Una ruta por la cordillera euroasiática que atraviesa Georgia, Armenia y Azerbayán, tres Estados emergentes con mucho por descubrir
El Caúcaso es todavía un territorio poco trillado y todo un reto para viajeros que buscan nuevos caminos. La región es más pequeña que Reino Unido, pero comprende tres países —dos de ellos cristianos, uno musulmán— y al menos 16 idiomas locales, con sus respectivas peculiaridades culturales. Allí donde se encuentran Europa y Asia encontraremos huellas de rusos, persas o turcos, que junto a otras influencias menores han cristalizado en comunidades locales muy interesantes, pues mantienen añejas convenciones sociales mientras tratan de incorporarse a la modernidad europea. Algo que unido a un espectacular paisaje montañoso como telón de fondo hacen del Caúcaso un destino muy original.
Aguardan escenográficas rutas a pie o a caballo por las regiones del Gran Cáucaso (Svaneti, Kazbegi y Tusheti); ruinas de castillos, torres y antiguas iglesias en lugares pintorescos; estaciones de esquí, descensos en rafting y vuelos en parapente, o escalar el georgiano Monte Kazbed y otros cincomiles. O descender a las profundidades espeleólogas de Armenia y alcanzar la orilla del Mar Caspio, en Azerbaiyán, escenario de curiosos fenómenos naturales cercanos, como los volcanes de lodo.
Georgia, la Europa más sorprendente
En 2018 este país celebró su primer centenario como Estado independiente. Enclavado en un complejo nudo geográfico, entre Rusia, Turquía, Armenia y Azerbaiyán, su historia es larga y compleja. Ahora vive un momento de calma que anima a descubrir iglesias ortodoxas en altísimas cimas, ciudades excavadas en acantilados o monasterios medievales en valles verdes, especialmente en verano. Dicen que fue aquí donde nació el vino, buen motivo para lanzarse a recorrer el país en siete paradas imprescindibles.
1. Tbilisi. La ciudad con más encanto del Caúcaso, y capital georgiana, combina en su centro histórico el pasado romántico del país con el deseo de modernidad y futuro: serpenteantes calles de casas elegantes e iglesias de piedra conducen hasta plazas sombreadas y barrios más modernos; mezcla de cafés bohemios con modernos bares lounge y curiosos hotelitos. La fortaleza de Narikala lo contempla todo desde lo alto, y de sus balcones de madera delicadamente tallados que recuerdan la influencia árabe saltamos al vanguardista palacio presidencial, cuya cúpula de vidrio en forma de huevo mira hacia el río. La excursión más típica desde Tbilisi es Mtskheta (a unos 20 kilómetros), capital espiritual del país que cuenta con tres lugares patrimonio mundial: la catedral de Svetiskhoveli y las iglesias de Samtavro y de Jvari.
2. Svanetia. Región de valles alpinos en el extremo noreste de Georgia, jalonados por picos nevados, es un apartado paraíso estival para senderistas, con idioma propio y una arraigada cultura tradicional, simbolizada por los 175 koshkebi(antiguas torres defensivas de piedra) que se conservan junto a sus pueblos, así como los viejos frescos de sus iglesias, con más de 1.000 años de antigüedad. En la poco accesible Tusheti los visitantes suelen alojarse en casas locales donde pueden probar delicias gastronómicas como el kubdari (pan relleno de carne). Y, siempre de fondo, impresionantes montañas de nieves perpetuas que superan los 4.000 metros.
3. Vardzia. Entre las pequeñas Capadocias que podemos encontrar en Georgia —como las impresionantes ciudades cueva como Uplistisikhe y Davit Gareja—, Vardzia es la que más sorprende al viajero: una localidad medieval excavada en un acantilado, casi en la frontera con Turquía. Llegar hasta ella requiere atravesar angostos cañones y tranquilos valles, visitando lugares como la fortaleza de Khertvisi, encaramada en lo alto de una roca, o el castillo de Tmogvi, con más de 1.000 años de historia. Vardzia, símbolo cultural para los georgianos, fue construida en el siglo XII por el rey Jorge III y su hija, la reina Tamar, y se convirtió en el bastión espiritual nacional en la frontera oriental. Hoy conserva más de 400 habitaciones, 13 iglesias y 25 bodegas de vino.
4. Kazbegi. Con la silueta del legendario monte Kazbek presidiendo el paisaje circundante, Kazbegi es el lugar ideal para conocer (y recorrer) el Cáucaso georgiano. La imagen de la iglesia Tsminda Sameba silueteada contra el macizo del monte Kazbek cubierto de nieve es una de las más icónicas del país. Numerosas rutas de senderismo, equitación y bici de montaña recorren estos valles —glaciares, cascadas, pasos de montaña—, salpicados de pequeños pueblos aislados como Kazbegi. Llegar supone unas dos horas en coche desde Tbilisi a través de la Georgian Military Road, camino milenario que atravesaba estas montañas y formaba parte de la legendaria Ruta de la Seda.
5. Davit Gareja. Este antiguo monasterio excavado en un solitario acantilado al sureste de Georgia, en la frontera con Azerbaiyán, se convirtió en la cuna de la cultura mística medieval y de la pintura al fresco. Las tumbas de los santos, los murales milenarios, un paisaje que parece de otro mundo o la misma forma de vivir en cuevas solitarias que eligieron sus gentes, hacen de este lugar una experiencia muy original. A pesar de estar bastante lejos, se pueden hacer excursiones de un día desde Tbilisi, Telavi o Sighnnaghi.
6. Batumi. Bienvenidos a la capital veraniega para los georgianos, a orillas del Mar Negro. Ambiente relajado, buenos restaurantes y cierta vida nocturna, entre elegantes casas estilo belle époque que nos remontan un siglo atrás, cuando Batumi vivió su gran momento como destino vacacional. Desarrollada entre finales del siglo XIX y principios del XX como punto final del ferrocarril desde Baku, que transportaba la producción de aceite hacia el Mar Negro, el cierre de la frontera con Turquía durante la época soviética desdibujó el auge de Batumi. Desde 2004 se ha intentado recuperar como atractivo centro turístico, reformándose el bulevar y la ciudad antigua.
7. Kakheti. La fama de los vinos georgianos ha dado lugar a la proliferación de rutas enoturistas, concretamente en la región de Kakheti, la Rioja georgiana, con multitud de bodegas que ofrecen visitas y catas, y en algún caso también alojamiento y restauración. Las denominaciones de origen no nos sonarán (Tsinandali, Mukuzani, Kindzmarauli, Akhasheni o Napareuli), pero las podremos conocer en degustaciones organizadas que, si se desea, se pueden combinar con visitas culturales como el monasterio de Alaverdi, la fortaleza Gremi o la ciudad amurallada de Signhagui.
Armenia, senderos por tierras sagradas
Hay pocas naciones con una historia tan antigua, compleja y trágica como Armenia, cuya riqueza cultural es pura resistencia a los infortunios. Un país repleto de monumentos sorprendentes y grandes paisajes que, sin embargo, no resulta fácil de explorar: las carreteras son complicadas, el transporte local no está preparado para el emergente turismo y, sin hablar armenio o ruso, la cosa se complica más. Pero solo por la extraordinaria colección de monasterios medievales de Armenia merece la pena el viaje. También por sus rutas senderistas en escenarios naturales espectaculares y, como guinda final, ciudades como Yereván, una de las más antiguas y carismáticas de Europa.
1. Yereván. Por su situación central, la capital armenia es un buen punto desde el que recorrer el país mediante excursiones de un día: la mayor parte de los lugares de interés están a menos de dos horas en coche. La vida aquí es tranquila y los locales acostumbran a tomar café o cerveza en las muchas terrazas al aire libre que encontraremos en sus calles. Para el turista hay más atractivos: la Galería Nacional (con más de 19.000 piezas), el museo de Historia de Armeniao el moderno centro de Arte Cafesjian. Visita imprescindible para conocer su historia es el museo del Genocidio (entre 1915 y 1922 los turcos asesinaron a un millón y medio de armenios), ubicado a las afueras y con unas buenas vistas de la ciudad y, en días claros, del monte Ararat, símbolo histórico y religioso del país, que actualmente se encuentra en territorio turco, al otro lado de la cercana frontera. Una postal típica armenia es la del monasterio de Khor Virap, con las cumbres del Ararat al fondo, sobre todo a primera hora de la mañana, con la mejor luz.
2. Echmiadzin. A 20 kilómetros de la capital, es otro de los hitos imprescindibles en un recorrido básico por el país. Se trata del Vaticano armenio, donde vive la máxima autoridad de su iglesia, el Catholicós. Dicen que la de Echmiadzin es la catedral cristiana más antigua del mundo y para atestiguarlo guarda reliquias como la lanza sagrada o un trozo (supuestamente) del Arca de Noé. Cuenta con otras iglesias patrimonio mundial, como Santa Gayané, Santa Hripsimé o Shoghakat.
3. Geghard. Armenia presume de haber sido la primera nación que hizo oficial el cristianismo (en el año 301), y conserva bastantes templos de aquellos tiempos; construcciones que atestiguan también cómo eran los ritos de aquel cristianismo primitivo. Entre los destacados se encuentran sus monasterios medievales, como el de Geghard, patrimonio mundial, y excavado (parcialmente) en la fachada rocosa de la garganta del río Azat. La leyenda dice que fue fundado en el siglo IV y sus capillas más antiguas son del siglo XII. Hay más ejemplos, como los monasterios de Kasagh Gorge o los del cañón Debed, Haghpat y Sanahin, también patrimonio mundial. La carretera del cañón es la vía principal entre Armenia y Georgia, y cuenta con hoteles y restaurantes en los pueblos que atraviesa.
4. Valle del Azat. Montañosa y escasamente poblada, Armenia conserva algunos espacios naturales extraordinarios y hasta los que no es difícil llegar desde la capital. Por el ejemplo, el cañón del río Kashag o la garganta del Azat, donde además del monasterio de Gehard se encuentra el templo de Garni, el único grecorromano que se conserva en los antiguos Estados de la Unión Soviética. El valle acoge también la Reserva del Rey Khosrov, donde todavía se pueden observar lobos grises, osos e incluso leopardos caucásicos, una especie en peligro de extinción difícil de avistar. Al norte del país, Dilijan, conocida como la Suiza armenia por su paisaje bucólico, ofrece fuentes de aguas termales que dieron lugar a balnearios a los que acudían las élites soviéticas a veranear.
Azerbaiyán, paisajes de tierra y fuego
Menos conocido y visitado que Georgia y Armenia, Azerbaiyán se asoma al Mar Caspio y todavía se muestra como un lugar exótico, de aires asiáticos y rusos, para el viajero europeo. Heredero de antiguos imperios históricos, es también uno de los nuevos países que despegan económicamente, algo que reflejan sus nuevas construcciones: arquitectos de todo el planeta levantan sus torres de cristal gracias a los petrodólares. A diferencia de sus vecinos caucásicos, Azerbaiyán es de mayoría musulmana chiita, aunque las mujeres visten sin velo y la religión no está tan presente en la vida cotidiana como en otros países musulmanes. Lo recorremos en cuatro paradas imprescindibles.
1. Bakú. Símbolo del progreso actual, la capital ha transformado su perfil durante los últimos años gracias a algunos de los edificios más audaces y espectaculares del mundo. En el centro de la Ciudad Vieja, que figura en la lista de patrimonio medieval de la Unesco, se levanta un trío de rascacielos de 190 metros de altura con forma de gigantescas llamas de cristal que parecen arder de noche. Las majestuosas curvas blancas del centro cultural Heydar Oliyev, proyecyado por la fallecida Zaha Hadid, forman otro espectáculo arquitectónico igualmente emocionante. Aires muy europeos que se difuminan al salir de la ciudad, donde nos topamos con curiosos volcanes de lodo —una de las señas de identidad del país— y pueblos para los que el tiempo no pasa, rodeados de huertos frutales y con las montañas del Gran Caúcaso de fondo.
2. Volcanes de barro. Ubicadas en la región de Qobustán, a unos 50 kilómetros al sur de Bakú, este centenar de peculiares formaciones —incluidas en la lista de lugares protegidos por la Unesco— tienen una antigüedad de unos 12.000 años.
La visita comienza con un nuevo y vanguardista museo —a unos 3 kilómetros de los cráteres— que ofrece un contexto de lo que nos vamos a encontrar. La zona también acoge petroglifos de origen misterioso y una panorámica paisajística desde lo alto que alcanza hasta el azul turquesa del lejano Mar Caspio.
3. Quba. Hacia el norte, en el Caúcaso, encontramos los remotos pueblos de pastores de las montañas de Quba, entre bosques y prados. El más conocido de todos es Xinaliq, de piedra gris, con fama de ser el pueblo más alto de Europa (a 2,350 metros). Un poco más lejos, Laza se ubica en uno de los escenarios caucásicos más espectaculares, y su sencillez rústica contrasta dramáticamente con la mejor estación del esquí de la cordillera, a solo 4 kilómetros.
4. Sheki. Al norte del país, casi en la frontera rusa, esta pequeña ciudad rodeada por los bastiones de una fortaleza cuenta con dos palacios amurallados de los antiguos kanes y una de las más antiguas y mejor conservadas iglesias cristianas de la región. Además, podremos alojarnos en un auténtico caravanserai, que nos remonta a los tiempos de la Ruta de la Seda, y visitar un yacimiento arqueológico con tumbas de la Edad del Bronce.
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