El deseo repentino e irrefrenable por ingerir un alimento aún despierta interrogantes sobre su origen
Los expertos apuntan causas hormonales y emocionales, y si es recurrente hay que e identificar la raíz del problema
La situación es conocida: de repente un alimento, sea chocolate, queso o cualquier otro, ocupa por completo la mente y surge el deseo apremiante de disfrutarlo. ¿Hay que resistirse a un antojo? Los expertos creen que todo depende de la frecuencia y de cómo afecta a cada persona.
“No hay que luchar contra un antojo, sino identificar su origen y si nos plantea algún problema”, apunta la dietista-nutricionista Griselda Herrero sobre los torpedos mentales que envían al cerebro algunas emociones como el aburrimiento, la tristeza o el nerviosismo. “A alguien le puede apetecer un día comer chocolate y después no sentirse culpable, ni agobiarse por habérselo comido" aprecia esta doctora en Bioquímica. Otra cosa, en cambio, es comerse la tableta entera sin poder parar y tener remordimientos de conciencia”, añade Herrero, experta en este campo y autora, junto con Cristina Andrades, de Psiconutrición (Ed. Arcopress), donde explica que cada vez más buscamos en la comida aquello que no podemos resolver de otra forma.
El menú que ofrecemos a las emociones sacia también la creciente necesidad de estar sobreestimulados que fomentan las nuevas tecnologías. Pero hay un problema: picotear desenfrenadamente implica ganar peso. Un estudio publicado a finales de 2018, Food craving and body weight (Antojos de alimentos y peso corporal) confirma que comer impulsivamente a horas intempestivas para satisfacer algo diferente del hambre está convirtiéndose en habitual, hasta el punto de representar entre el 7 y 11 % del incremento de peso corporal.
Las causas
La aparición de ese deseo se explica , por ejemplo, por un déficit de serotonina o de ciertos nutrientes, aunque la teoría más aceptada es la de los cambios hormonales
Pero…¿por qué se tienen antojos? Existen varias teorías. Una de ellas indica que los antojos guardan relación con los bajos niveles de serotonina. Cuando existe un déficit de este neurotransmisor se tiende a comer alimentos que ayuden a segregar esta sustancia, lo que explicaría que muchos antojos se relacionen con comer dulces. “No me consta que haya suficiente evidencia de esta teoría”, indica Herrero, revisora de la Revista Española de Nutrición Humana y Dietética. Otra hipótesis apunta que el cuerpo anhela ciertos alimentos porque carece de determinados nutrientes. Por ejemplo, una excusa recurrente para justificar los antojos de chocolate es que el organismo está bajo en magnesio, un mineral que el chocolate puede proporcionar. Pero muchos alimentos, incluidas las espinacas, contienen más magnesio que el chocolate. “Y curiosamente la gente no anhela comer espinacas…”, ironiza sobre este tema Eva Kemps, profesora de psicología en la Universidad de Flinders, en Adelaida (Australia), y autora de varias investigaciones sobre los antojos. Otro posible motivo es tener sed: no estar suficientemente hidratado puede confundir la mente, creando sensaciones similares al hambre.
Mitos del embarazo
No, no hay que sucumbir a cada antojo
Sin embargo, la teoría más antojadiza los asocia con cambios hormonales, “sin olvidar el factor cultural”, apunta desde Palma de Mallorca María Colomer, una dietista-nutricionista especializada en educación alimentaria. “Todos aceptamos que una mujer embarazada experimenta antojos; es algo que se espera de una gestante”. Sin embargo, son muchas las mujeres que no los tienen durante su embarazo. “Las teorías que los relacionan con causas psíquicas establecen que los antojos –escribe Colomer en una guía de alimentación para el embarazo– representan una desviación de la sensación de ansiedad que provoca un embarazo, una forma de usar la comida para hallar placer o calma. Se relaciona las variaciones hormonales con una sensibilidad olfativa y gustativa que origina los antojos y el rechazo de ciertos alimentos. Pero, hasta la fecha, todo son hipótesis sin una relación de causalidad clara”, admite.
En cambio, se sabe perfectamente que el embarazo está lleno de mitos. A saber: la luna llena provoca el parto, el feto con pelo provoca acidez, la comida picante hace daño al bebé, después de tres meses se puede beber alcohol, las niñas afean a las madres... Pero todavía hay una superstición más: un antojo no satisfecho deja una marca en el bebé en forma de mancha o lunar. “Obviamente no es así”, zanja Herrero. “Es una teoría sin fundamento biológico o neurocientífico”, apostilla.
Otro mito autocomplaciente para justificar los antojos es que una embarazada debe comer por dos. Grave error, cuando el incremento excesivo de peso aumenta el riesgo de que el bebé tenga obesidad de mayor y expone a la madre a sufrir diabetes, hipertensión y otras complicaciones. “La creencia de que una mujer debe comer por dos durante el embarazo es errónea, más que nada, porque durante los primeros meses no hay dos personas todavía, sino 1,2 o 1,3”, remarca Colomer. “Hasta el segundo o tercer trimestre del embarazo no se requiere un incremento de energía ni está justificado una ganancia de peso de dos kilos al mes”, comenta esta experta.
A modo de curiosidad, varias investigaciones sugieren que también algunos hombres experimentan antojos de comida si esperan ser padres, sobre todo primerizos. Según la Clínica Mayo, el síndrome Couvade es bastante normal y no se cataloga como enfermedad mental, pese a su condición nebulosa. Como nota a pie de página, los síntomas parecen ocurrir durante el primer y el tercer trimestre del embarazo e incluyen náuseas, acidez estomacal y cambios del apetito en los futuros papás.
En cualquier caso, ¿qué hay que hacer? Básicamente, existen dos posturas. La primera recomienda no hay que dar de comer a las emociones y aún menos alimentos muy dulces, muy salados o muy grasos. Según detalla Herrero en Psiconutrición, los antojos son la punta del iceberg, mientras la raíz del problema está en las causas subyacentes como estrés laboral, falta de autoestima, problemas de pareja, expectativas demasiado elevadas...
La punta del iceberg
Cuando es recurrente y se convierte en un hábito hay que identificar las emociones que causan ese deseo ajeno al hambre fisiológica
Para Herrero, cuando el antojo se repite con demasiada asiduidad y desarbola los mecanismos de autocontrol, pasa a ser un hábito que corregir. “A veces los antojos se producen por no haber comido lo suficiente en la ingesta anterior o por horarios de las comidas principales desestructurados”, informa. Si es así, se precisa un doble enfoque para recuperar el control. De una parte, un dietista-nutricionista y, de otra, un psicólogo que trabaje la parte emocional y ayude a identificar las emociones que dan lugar a caprichos ajenos al hambre fisiológica.
En cuanto a cómo ofrecer resistencia al antojo, Herrero señala que según la persona. "Una de las cosas que dan mejor resultado es posponer”, ya que los antojos de alimentos suelen durar solo entre 3 y 5 minutos, según cuantifica alguna investigación.
¿Cómo resistirse? Prohibir no es una opción. Se trata de distraer la mente. O posponer, porque el deseo intenso suele durar solamente de 3 a 5 minutos
“Hay que averiguar por qué se tiene ese deseo intenso –explica Herrero desde Sevilla, donde dirige el centro Norte Salud Nutrición– por un alimento específico. Aunque puede parecer incontrolable, se trata de distraer la mente con otra cosa, porque prohibir no es una opción”. Al parecer, cuando una persona consigue olvidarse del antojo y pensar en otra recompensa que nada tiene que ver con la comida, el deseo de comer un alimento en particular puede terminar diluyéndose como un azucarillo en agua. “Esto no pasa con el hambre de verdad, que no se te olvida”, recuerda Herrero.
A partir de ahí, a cada persona le funciona una estrategia distinta: llamar por teléfono a un amigo, abrir un libro, levantarse de la silla y dar un pequeño paseo, beber agua… “Al final, se trata de ser consciente de las consecuencias de darse continuamente caprichos y ser capaz de controlar la situación”, reflexiona. “En consulta he tratado a personas que a la una de la madrugada se visten y salen a la calle para satisfacer un antojo”, revela.