La sede de Huawei en Shenzhen, provincia de Guangdong, China. REUTERS
Xi Jinping aprovecha el aniversario de la reforma que impulsó Deng Xiaoping hace 40 años para reforzar su liderazgo
Las fotos de Shekou que exhibe el museo instalado en el barrio del mismo nombre recuerdan un tiempo pretérito que resulta difícil de imaginar. "Esto no era más que barro y jungla", rememora Huang Yisheng, mientras deambula junto a la enorme estatua en bronce de Deng Xiaoping que corona la colina del parque Lianhuashan.
La vista que ofrece el mirador permite apreciar muchos de los más de 100 rascacielos que superan los 200 metros de altura instalados en el paisaje urbano de Shenzhen y en especial los que se apelotonan en el distrito de Futian, el corazón financiero de la metrópoli. Un panorama imposible de conciliar con aquel pasado en el que los aldeanos de este mismo emplazamiento huían en masa a la cercana Hong Kong para intentar asegurar su supervivencia.
La sala de exposición de Shekou no rehuye esa parte de la historia cuando esta región costera "era tan pobre y atrasada como el resto de China" y "cerca de un millón de personas huyeron desde Guangdong (la provincia donde se encuentra ubicada Shenzhen) a Hong Kong. Toda una generación anhelaba prosperidad", relata uno de los carteles del recinto.
Las imágenes de las precarias viviendas con techo de hojalata y las pequeñas barcazas que se apilaban en aquellos años en el puerto de Shekou -que era otro villorrio de pescadores- van acompañadas de un texto que asegura con cierta ironía que "los únicos tesoros" de la zona eran "moscas, mosquitos" y unas preciadas ostras locales.
El paisaje de Shekou y de otras varias decenas de aldeas del entorno comenzó a cambiar tras la reunión de la cúpula del Partido Comunista de China (PCC) de diciembre de 1978, que marcó la ascensión al poder del citado Deng Xiaoping y que según la dialéctica oficial china dio paso a lo que se llamó la "política de la reforma y la apertura", que celebra el día 18 su 40 aniversario.
La fecha está siendo recordada con toda la pompa necesaria por la propaganda oficial, que pretenden incidir en los ingentes cambios que ha experimentado el país en estas cuatro décadas, al tiempo que aprovecha la conmemoración para reforzar el culto a la personalidad del presidente Xi Jinping.
La campaña publicitaria para recordar la cita de 1978 se aceleró en junio pasado bajo una directiva del PCC que dejaba claro que el objetivo no era tanto recordar a Deng Xiaoping como unir a la población bajo el liderazgo del partido con Xi Jinping como "núcleo central" del régimen.
De hecho, en la exhibición que se inauguró en noviembre en Pekín dedicada también a ilustrar estas últimas cuatro décadas de la nación china, la figura dominante no era otra que Xi Jinping, que eclipsaba al Deng Xiaoping, pese a que el actual presidente sólo ha dictado la política de este país desde 2012, en un claro contraste con el absoluto protagonismo que tuvo el artífice de la reforma en la exposición que recordó el 30 aniversario de la misma fecha.
"El camarada Xi ha levantado la bandera de la reforma", se leía en uno de los textos incluidos en la muestra capitalina.
Para muchos expertos, la clara intencionalidad política que ha inspirado la presentación de Pekín constituye un paso más en el esfuerzo del mandatario por fortificar su poder. "El significado simbólico de esta exhibición es que la era de Deng Xiaoping ha llegado a su fin. China se mueve hacia adelante y ha entrado en un nuevo mundo: la era de Xi", opinó Chen Daoyin, un analista político sito en Shanghai, citado por la prensa local.
Shekou jugó un papel "de primer plano" en los primeros intentos aperturistas liderados por Deng Xiaoping, como recuerda su museo. Aquí se inauguró en 1979 la primera Zona Industrial de Comercio que sirvió de antesala a la creación de las cuatro Zonas Especiales Económicas (SEZ) que apadrinó el nuevo liderazgo comunista en Shenzhen, Shantou, Zhuhai y Xiamen en 1980, que se convirtieron en el referente básico para extender el capitalismo tutelado que ejerce el PCC al resto del país.
"¡Aprieta el botón!", le sugiere la guía a uno de los estudiantes del colegio internacional que recorren el museo acompañados de miembros del PCC.
El interruptor acciona un vídeo que recuerda la voladura de toda una montaña en Shekou en julio de 1979 que marcó el inicio de la construcción de la Zona Industrial de Comercio. La espectacular explosión ocupa toda la ingente pantalla de plasma provocando un grito de asombro de los chavales.
Lo que se llamó el "primer disparo" dio inicio a una carrera tan vertiginosa en la expansión de la localidad que los chinos adoptaron una consigna que se haría famosa en el país: "la velocidad Shenzhen".
La zona económica especial de Shenzhen se estableció oficialmente el 26 de agosto de 1980 abarcando un espacio de casi 2.000 kilómetros cuadrados.
Shenzhen se concibió como un experimento confinado en un espacio geográfico hasta el punto de que las autoridades exigían permisos especiales a los chinos que no residían en la zona para acceder a la SEZ, mientras que los extranjeros podían obtener "visas Shenzhen" válidas sólo para ese enclave.
Las normativas e incentivos que se diseñaron especialmente para este enclave fueron después las que se aplicaron para ampliar la reforma a todo el país.
La localidad que sólo tenía 170.000 habitantes en 1970 pasó a congregar un millón en 1980. Ahora excede los 13 millones. El explosivo desarrollo de su economía se entiende mejor al recordar que en algunos años llegó a crecer un increíble 45%.
En 1984, el hotel Nanhai -ahora en manos de la cadena Hilton- se convirtió en el primer establecimiento de cinco estrellas de su tipo en Shenzhen. Un año antes, el crucero Minghua había sido amarrado junto a una de las escolleras para acabar siendo engullido por el cemento que ganaba espacio al mar. Hoy en día sigue emplazado en el mismo lugar haciendo las veces de hotel flotante rodeado de avenidas, restaurantes y comercios.
En 1996, la ciudad ya contaba con el edificio más alto de Asia, el Diwang Building, de 383,5 metros de altura, superado después por los 441,8 metros del Centro Financiero KingKey, que se terminó en 2011.
Cuando alguien planteó que todas las reformas adoptadas en las SEZ eran contrarias en esencia a los principios comunistas, Deng Xiaoping respondió con una de sus famosas frases: "Las discusiones sin sentido dañan al país, el trabajo práctico revitaliza a la nación".
El museo de Shekou aclara que este distrito de Shenzhen ya se había adelantado al espíritu del mensaje que elaboró el líder chino cuando en 1981 se inventó otro dicho -"el dinero es tiempo, y la eficiencia, vida"- que "cambió la vida de aquellos que sentían vergüenza de ganar dinero, se expandió por todo el país y consiguió el estatus de sentido común".
El Silicon Valley chino
Huang Yisheng llegó a principios de los años 80 como parte de los batallones de conscriptos que usó el PCC para construir carreteras e infraestructuras. "Éramos más de 3000 soldados. Al principio todo era una inmensa obra rodeada de algunas aldeas y vegetación tropical. Estuve viviendo tres años en una casa construida con cañas de bambú y telas", rememora el veterano de 66 años.
Como otros muchos -casi un 80% de la población de Shenzhen son inmigrantes-, Huang decidió quedarse en la nueva ciudad incluso después de abandonar el ejército al comprender las perspectivas de futuro que ofrecía el experimento liderado por Deng.
Lo mismo le ocurrió a Jack Wu Yongmou, que partió de su aldea natal en la provincia de Fujian con tan sólo 16 años y 200 yuanes en el bolsillo. Al llegar a la ciudad todavía en obras encontró empleo como simple chico de los recados en una compañía japonesa de teléfonos móviles que ya se había instalado en Shenzhen.
"No pude llamar a mi familia durante años. No tenía dinero. Me corté el pelo casi al cero para ahorrar en champú. Sólo tenía un vestido, el que me dio la empresa. Dormíamos todos apelotonados en literas en habitaciones de 20 metros cuadrados", relata sentado en el edificio que ocupa su compañía, YYD Robo. "Pero me sirvió para aprender sobre tecnología", agrega.
A los cuatro años fundó su propia empresa. Primero fue una pequeña factoría de 50 metros cuadrados. Al año siguiente ya eran 200. En 2006 adquirió un complejo de 10.000 metros cuadrados.
El joven emprendedor supo adaptarse a los tiempos. Comenzó fabricando carcasas para teléfonos móviles y cámaras de fotos. La crisis financiera de 2008 le obligó a cambiar de rumbo. Tuvo que cerrar cuatro de sus cinco factorías. Cuando consiguió recuperarse decidió enfocarse a la producción de robots y fundó YYD Robo, una firma que emplea a más de 6.000 trabajadores.
El despacho de Jack Wu está adornado con una especie de hucha repleta de monedas. "Es un símbolo budista. Te da suerte para atesorar riqueza", argumenta.
En las salas contiguas se alinean decenas de jóvenes absortos en sus ordenadores o con androides de todos los tamaños. Los hay que han sido diseñados para asistir a los clientes de bancos, los que ofician como profesores de niños o los que ayudan a la policía en los aeropuertos.
Empresas como la de YYD Robo son las que han permitido que Shenzhen se haya consolidado como la alternativa china a Silicon Valley.
Recorrer Shenzhen en estos días es adentrarse en una villa futurista, plagada de centros de convenciones, museos vanguardistas, emporios comerciales, torres de oficinas que sirven como sede central de emporios como Huawei, ZTE o Tencet, y autopistas que discurren sobre el mar.
El progreso vertiginoso de la metrópoli sintetiza la colosal transformación a la que ha asistido China en los últimos 40 años pero en sus calles también se deja constancia de algo que no se ha modificado: la égida absoluta del Partido Comunista.
"Mantente firme en la línea básica del Partido durante 100 años", asegura una inscripción sobre un enorme retrato de Deng Xiaoping.
JAVIER ESPINOSA
Shenzen (China)
12 DIC. 2018 16:32
https://www.elmundo.es/internacional/2018/12/12/5c11249dfdddff0b5f8b4647.html
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