La psicoterapeuta María Ibáñez Goicoechea y el psicólogo Jesús Jiménez Cascallana exponen cómo se puede sacar el máximo provecho a este consejo habitual
En muchas ocasiones se equipara "vivir el presente" con desinhibirse o dejarse llevar por los impulsos del momento. En muchas otras se habla de ello de tal modo que parece que vivir el presente sea una fórmula mágica que equivale a ser feliz, automáticamente. Es fácil ver que esto es erróneo. Dejarse llevar por los impulsos no siempre da resultados positivos (internet está repleto de vídeos que lo demuestran), y en el presente también ocurren cosas desagradables, como la ruptura de una pareja, la inseguridad, las discusiones... Es cierto que la felicidad se vive en el presente, pero no al revés. La lógica dicta que, si llueve, debemos sacar el paraguas, pero también que por sacar el paraguas no haremos que llueva… pero a veces la lógica se nos escapa.
Una idea que también está extendida es la de intentar acallar el pensamiento concentrándose en algo (en la respiración, en un punto fijo en el horizonte, en una imagen mental, en repetir una palabra...). Con esta técnica se puede lograr prestar atención a ese "algo" elegido, pero tiene un beneficio muy limitado porque con ello se bloquea el pensamiento sin comprender lo que lo perturba, que es lo verdaderamente importante. Este tipo de concentración no es muy diferente a la que se tiene viendo la televisión, (y esta actividad no goza de gran prestigio en el trayecto a la consciencia y a la felicidad). Estos caminos no son los que llevan a vivir el presente de verdad, ni a sacar el máximo partido a la experiencia.
Entonces, ¿qué hay que hacer para vivir el presente?
Para ser capaz de vivir el presente, de estar consciente de lo que ocurre, es necesario descubrir las causas que impiden alcanzar la anhelada consciencia y aprender a resolverlas. No se trata de estar atento, sino de resolver las causas de la inatención. Lo primero es darse cuenta de que la mente suele estar agitada, ocupada en pensamientos, muchas veces involuntarios o automáticos, comparándose con otros, repasando las preocupaciones, criticando o criticándose... o sencillamente vagando de una cosa a otra. En realidad, el pensamiento se acalla cuando se resuelve aquello que lo agita, lo que significa que estar en el presente es estar atento a lo que ocurre, tanto fuera como dentro de uno mismo. Para poder hacerlo es necesario prestar atención con interés y curiosidad, sin esfuerzo.
Se puede comenzar por prestar atención a cómo actúa uno, a lo que piensa o a lo que siente. En un lugar tranquilo, en casa viendo la televisión o en la calle durante la vida cotidiana. El objetivo es darse cuenta de cosas nuevas que entender, que descubrir. Presta atención a lo que sientes, a las sensaciones corporales, y ve perdiendo el miedo a explorar tus emociones para no reprimirlas ni dejarte arrastrar por ellas. A medida que aprendes a explorar lo que sientes, el pensamiento se irá calmando. Esto te hará reaccionar menos y te dará la oportunidad de darte cuenta mejor de lo que ocurre y de por qué sucede, lo que te permitirá actuar en consecuencia. No se trata de controlar sino de descubrir y entender cosas nuevas.
¿Y de qué sirve estar en el presente?
La agitación mental, ese devenir constante, en muchas ocasiones fuera de la voluntad de la persona, es la consecuencia de los conflictos psicológicos no resueltos (temores, heridas psicológicas, miedo al futuro, a la soledad, al menosprecio…), de todo aquello que hace sufrir y aún no ha sido comprendido ni, por tanto, solucionado. Para comprobarlo, proponte estar sin hacer nada, a solas, durante diez minutos. No hagas absolutamente nada. Permanece sin distracciones, sin mirar el móvil ni tomar café, sin música... Ni siquiera pienses voluntariamente en algo, no te concentres en nada, ni recuerdes. ¿Qué ocurre? Ese malestar o aburrimiento, esa intranquilidad o prisa, ese pensamiento que te distrae o te empuja a hacer algo, son los efectos de esa agitación interna que producen los conflictos psicológicos sin resolver.
Ser consciente, estar en el presente, se convierte entonces en la herramienta que da la oportunidad de entender mejor la realidad, y de aprender a resolver esos conflictos que impiden ser feliz. Tratar de estar en el presente y, al mismo tiempo, escapar del malestar es imposible.
El objetivo no debe ser, por tanto, estar en el presente esperando estar bien. El objetivo debe ser estar en el presente para descubrir, para entender la realidad. Ese comprender la realidad es lo que te llevará a estar cada vez mejor, y a afrontar los retos de la vida con mayor serenidad y sabiduría. Y te permitirá, además, estar cada vez más en el presente sin esfuerzo y con gran vitalidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.