importancia de la resolución del conflicto y del perdón para ambas partes. Para la víctima es fundamental porque es importante que le reconozcan que han hecho algo mal y que le den la seguridad de que no van a volver a hacerlo. Lo ocurrido no se va a cambiar, pero ayudará a la recuperación del dolor psicológico de la víctima.
Para el agresor, el perdón del damnificado aligera el sentimiento de culpa, pero si las disculpas no son aceptadas pueden ocurrir dos cosas: que le dé igual, si no ha sido sincero, o que la responsabilidad de sus actos incremente sus remordimientos.
Por Félix Zaragoza  from elconfidencial.com   22/10/2011

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