sábado, 8 de junio de 2019

Dubai a orillas del Támesis: Londres será la ciudad de los 500 rascacielos



El 'Tulipán', la 'Espaldera', el 'Diamante', la 'Espiral' o 'Minimanhattan' son algunos de los nombres y formas peculiares que han convertido el 'skyline' de la capital británica en una feria de vanidades arquitectónicas que no convence a los vecinos



«¿Hay acaso una competición en marcha por ver quién construye en Londres el rascacielos más feo?», se lamentaba Marianne Harris, vecina de la City, en una de las consultas públicas sobre el Tulipán, de Norman Foster. «No entiendo la necesidad de esta atracción fálica con pocos méritos estéticos», se quejaba otra vecina, Anastasia Shteyn. «¿Y no sería mejor que lo construyeran en Dubai?», apostillaba Astrid Kirchner.

Pese a las quejas de los londinenses, el polémico Tulipán de 305 metros ha logrado el visto bueno de la Corporación de la City de Londres y ha sido defendido públicamente por el presidente del comité de planeamiento, Chris Hayward: «Después de un debate largo y arduo, hemos llegado a la conclusión de que se trata de una atracción única».

La puntilla la puso hace unos días Duncan Wilson, director ejecutivo de Historic England, y crítico furibundo de todo lo construido en el centro de Londres en las tres últimas décadas: «Este edificio consiste en el hueco de un ascensor con un bulto en la punta. Tan solo servirá para manchar la herencia cultural de la ciudad, y más en concreto la torre de Londres, como si no hubiera sufrido ya suficiente daño».

El Tulipán de Norman Foster, la Astilla de Renzo Piano, elRayador de Queso de Richard Rogers, el Walkie Talkie de Rafael Viñoly... El centro de Londres se está plagando efectivamente de edificios que compiten por el nombre más pintoresco, abigarrados en torno al viejo Pepinillo del propio Foster, empequeñecido por la competencia.

A todos ellos se unirán este año el Escalpelo, el Pináculo, la Espaldera y el Diamante de Skidmore, Owings & Merrill, por no hablar de la Espiral de Cannary Wharf o del Minimanhattande torres residenciales que está surgiendo en la Isla de los Perros. Una mirada hacia el lejano este, poblado de grúas hasta el horizonte, bastará para hacerse una idea del Londres que viene: un total de 541 rascacielos están en fase de construcción o planeamiento en la capital, según el último recuento del think tank New London Architecture (NLA).


'Skyline' de Londres.EL MUNDO

«La línea del cielo de Londres va a cambiar notablemente en la próxima década», advierte Peter Murray. «La ciudad horizontal que era hasta ahora va a dejar paso a miniciudades verticales, con bolsillos de edificios entre los 20 y los 30 pisos en los distritos que están dispuestos a aceptarlos. El crecimiento puede ser un poco caótico y estamos recomendando a los responsables de planeamiento que utilicen modelos informáticos para calibrar su verdadero impacto».

Londres, a diferencia de París o Nueva York, nunca destacó por su planeamiento urbanístico. Sus más de ocho millones de habitantes están repartidos en un laberinto multicéntrico, en el que cada distrito fija sus propias reglas. El impulso adicional, eso sí, lo dio Boris Johnson cuando era alcalde de Londres, con su plan 2020 Vision que vislumbraba la aparición de clusters de rascacielos más allá de la City y Cannary Wharf, en zonas como Vauxhall, Elephant and Castle o Blackfriars.

Johnson dejó clara su apuesta por la construcción en altura con el Shard de Renzo Piano (que sigue siendo el techo de Europa con 310 metros) y con la expansión de la ciudad hacia el este olímpico, donde están en construcción hoy por hoy un total de 252 torres (frente a 99 en la zona centro y 175 en la preferia). Su política fue criticada en su día como «Dubai en el Támesis»: proyectos mastodónticos y torres vacías, tan solo al alcance de los grandes inversores extranjeros.

El alcalde laborista Sadiq Khan ha confirmado la tendencia a la verticalidad con el impulso a la construcción de hasta 66.000 nuevas viviendas al año, pese al desastre de la torre Grenfell que ha obligado a revisar a fondo la normativa para los edificios residenciales en altura. El Brexit ha contribuido también a frenar o ralentizar decenas de proyectos, pero basta con observar el perfil cambiante de la City desde el sur del Támesis para cerciorarse de esta carrera: el cielo encapotado es el límite en Londres.

London Growing up dio nombre precisamente a la exposición con la que NLA quiso visualizar el hasta ahora caótico crecimiento vertical de la ciudad. «Es necesario unificar criterios y tener muy claro por dónde se va a avanzar en el futuro», advierte Peter Murray. «Está claro que la ciudad tiene que crecer hacia arriba, pero no podemos permitir que cada uno de los 33 distritos planifique a su antojo. Hay que abrir el proceso y hay que dar cabida a la ciudadanía».

La NLA ha apadrinado la creación de una Comisión de los Rascacielos, reclamada entre otros por el filósofo Alain de Botton, el escultor Anish Kapoor y los arquitectos Alsion Brooks, David Adjaye y Eva Jiricna, en un manifiesto publicado por The Observer.

«Londres, una de las grandes ciudades del mundo, merece algo mejor», puede leerse en el manifiesto. «No nos oponemos a los edificios en altura, pero creemos que los edificios más visibles de la ciudad requieren la mejor elección para su emplazamiento, el mejor diseño individual y la total evaluación de su impacto».

En la ciudad se ha abierto entre tanto un debate sobre el crecimiento hacia arriba, reactivado por la nueva ola de rascacielos que están redefiniendo la City. Atrás quedó la polémica del Walkie Talkie de Viñoly, no sólo por el impacto visual ente la torre de Londres y la catedral de St. Paul, sino por los reflejos en su superficie que achicharraban a los coches y a los pasantes a nivel de calle.

El Cheesegrater de Richard Roger mereció también duras críticas, sobre todo por el contraste con su obra maestra, el edificio Lloyd's, encajonado y ensombrecido ahora entre rascacielos de dudosa originalidad. Algo parecido le ha pasado al Gherkin de Norman Foster, que marcó un hito en 2003 y fue durante una década el referente obligado de la City.

Hay quienes han querido ver en su Tulipán una especie de desquite o venganza por el ocultamiento sufrido por el Gherkin. La torre de 305 metros, rematada con un observatorio acristalado con forma ovoidal, remite muy conscientemente al famoso Pepinillo. El objetivo es convertirlo en el gran mirador de Londres, con un potencial de 1,2 millones de turistas al año.

Algunas críticas no han tenido piedad. «Más que un tulipán, la estructura recuerda a un huevo en lo alto de una huevera», escribe en The Guardian Oliver Wainwright. «Estamos ante una de las propuestas más extrañas de Norman Foster, una mezcla surrealista de la torre de la televisión de BT, la noria del London Eye y el tobogán de la torre Orbit junto al estadio olímpico, todo ello empaquetado en una cápsula aérea. Es el típico edificio con hambre de espectáculo en la línea de Boris Johnson, que pasó gran parte de su alcaldía intentando convertir Londres en un parque temático de proyectos vanidosos».



CARLOS FRESNEDA
Londres
Jueves, 6 junio 2019 - 01:55
https://www.elmundo.es/cultura/2019/06/06/5cf8013bfdddffaf388b46aa.html

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